El escaparate de Se¨²l
YA EL director de pista anuncia la presencia de saltimbanquis, trapecistas, equilibristas, funambulistas. Es el mayor espect¨¢culo del mundo, el circo, la feria de los Juegos Ol¨ªmpicos. En Se¨²l toman parte casi 10.000 atletas de 160 pa¨ªses, la mayor participaci¨®n de la historia. Durante 16 d¨ªas, y pese al boicoteo de un par de naciones, m¨¢s de 2.000 millones de personas tendr¨¢n sus ojos frente a ellos, en una informaci¨®n servida por unas 220 cadenas de televisi¨®n.En Se¨²l se acaba con las ausencias masivas de Mosc¨² 80 y Los ?ngeles 84. Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que encabezaron una y otra, parecen haberse conformado con el empate a uno, o quiz¨¢ han comprendido que el ¨²nico que pierde es el que no est¨¢ en el escaparate, el que no sale en televisi¨®n. ?Qui¨¦n se acuerda que muchos campeones ol¨ªmpicos norteamericanos en 1984 lo fueron gracias a la ausencia de la URSS y la RDA? Y de que atletas de pa¨ªses de segundo orden consiguieron la fama y la gloria en Mosc¨² gracias a la ausencia de Estados Unidos y otros pa¨ªses occidentales.
En Se¨²l, desde que fue designada sede de los Juegos, cada manifestaci¨®n de estudiantes, cada acto de represi¨®n ha tenido una repercusi¨®n mundial. Al final, la dictadura militar cay¨® y el Gobierno se ha visto empujado a la democratizaci¨®n de Corea del Sur. Corea del Norte, con dictadura comunista y sin un aliento de perestroika, ha jugado durante cuatro a?os al amago de la participaci¨®n, mientras pide la salida de los 40.000 soldados norteamericanos que miran a su frontera. Al final, como era de prever, Corea del Norte no participa, mientras ve con desasosiego que China y la URSS quieran abrir oficinas comerciales en Corea del Sur, donde la renta per c¨¢pita ha subido a los 3.000 d¨®lares.
Seguir¨¢ en ascenso. La agr¨ªcola Calgary ha aumentado su turismo un 25% desde que realiz¨® los Juegos de Invierno y ha tenido beneficios; otros se han estrellado, como Montreal, que a¨²n sigue con impuestos para pagar las obras de 1976. Se¨²l es tambi¨¦n un excelente banco de pruebas, el ¨²ltimo aprendizaje posible para Barcelona 92. A partir de Se¨²l, cualquier imprevisi¨®n deportiva, cualquier dilaci¨®n organizativa o urban¨ªstica, cualquier zancadilla administrativa o pol¨ªtica se convertir¨¢ en una fechor¨ªa, y como tal ser¨¢ juzgada.
Estos y los pr¨®ximos juegos, como lo fueron los de Los ?ngeles, pero cada vez en mayor grado, tienen como coprotagonistas a los medios de comunicaci¨®n, y particularmente los audiovisuales. Con la televisi¨®n por testigo en cada cuarto de estar de la Tierra, los pa¨ªses tratan se rentabilizar en propaganda la inversi¨®n que hacen en sus atletas.
Los nuevos juegos consagran, por otra parte, el fin del amateurismo, un anacronismo que era continuamente transgredido y que no respond¨ªa ya en absoluto a los ideales del bar¨®n de Coubertin. De una forma u otra, en mayor o menor medida, en dinero o en especie, todos los atletas presentes en unos juegos eran remunerados por su trabajo desde hace ya bastantes d¨¦cadas. Y era bueno que as¨ª sucediera. El COI ha sancionado formalmente esa realidad y, al dar estado oficial al profesionalismo, est¨¢ en condiciones de transformar la cita de cada cuatro a?os, de verdad, en el mayor espect¨¢culo del mundo, con lo mejor de lo mejor. En deportes donde esto todav¨ªa no es posible -como el f¨²tbol o el ciclismo- el inter¨¦s decae.
Gracias a la televisi¨®n, todo el mundo siente como h¨¦roes propios a los que no ver¨¢ nunca en directo. Luego compraremos su ch¨¢ndal, su camiseta y nos peinaremos como ellos. Bien estamos si sustituimos a Rambo por Lewis, la pistola de James Bond por la p¨¦rtiga de Bubka, en fin, las haza?as b¨¦licas por las gestas deportivas. Que dure el escaparate.
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