L¨¢grimas sonrientes

Un lugar llamado Milagro es la segunda pel¨ªcula dirigida por el actor norteamericano Robert Redford, que se gan¨® con su primer trabajo detr¨¢s de las c¨¢maras, Gente corriente, una buena colecci¨®n de millones y de premios, entre estos ¨²ltimos dos oscar, uno a la mejor pel¨ªcula y otro al mejor director. De esto hace cinco a?os.Si Gente corriente fue una mina de oro, esta segunda pel¨ªcula dirigida por Redford no lo es tanto. Ha dado alg¨²n dinero en el opulento mercado interior de Estados Unidos, pero mucho menos del que esperaban sus distribuidores. De ah¨ª el empe?o en cargar las tintas publicitarias en los mercados exteriores, donde se presupone que puede ser m¨¢s rentable.

En Cannes se exhibi¨® y -sin entusiasmar- gust¨® m¨¢s que Gente corriente, que vista ahora no sobrepasa la condici¨®n de viejo melodrama t¨®pico, pero enmascarasdo detr¨¢s de maneras menos rimbombantes y m¨¢s identificadoras para el p¨²blico actual que las propias de las pel¨ªculas lacrim¨®genas de anta?o. No se entendi¨® bien el porqu¨¦ de su relativo fracaso en Estados Unidos, cuando se trata de una pel¨ªcula amable y divertida, que se ve con facilidad y cuyo car¨¢cter cr¨ªtico es bondadoso y epid¨¦rmico, carente de acritud, ya que est¨¢ endulzado por una f¨®rmula comercial que se considera en general infalible, en la que Robert Redford combina y mezcla puntualmente varios ingredientes de los llamados de g¨¦nero que raramente han fallado a la hora de provocar colas ante las taquillas y que no ha escocido nunca los ojos de sus destinatarios naturales.

Deudas directas

La sagacidad de este filme de Redford podr¨ªa radiografiarse as¨ª: parece original, no si¨¦ndolo en absoluto. Cuando se ve por primera vez da la impresi¨®n de tratarse de un asunto in¨¦dito, sin antecedentes, pero cuando se la rememora con algo de distancia y frialdad es f¨¢cil descubrir en ella deudas directas, tanto argumentales como estil¨ªsticas, con otras pel¨ªculas (por ejemplo, Qu¨¦ bello es vivir y El violinista en el tejado), por no meternos en buscar las equivalencias que existen en la minucia del filme con rasgos muy acusados (sobre todo la acentuaci¨®n del sentimentalismo mediante la m¨²sica y el montaje pausado) del cine de John Ford y, sobre todo, de Frank Capra.Un lugar llamado Milagro entretiene siempre y a veces emociona. Fiel a su Gente corriente, Redford se las arregla con elegancia para arrancar sonrisas y l¨¢grimas, usando con buenas armas (o, en el peor de los casos, con trampas o trampillas l¨ªcitas) las facilidades que el tierno argumento de la f¨¢bula le ofrece para que el espectador se identifique con los personajes, en especial con el viejo campesino chicano que interpreta, maravillosamente, Carlos Riquelme. En realidad, lo mejor del filme son sus actores. Y a esto no puede ser ajena la condici¨®n de actor de su director, ya que se percibe en Milagro esa peculiar comodidad que los actores transmiten cuando son dirigidos con solvencia y generosidad por otro actor, que sigue si¨¦ndolo incluso cuando, no actuando, hace actuar.