Elogio de la madurez
Dennis Hopper, que debut¨® en el cine como actor en Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955), m¨ªtico filme protagonizado por su amigo James Dean, realiz¨® su primer trabajo como director en 1969, con Easy Rider, otro filme generacional, un road movie donde los hippies, las motos, el rock y la yerba adornaban el emblema generacional de los setenta, y a cuya moda se apuntaron numerosos suced¨¢neos.Ahora, casi 20 a?os despu¨¦s, el cineasta nos ofrece otro testimonio social, el de la convivencia y enfrentamiento de quienes habitan en el marginado mundo de la delincuencia, cuya cotidianeidad, por conocida, corre el peligro de caer en la vulgaridad.
Colores de guerra (Colors) nos presenta a dos patrulleros del asfalto urbano que tratan de mantener el orden e imponer la ley entre dos bandas rivales -negros contra chicanos-, mostr¨¢ndonos un submundo de delincuentes nada atrayentes, formado por individuos de poca enjundia, con la droga como fondo.
Colores de guerra (Colors)
Direcci¨®n: Dennis Hopper. Gui¨®n: Michael Schiffer. Fotografia: Haskell Wexler. M¨²sica: Herbie Hancock. Producci¨®n: Robert H. Solo. Estados Unidos, 1987. Int¨¦rpretes: Sean Penn, Robert Duvall, Mar¨ªa Conchita Alonso. Estreno en Madrid: cines Proyecciones, La Vag¨²ada-M2, D¨²plex (V. 0.)
En la mirada humana y comprensiva de Hopper, los enfrentamientos y convivencias cotidianas aflorar¨¢n haciendo entrar en conflicto la experiencia y la madurez de los veteranos contra el desconocimiento e impaciencia de los j¨®venes que han crecido con Rocky y Rambo como ¨ªdolos y modelos a imitar, independientemente del lado de la ley al que la vida les haya arrojado. Aunque a primera vista pudiera parecer el archiconocido episodio de cualquier serie televisiva donde un patrullero maduro instruye al novato de turno.
As¨ª, Dennis Hopper ilustra con variadas pinceladas, aunque breves, pero no por ello ausentes de significado, la problem¨¢tica social de las etnias protagonistas en un submundo criminal nada atractivo, con cierta tristeza y pesimismo, fruto de la experiencia cotidiana, donde se intenta que la transgresi¨®n no vaya a m¨¢s, gracias a las reglas de juego establecidas, que finalmente no impedir¨¢n la irrupci¨®n de la tragedia.
Con alguna escena notable, el filme, que mantiene en niveles admisibles el inter¨¦s, apoyado en el buen trabajo de Robert Duvall y Sean Penn, resulta m¨¢s atractivo en sus presuntos planteamientos que en su resultado final, y aconseja para su mejor disfrute asumir el punto de vista de madurez de su realizador, que sabe ordenar con tino la distancia que la c¨¢mara debe mantener ante la acci¨®n, y que opta por definir a los personajes por sus hechos, prefiriendo, en todo el filme, mostrar y acumular antes que profundizar, visitar toda la galer¨ªa antes que pararse a analizar en profundidad sus retratos y trazar cierto paralelismo generacional entre quienes conviven a ambos lados de la ley.
Babelia
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