Los papeles del seductor
"La aventura de la conciencia es el pasado", dice el memorialista Carlos Barral
Carlos Barral propone una definici¨®n de hombre que se parece al ¨¢tomo: un n¨²cleo, m¨¢s bien secreto y, en torno, unos personajes. El tercer volumen de sus memorias, Cuando las horas veloces, que ha obtenido el Premio Comillas de biograf¨ªa, cuenta c¨®mo cort¨® el poeta Barral con el editor, otro de sus personajes, por fatiga. A los 60 a?os, cano, nariz de p¨¢jaro, pipa y barba de marino como siempre -quiz¨¢ el papel que prefiere-, Barral respira con melancol¨ªa por el hilo que le han dejado libre d¨¦cadas de humo. Pero a¨²n parece el seductor de siempre.
Llega furioso, aunque para saberlo es preciso que ¨¦l lo diga. Acaba de hablar por tel¨¦forio con el ¨²ltimo mec¨¢nico que anduvo con su barca, y por cuya culpa, parece, sus hijos han pasado un mal rato en el mar de Calafell, donde vive. Barral ba puesto al mec¨¢nico de vuelta y media y le ha arrienazado con todo tipo de venganzas. Pero es dif¨ªcil creerle porque lo cuenta todo con la irritaci¨®n que puede producir la constataci¨®n de que se ha terminado el t¨¦.Uno de los poqu¨ªsimos escritores que pueden elegir su editorial, a Barral no le cuesta reconocer de inmediato que se present¨® al primer premio Comillas, dotado con dos millones de pesetas, porque le interesaba lanzar bien el libro y porque su inter¨¦s coincidi¨® con el del editor respecto al premio. Seg¨²n un directivo de la editorial, el ¨²nico compromiso con Barral fue el de respetar su an¨®nimo.
El que fue director de las editoriales Seix Barral y Barral Editores durante los a?os sesenta y setenta, y promotor de los premios Biblioteca Breve y Formentor, no sab¨ªa que conenzaba un ciclo autobiogr¨¢fico que iba a crecer hasta los tres vol¨²menes cuando comenz¨® a escribir Los a?os de penitencia; en realidad lo que quer¨ªa era explicar algunos aspectos de su poes¨ªa. "Luego eso se dispar¨®".
El de poeta es otro de sus personajes, en principio el m¨¢s trascendente, el que le ha de colocar en los libros de texto como miembro de la Generaci¨®n de los 50, del Medio Siglo, de los Abajo Firmantes y tantos otros t¨ªtulos. Como casi todos los escritores que han sido etiquetados por alg¨²n te¨®rico, Barral no est¨¢ demasiado de acuerdo con lo de generaci¨®n. "Lo es y no lo es. Lo que s¨ª somos es un grupo de amigos, que conservamos la relaci¨®n y la mutua confianza". As¨ª es como Juan Garc¨ªa Hortelano, novelista en su d¨ªa descubierto por Barral, miembro y a la vez m¨¢ximo conocedor del grupo, es el encargado de preparar una antolog¨ªa de poes¨ªa de su antiguo editor.
De la casta mani¨¢tica
Barral dej¨® pues su trabajo de editor por fatiga del personaje. En este tercer volumen de sus memorias refuta algunos prejuicios de literatos seg¨²n los cuales su gesti¨®n fue brillante como editor -"la mitad del m¨¦rito me incumbe a m¨ª, la otra mitad al franquismo, que aglutin¨® a una casta intelectual que no ten¨ªa d¨®nde refugiarse"-, pero desastrosa como gerente. "No hubo tales fracasos nunca", salta. En el libro afirma que las diferencias con sus socios fueron pol¨ªticas.
Otra leyenda atribuye al Barral editor el haber rechazado el manuscrito de Cien a?os de soledad, por m¨¢s que Garc¨ªa M¨¢rquez nunca haya dicho tal cosa. Seg¨²n explica, el escritor colombiano le ofreci¨® por telegrama la lectura del manuscrito, y ¨¦l no contest¨®. Pero jam¨¢s ley¨® el libro. En cualquier caso no considera que ¨¦ste fuese el m¨¢s importante de los latinoamericanos de esos a?os. "Rechac¨¦ en cambio Doctor Zhivago", dice con chuler¨ªa, "porque ni me gustaba entonces ni me gusta ahora, y eso que entonces ya sab¨ªa que Paternak ser¨ªa premio Nobel,".
Barral fue pues de la casta de los "editores mani¨¢ticos", y considera que siempre ocurri¨® as¨ª con la vanguardia -Joyce, por ejemplo, publicando en editoriales microsc¨®picas-, y que "alg¨²n d¨ªa se restablecer¨¢ esa legalidad. Eso es lo sano".
Es la segunda vez que aparece la palabra legalidad en hora y media. La otra ha sido para hablar del cambio en la mentalidad y actitud de los vecinos de Calafell, donde el poeta ha vivido la mitad de su vida, que han pasado "de una legalidad antigua a una legalidad mercantil".
Entre ellos, en su vieja botica marinera frente al mar, ajeno al cerco trasero de los edificios, Barral vive "refugiado en la memoria". "Vivimos el presente como una hip¨®tesis del pasado reciente y no como una provocaci¨®n del futuro, como parece. La aventura de la conciencia es el pasado, que se ha ido llenando de fantas¨ªa, im¨¢genes e incertidumbre. Entonces es cuando se convierte en literatura".
Babelia
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