Carbono 14
El carbono 14 va a misa, pero los oficiantes de la misa ya no creen en la infalibilidad del carbono 14 porque acaba de probar la impostura del Santo Sudario de Tur¨ªn. Es muy l¨®gico. Los que creen en milagros no pueden fiarse ni un pelo de la ciencia. Y lo que discuten los milagreros no es la antig¨¹edad de la mortaja, sino esa fant¨¢stica huella de Cristo impresa en negativo segundos antes de su resurrecci¨®n. Dicen los fan¨¢ticos del carbono 14 que se trata de lino posterior al siglo XI. Vale. Pero para los que creen en resurrecciones y ascensiones esa prueba no vale nada porque el milagro, en rigor, no est¨¢ sujeto a leyes cronol¨®gicas. Alguien capaz de imprimir una figura as¨ª antes de su resurrecci¨®n puede retratarse en la s¨¢bana como quiera y cuando quiera. Puede haber usado una tela robada al futuro, del siglo XI. Puede haber diferido el revelado de su huella los siglos que le d¨¦ la real gana, sin necesidad del m¨¦todo Polaroid, o autorrev¨¦l¨¢ndose en papel distinto al original, como segunda o tercera copia. O puede ser una astucia divina para acabar con la superstici¨®n del carbono 14.El doping positivo de ese negativo de la s¨¢bana blanca suena lo mismo, pero al rev¨¦s, que las huellas positivas del dios negro. La ciencia del carbono 14 s¨®lo dice que el lino milagroso es reciente, y la del control antidoping, que Johnson tom¨® f¨¢rmacos prohibidos hace unos meses. Acusan a Ben de impostor por las huellas de una quimica muy reciente. Pero si la ciencia del antidoping fuera de verdad una ciencia exacta, capaz de revelar el rastro de todos los productos artificiales ingeridos por los atletas desde la infancia, entonces seguir¨ªamos creyendo en la milagrosa velocidad de Ben. Porque, con la lista del COI en la mano, ya me contar¨¢n qui¨¦n anda limpio de viejas huellas de cafe¨ªnas, anest¨¦sicos, diur¨¦ticos, analg¨¦sicos o estimulantes. Sin mencionar la ¨²ltima certeza de la bioqu¨ªmica: en ciertas situaciones, nuestro cuerpo produce sustancias muy prohibidas por el COI. Opi¨¢ceos, morfinas, dopaminas, sabe Dios. Y nunca en cantidades iguales.
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