Los caminos del Se?or
LA VETERANA diplomacia vaticana, como le es habitual, hab¨ªa preparado este en¨¦simo viaje pastoral del Papa con exquisito cuidado. El Pont¨ªfice visitar¨ªa cinco pa¨ªses del ?frica meridional, todos ellos fronterizos o enclavados en la Rep¨²blica Surafricana, que quedaba expresamente excluida de los planes viajeros del Vaticano. De una forma ostentosa, el l¨ªder de la confesi¨®n religiosa m¨¢s importante del mundo proclamaba as¨ª ante el siglo su distancia miento de un r¨¦gimen odioso con el que, sin embargo, y a pesar de sus manifiestas transgresiones de los m¨¢s elementales derechos del hombre, las grandes democracias del mundo, herederas de la tradici¨®n cristiano-occidental, han mantenido desde siempre unas relaciones poco menos que ambiguas. Para que no quedase ninguna duda, el propio Juan Pablo II hab¨ªa manifestado p¨²blicamente pocos d¨ªas antes de emprender viaje sus simpat¨ªas por Nelson Mandela, el l¨ªder indiscutible de la mayor¨ªa negra de Sur¨¢frica, hu¨¦sped de las c¨¢rceles del r¨¦gimen racista de su pa¨ªs desde hace m¨¢s de 25 a?os y gravemente enfermo ahora de tuberculosis.Pero... los caminos del Se?or son inescrutables. Como si fuerzas no terrenales se hubiesen conjurado para alterar los designios papales, ha querido el destino que un Inesperado incidente a¨¦reo haya dado con las sandalias del pescador en el proscrito pa¨ªs. Las condiciones meteorol¨®gicas impidieron, en efecto, que la comitiva vaticana aterrizase el mi¨¦rcoles, como estaba previsto, en la capital de Lesoto, tercera etapa del viaje pontificio. Dando por buenas las extra?as circunstancias en que se produc¨ªa la llegada del Papa a su pa¨ªs, las autoridades surafricanas se volcaron en atenciones con el ilustre visitante. El ministro de Asuntos Exteriores del r¨¦gimen de Pretoria, Pik Botha, recibi¨® a Juan Pablo II en el aeropuerto de Johanesburgo y afirm¨® que se consideraban "privilegiados" al poder ofrecer su asistencia a Juan Pablo II. Y puso despu¨¦s a disposici¨®n de la comitiva una escolta de motos y helic¨®ptero para cubrir por carretera los 450 kil¨®metros que separan la ciudad surafricana de la capital de Lesoto.
La Iglesia cat¨®lica de Sur¨¢frica, as¨ª como la inmensa mayor¨ªa de las confesiones cristianas implantadas en el pa¨ªs, est¨¢ desempe?ando un papel importante en la creciente presi¨®n que se est¨¢ ejerciendo desde numerosas instituciones, asociaciones y sindicatos del interior de la rep¨²blica en contra del Gobierno blanco de Pretoria. De hecho, s¨®lo las Iglesias reformadas holandesas, expresi¨®n religiosa de la tradici¨®n afrikaner, prestan su apoyo al r¨¦gimen del apartheid. Fue por iniciativa de los propios obispos surafricanos por lo que los estrategas del Vaticano eludieron la posibilidad de que el Papa hiciera siquiera una escala en suelo surafricano, vivamente deseada por las autoridades de Pretoria. En el enfrentamiento entre la Iglesia cat¨®lica de Sur¨¢frica y el Gobierno, cualquier debilidad en ese sentido hubiese supuesto una quiebra en un frente que se revela cada d¨ªa m¨¢s importante para acabar con una pol¨ªtica que suscita la repulsa un¨¢nime del mundo.
El Gobierno surafricano ha recibido, de esta forma, un regalo imprevisto en sus afanes por convencer a la comunidad internacional de sus pretendidos deseos de apertura, uno de cuyos m¨¢s recientes pasos fue la visita realizada por el propio presidente Pieter Botha a Mozambique, pa¨ªs del frente antiapartheid al que, sin embargo, la sangrienta guerra civil y la situaci¨®n de quiebra econ¨®mica obliga a entenderse con su poderoso vecino. Por ello, ser¨ªa deseable que el Papa reafirmase en el m¨¢s breve plazo posible el compromiso de la Iglesia cat¨®lica con las mayor¨ªas discriminadas de la Rep¨²blica de Sur¨¢frica, antes de que el Gobierno de Pretoria comience a capitalizar pol¨ªticamente la accidentada y no deseada visita papal.
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