Escuelas de democracia
Las tensas relaciones entre raz¨®n de Estado y Estado de derecho no atormentan exclusivamente a los espa?oles. As¨ª lo muestra la investigaci¨®n abierta por el Tribunal Supremo de Gibraltar para determinar si la actuaci¨®n del comando operativo del SAS que abati¨® en las calles del Pe?¨®n a tres activistas del Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s (IRA) a comienzos del pasado mes de marzo requiere o no la apertura de un proceso criminal en toda regla. Sin embargo, las sesiones de la vista oral celebradas hasta ahora en Gibraltar muestran tambi¨¦n las peculiaridades del sistema judicial brit¨¢nico; llama la atenci¨®n, por ejemplo, que los soldados citados a declarar ante el tribunal se hallen ocultos de la vista del p¨²blico por una cortina.En la conferencia de prensa convocada a finales del pasado mes de julio, Felipe Gonz¨¢lez declar¨®, en cambio, que no cre¨ªa. conveniente introducir "elementos de garant¨ªa de anonimato" en la lucha policial contra las bandas terroristas. Sin embargo, esa conferencia period¨ªstica, que ha pasado a la peque?a historia de Televisi¨®n Espa?ola a remolque de los ceses y dimisiones producidos en el remolino de su cobertura informativa, hab¨ªa comenzado precisamente con una exhortaci¨®n al realismo pol¨ªtico.
En esa ocasi¨®n, la conveniencia de imitar -en las cuestiones vinculadas con la defensa del Estado y el manejo de los fondos reservados- a las democracias europeas fue el hilo rojo de las contestaciones del presidente del Gobierno a los periodistas. La frecuente distancia existente en esos viejos pa¨ªses entre los altos valores proclamados y las bajas pr¨¢cticas realizadas, entre las bellas palabras que se dicen y las feas cosas que se hacen, form¨® la l¨ªnea de sombra del mensaje.
A las preguntas de un periodista sobre la anunciada ley del Gobierno, uno de cuyos objetivos es precisamente definir las prerrogativas del poder ejecutivo dentro del Estado, Felipe Gonz¨¢lez respondi¨® con la propuesta de tomar como modelo indistintamente las experiencias del Reino Unido, Francia o la Rep¨²blica Federal de Alemania, unos pa¨ªses a los que los espa?oles "tenemos poco que ense?ar de democracia". Frente a la tonta vanidad de que Espa?a es diferente (sea en las versiones unamunianas m¨¢s pedestres, sea en la vieja consigna de Fraga) o ante el hip¨®crita energumenismo democr¨¢tico de tanto converso autoritario, cualquier llamamiento a la modestia colectiva de los espa?oles resulta oportuno. No es preciso, sin embargo, que esa toma de conciencia de nuestros l¨ªmites y de nuestro pasado nos condene al papel de simples copistas o de meros importadores de instituciones y de normas arraigadas desde hace tiempo en las naciones europeas.
Porque el mayor riesgo de esa imaginaria escuela de democracia, cuyo programa se reducir¨ªa a la fiel imitaci¨®n de modelos exteriores debidamente probados, ser¨ªa, que los alumnos combinaran piezas de diverso origen, desnaturalizadas por el hecho mismo de ser sacadas de contexto, en un incoherente prototipo. El propio Felipe Gonz¨¢lez considera abusiva la idea de tomar "algunas muestras" de cada uno de los diferentes modelos posibles para elaborar la proyectada ley del Gobierno. Parece evidente, en cualquier caso, que las peculiaridades depositadas por la historia en -los sistemas pol¨ªticos del Reino Unido, Francia y la Rep¨²blica Federal de Alemania convertir¨ªan en una especie de monstruo de Frankenstein cualquier instituci¨®n fabricada con elementos variopintos tomados a capricho de cada uno de esos pa¨ªses.
Por lo dem¨¢s, el recosido frankensteniano de ¨®rganos procedentes de diferentes cuerpos pol¨ªticos no suele seguir las leyes del azar, sino que busca m¨¢s bien el reforzamiento del poder central del Estado a costa de la participaci¨®n ciudadana, de la autonom¨ªa territorial y de la iniciativa de la sociedad. Sirva como ejemplo de esa teratolog¨ªa institucional la configuraci¨®n actual del Senado, te¨®rica "C¨¢mara de representaci¨®n territorial" a la que las Cortes Constituyentes -desconfiando del Estado de las autonom¨ªas dise?ado en el texto de la norma fundamental- relegaron en la pr¨¢ctica a las superfluas funciones de segunda instancia del proceso legislativo. Tambi¨¦n cabe recordar la h¨ªbrida naturaleza del r¨¦gimen electoral para el Congreso de los Diputados, cuya proclamada proporcionalidad se halla dr¨¢sticamente rectificada por la consagraci¨®n de la provincia como circunscripci¨®n electoral y que desplaza en favor de las direcciones de los partidos, mediante las listas bloqueadas y cerradas, buena parte de la capacidad pol¨ªtica de los votantes para designar a sus representantes parlamentarios.
Con todo, posiblemente el mayor peligro de esos llamamientos a la humildad imitativa respecto a Europa no sea tanto la eventual incoherencia de los modelos pol¨ªticos resultantes como la renuncia a cualquier oportunidad de contribuir imaginativamente a esa reinvenci¨®n de la democracia de la que alguna vez ha hablado Jorge Sempr¨²n. Claro que resulta rid¨ªculo que los reci¨¦n llegados al mundo de las libertades pretendan dar lecciones o prescindir de la experiencia de los viejos residentes. En ocasiones, sin embargo, s¨®lo la mirada fresca de quien contempla por vez primera un paisaje puede descubrir realidades hasta entonces ignoradas por quienes lo ven aburridamente como simple tel¨®n de fondo de sus h¨¢bitos. Porque no cabe descartar que, al igual que lo que ha ocurrido a veces en la historia econ¨®mica comparada, los invitados de ¨²ltima hora al reducido club de las democracias pueden descollar por su creatividad. y por sus ejemplos.
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