La noche de Tlatelolco
M¨¦xico recuerda la matanza de centenares de estudiantes acribillados por el Ej¨¦rcito el 2 de octubre de 1968
La plaza de las Tres Culturas es una explanada encerrada en pleno centro de la Ciudad de M¨¦xico que sirve de exposici¨®n para unas ruinas precolombinas sobre las que en el siglo XVI fue levantada la iglesia de Santiago de Tlatelolco. Por sus cuatro esquinas entraron, poco despu¨¦s de las seis de la tarde del 2 de octubre de 1968, los soldados que perpetraron la matanza m¨¢s horrible de la que el pa¨ªs guarda memoria. Sobre los cad¨¢veres de centenares de estudiantes all¨ª ca¨ªdos, d¨ªas antes de que comenzaran los Juegos Ol¨ªmpicos, M¨¦xico inici¨® una nueva etapa en su historia, de la que se recogen hoy los frutos de un movimiento social revivido y de una convicci¨®n mayoritaria de que ese drama no puede repetirse.
Hay distintas versiones de lo que ocurri¨® esa noche lluviosa alumbrada por el fuego ol¨ªmpico de los Juegos, que ser¨ªan inaugurados 10 d¨ªas despu¨¦s. Se hab¨ªan reunido desde las cinco de la tarde unos miles de estudiantes -no m¨¢s de 10.000- para asistir a un mitin encabezado por los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga.El movimiento estudiantil, fuertemente sostenido durante todo el verano, mostraba ya s¨ªntomas evidentes de agotamiento, y costaba mantener las consignas de huelga y movilizaci¨®n. No se esperaban enfrentamientos ni se viv¨ªa la tensi¨®n de las manifestaciones que en semanas anteriores hab¨ªan llegado a reunir a 200.000 j¨®venes en el Z¨®calo.
Corresponsales extranjeros
Apostadas en las proximidades del lugar de reuni¨®n vigilaban unidades del Ej¨¦rcito y del temido Cuerpo de Granaderos. Merodeaban por all¨ª algunos corresponsales extranjeros, entre ellos la periodista italiana Oriana Fallaci, que posteriormente result¨® herida de bala.
Los estudiantes coreaban frases alusivas al car¨¢cter democratizador de sus prop¨®sitos. Apenas ca¨ªa la noche cuando lleg¨® la que parec¨ªa ser se?al de fuego: uno de los helic¨®pteros que sobrevolaban la plaza lanz¨® varias bengalas de luz verdosa, que precedieron al tiroteo.
"Los gritos, los lamentos de dolor, los lloros, las plegarias y el continuo y ensordecedor ruido de las armas hac¨ªan de la plaza de las Tres Culturas un infierno de Dante", recuerda una de las testigos de la matanza, citada por la escritora Elena Poniatowska en su libro La noche de Tlatelolco. "Recio combate al dispersar el Ej¨¦rcito un mitin de huelguistas. 20 muertos, 75 heridos y 400 presos", titulaba al d¨ªa siguiente el diario Excelsior, el de mayor influencia.
?sas eran las cifras oficiales, que nunca llegaron siquiera a aproximarse a las reales. Se vieron salir de Tlatelolco camiones cargados de cad¨¢veres. Durante varios d¨ªas los tanques rodearon la zona, mientras los soldados proced¨ªan a su limpieza. "Hab¨ªa mucha sangre pisoteada, mucha sangre untada a la pared", recuerda un profesor del Instituto Polit¨¦cnico Nacional, una escuela en la vanguardia del movimiento estudiantil de entonces. El escritor Octavio Paz da por buena la cifra de 325 muertos que en su d¨ªa publicara el diario brit¨¢nico The Guardian.
?Por qu¨¦ semejante matanza? ?Ten¨ªan los soldados mexicanos ¨®rdenes expresas de sus superiores para actuar as¨ª? ?Intervinieron provocadores? Veinte a?os despu¨¦s no hay respuestas claras a estas preguntas. Observadores de reputaci¨®n interpretan que el presidente de la Rep¨²blica en aquel momento, Gustavo D¨ªaz Ordaz, que no se hab¨ªa caracterizado por ser un hombre autoritario, estaba convencido de que el movimiento estudiantil, supuestamente infiltrado por el comunismo, supon¨ªa el m¨¢s grave peligro para la seguridad nacional que hab¨ªa sufrido M¨¦xico.
Disparos de los militares
Despu¨¦s de tres meses de agitaci¨®n callejera respaldada por la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, D¨ªaz Ordaz decidi¨® cortar de ra¨ªz el problema y detener a todos los miembros del Consejo de Huelga, que ese d¨ªa se reun¨ªan en Tlatelolco. Algunos testigos aseguran haber visto disparos contra los militares surgidos entre las filas de los manifestantes. Es cierto, al menos, que el general que dirigi¨® la operaci¨®n, Jos¨¦ Hern¨¢ndez Toledo, result¨® gravemente herido de bala. El pol¨ªtico Rodolfo Gonz¨¢lez Guevara, en aquel momento secretario general del distrito federal, admite que en el curso del movimiento de protesta "se meti¨® la CIA, se metieron grupos de la m¨¢s intransigente reacci¨®n clerical, los comunistas, los trotskistas, todo el que pudo, pero el Consejo de Huelga siempre tuvo una direcci¨®n limpia y honesta en cuanto a sus objetivos".
Nacido a la luz del mayo de 1968 franc¨¦s y de todo el levantamiento juvenil de ese a?o, el movimiento estudiantil mexicano ten¨ªa, a diferencia de aqu¨¦llos, objetivos m¨¢s modestos, posibles y mayoritarios.
La prueba de ello es que todas las demandas por las que lucharon los j¨®venes estudiantes (supresi¨®n de un art¨ªculo del C¨®digo Penal, liberaci¨®n de presos pol¨ªticos y destituci¨®n de los jefes policiales) fueron conseguidas despu¨¦s de la matanza de Tlatelolco. El ¨¦xito, el enorme respaldo del movimiento estudiantil, se debi¨® a que, en el fondo, el movimiento resum¨ªa en sus aspiraciones lo que era una ambici¨®n nacional: democracia.
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