Ayudar a las v¨ªctimas
TODOS LOS d¨ªas, en la mayor¨ªa de las grandes ciudades espa?olas, miles de j¨®venes, hombres y mujeres, inician su particular bajada a los infiernos buscando un proveedor de droga y un lugar apartado en el que inyectarse. Son personas enfermas, destruidas por la hero¨ªna, que necesitan ayuda. En su lugar, la sociedad y el Gobierno les ofrecen miedo, desprecio y represi¨®n. Im¨¢genes como las que publica hoy este peri¨®dico son simplemente el reflejo de algo que ocurre con cotidianidad, en medio de una indiferencia vomitiva. Erradicar el tr¨¢fico de drogas puede parecer algo inalcanzable para el ciudadano de a pie: probablemente s¨®lo ser¨ªa posible tras un gran debate y con una acci¨®n concertada de todos los Gobiernos. Pero esa evidente dificultad no puede esgrimirse como excusa frente a lo que est¨¢ sucediendo todos los d¨ªas en nuestras propias narices. Los 54.000 heroin¨®manos que, seg¨²n las optimistas estimaciones del delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Miguel Solans, existen en Espa?a no pueden esperar a que la ONU se ponga de acuerdo.Hace falta, con urgencia, encontrar los medios para acercarse a ellos, para crear y dotar centros de rehabilitaci¨®n en los que se les garantice atenci¨®n y anonimato. El Estado, encargado de velar por la seguridad ciudadana, reacciona ante el aumento del tr¨¢fico de drogas con continuos incrementos del dinero dedicado a la represi¨®n, mientras que los adictos, primeras y aut¨¦nticas v¨ªctimas de ese tr¨¢fico, cuentan con menos de 200 camas en la red hospitalaria p¨²blica. La asignaci¨®n de fondos para su tratamiento es absolutamente rid¨ªcula, casi testimonial, como si los poderes p¨²blicos hubieran decidido ya que son viciosos marginales, a los que conviene vigilar, pero no cuidar.
La polic¨ªa se va convenciendo poco a poco de que no sirve de nada detenerles; lo malo es que parece haber extendido su comprensi¨®n tambi¨¦n a los traficantes. Decenas de miles de personas, s¨®lo en Madrid y en Barcelona, saben d¨®nde se puede comprar el caballo. Lo saben igualmente centenares de polic¨ªas nacionales y municipales. Sin embargo, el comercio de la hero¨ªna es pr¨¢cticamente p¨²blico. En los ¨²ltimos tiempos, los responsables policiales parecen haber aumentado su eficacia en la lucha contra la coca¨ªna y el hach¨ªs, como lo demuestra la incautaci¨®n de varias toneladas de estas drogas. Los traficantes de hero¨ªna parecen escapar del cerco. Son ellos, sin embargo, los aut¨¦nticos enemigos p¨²blicos n¨²mero 1 de esta sociedad.
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