Cuidado con la carne
Buend¨ªa / Paula, Ortega, Cepeda
Cuatro toros de Joaqu¨ªn Buend¨ªa, desiguales de presencia, sin embestida e inv¨¢lidos
1? -en sustituci¨®n de uno de Los Guateles, sospechoso de afeitado- y 2?, sobreros de Torrrealta, con trap¨ªo, flojos. Rafael de Paula: tres pinchazos, media atravesada muy baja, tres descabellos -aviso con mucho retraso- y descabello (silencio); pinchazo hondo atravesado (pitos); despedido con almohadillas. Ortega Cano. espadazo enhebrado y estocada (divisi¨®n y saluda); estocada tendida baja (silencio). Fernando Cepeda: bajonazo descarado y rueda de peones (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo hondo atravesad¨ªsimo (silencio).Plaza de Las Ventas, 30 de septiembre. Primera corrida de la feria de oto?o.
Dec¨ªan: "Cuidado con la fieraaa...". En tiempos antiguos lo dec¨ªan, cuando hab¨ªa toros grandes o chicos -algunos m¨¢s chicos que los de ayer-, pero to ros al fin, es decir, especie de cui dado, con aquellos cuernos de diamantino pit¨®n, aquellas da?inas intenciones siempre apuntando a la ingle y aquel no parar, ac¨¢ y all¨¢, arriba y abajo, en pos de cuanto hubiera delante, franela, hombre, caballo, mosca que pasara zumbona. Ahora lo que cuadra decir es "cuidado con la carne" terminado en e, a secas -no eee-, y habr¨ªa que decirlo tambi¨¦n por escrito, pues la advertencia no es para toreros que pretenden dar pases a la res sino para el p¨²blico en general, luego consumidor, gustoso de morcillos estofados y rabos gelatinosos cocinados con sus patatitas, su salsita espesada y su especia arom¨¢tica, pues no vaya a ser que la carne -terminada en e, a secas- vaya a llevar algo dentro.Los tiempos est¨¢n muy duros, muy azarosos, y cuando hombre brinca m¨¢s alto que nadie el salto del capullo o toro salido bravo de la dehesa se pone en el ruedo a hacer el lila, dan que pensar. Todo el a?o taurino ha dado que pensar, con tanto toro lila como se ve por esas arenas, y en el principio del fin que fue ayer la inauguraci¨®n de la feria de oto?o, lo mismo.
Podr¨ªa arg¨¹irse que si los toros estaban lilas se deber¨ªa a su carencia de casta, pero el buen sentido se resiste a creer que se le haya acabado la casta a lo deBuend¨ªa, precisamente. Si ya ni lo de Buend¨ªa tiene casta, apaga y vamonos: es la reserva de lo Santa Coloma puro, y si lo Santa Coloma puro feneci¨®, ya puede el taurinismo plegar y dedicarse al parch¨ªs.
Los espadas, cada uno con su ¨¢nimo propio, quer¨ªan darles pases a los Buend¨ªa-no- Santa Coloma, y era dificil¨ªsimo; en algunos casos, imposible. C¨®mo darles pases a toros lilas que se distraen mirando a la rubia del tendido tres o se tumban a so?ar vacas de tersas ubres, es problema que a¨²n no ha resuelto la tauromaquia moderna, a pesar de los esfuerzos de adaptaci¨®n que viene efectuando a trav¨¦s de sus m¨¢s caracterizados representantes.
Ortega Cano se sum¨® ayer a la tarea, practic¨® esa t¨¦cnica de adaptaci¨®n, y a su primer torajo, al que embebi¨® en una estimable tanda de redondos, le dio otros con la suerte descargada, al estilo de los m¨¢s conspicuos precursores pegapasistas. En el otro torajo, que no embest¨ªa para nada, se puso pesad¨ªsimo, porfi¨¢ndole derechazos desde la inutilidad y la obstinaci¨®n.
Un natural
Hubo en la tarde un natural hermoso, y ese lo ejecut¨® Fernando Cedepa al torajo-lila que sali¨® en tercer lugar. Uno no es ninguno, y tiene categor¨ªa espec¨ªfica si s¨¦ recuerda con gusto, cual es el caso del natural, perfecto de temple y hondura. El torajo-lila tomaba bien el enga?o de largo y de corto se paraba a mitad del viaje. Por este motivo sufri¨® muchos achuchones Cepeda, remiso a interpretar el toreo a?ejo que hac¨ªa al caso, consistente en reducir las tandas a la simple ligaz¨®n de la suerte natural con la contraria. El ¨²ltimo torajo de la tarde fue como el anterior de Ortega Cano, como Ortega Cano fue a su vez Cepeda, y advertido el panorama, la gente hu¨ªa de all¨ª.
El ¨¢nimo propio de Rafael de Paula no le indujo a la locura de quedarse quieto, ni siquiera con el Torrealta primero, ¨²nico aparentemente noble de la corrida. Por a?adidura le molest¨® el incesante ventarr¨®n, igual que a todos. O quiz¨¢ menos que a todos, pues si pon¨ªa el cuerpo gitano para poniente, le soplaba a favor, y pod¨ªa correr m¨¢s. Apenas lo necesit¨®, sin embargo. Las reses no estaban para trotes. Quiz¨¢ ni para estofado estaban. Cuando los toros se comportan como ayer, m¨¢s vale olvidarse de mor-, cillos y rabos gelatinosos y pedir una de boquerones, por si acaso. Fernando Cepeda torea al natural a su primer toro.
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