Los europe¨ªsmos de Europa
"En el siglo XX descollar¨¢ una naci¨®n extraordinaria, grande y libre, rica, pensadora, pac¨ªfica y cordial para los dem¨¢s. Ser¨¢ tiernamente grave como una hermana mayor... Las batallas entre italianos y alemanes, ingleses y rusos, prusianos y franceses le producir¨¢n el efecto que nos causa hoy una batalla entre picardos y borgo?ones... Los procesos de imprenta ser¨¢n para ella lo que para nosotros son los procesos de herej¨ªa... Los r¨ªos que hoy sirven de fronteras servir¨¢n entonces de arterias".La Europa que pinta este texto escrito por V¨ªctor Hugo hace un siglo, y que ha sido recuperado en la revista literaria Bitzoc, pareci¨® posible probablemente s¨®lo a un rom¨¢ntico apasionado como ¨¦l. ?Es un texto prof¨¦tico? No, si lo puede impedir Margaret Thatcher, dicen ¨¢cidamente los cr¨ªticos de ¨¦sta, despu¨¦s de o¨ªr el discurso que pronunci¨® hace 10 d¨ªas en el Colegio de Europa de Brujas. ?Le sali¨® verdaderamente su antieurope¨ªsmo de fondo ("no vamos a permitir que los avances conseguidos en el Reino Unido nos sean anulados desde Bruselas") o, por el contrario, habl¨® a ras de suelo de la ¨²nica Europa posible en estos momentos, la de los "Estados soberanos independientes"? Aunque se debe sospechar lo primero, ser¨ªa preferible pensar lo segundo. Aun as¨ª, toda su argumentaci¨®n tiene poco en cuenta la rapidez con que evoluciona la historia. Cuando habla con convicci¨®n profunda de lo imposible que resulta desarmar el concepto mismo de Estado soberano en la Europa del siglo XX, la primera ministra brit¨¢nica se refiere probablemente a su Estado soberano, uno de los m¨¢s viejos del continente, y olvida, por ejemplo, c¨®mo los tratados de Versalles de 1919 deshicieron un imperio y crearon varios pa¨ªses sin que a nadie se le cayeran los anillos. Olvida c¨®mo, hasta hace poco, se decid¨ªa de la suerte de naciones enteras que cambiaban de ciudadan¨ªa seg¨²n quedaran a derecha o izquierda de una frontera caprichosamente establecida.
El concepto brit¨¢nico de Europa adolece de insularidad. Los maliciosos aseguran que Thatcher preferir¨ªa tener a la isla anclada a las afueras de Boston. Pero no es ella la ¨²nica que se opone a la acelerada construcci¨®n pol¨ªtica de Europa. Puestos a fundir soberan¨ªas, varios son los que no se f¨ªan de sus restantes socios. Y otros acabar¨ªan neg¨¢ndose tambi¨¦n al comprobar de cerca lo que la unidad comportar¨ªa o al averiguar, por ejemplo, que no todos los conceptos de Estado de derecho son coincidentes. De modo que los europeos no se dividen solamente entre los que creen en un supermercado y los que aspiran generosamente a unirlo todo.
Preguntas
El futuro de Europa est¨¢ lleno de interrogantes, el primero de los cuales es: ?qu¨¦ forma adoptar¨¢ la imparable unidad europea? En realidad, se trata de la unidad europea de una Europa que ya existe y que empez¨® a anudarse probablemente desde Carlomagno. Sistemas de integraci¨®n hay varios; ninguno es tan burdo como podr¨ªan hacerlo creer sus adversarios o las simplificaciones con las que son explicados.
La Europa del siglo XXI puede ser un pa¨ªs ¨²nico plenamente integrado, como querr¨ªa el presidente de la Comisi¨®n Europea, Delors; una entidad de pa¨ªses soberanos, como querr¨ªa Thatcher; una Europa de las patrias, como querr¨ªa Mitterrand, siempre y cuando sea ¨¦l el presidente; una Europa de las regiones, como querr¨ªa Pujol. La misma indefinici¨®n de los socios europeos demuestra c¨®mo es de atractivo el concepto abstracto de una Europa pol¨ªticamente unida y cu¨¢nta dificultad hay en llevarlo a la pr¨¢ctica.
Thatcher exige de sus socios comunitarios y del presidente de la Comisi¨®n Europea, Delors que se dejen de formulaciones abstractas y se fijen peque?as metas, no vaya a ser que las realidades cotidianas les apaguen los faroles. Un poco de sentido com¨²n, dice. So?ar da mal nombre Con ello olvida que todos los Gobiernos europeos dan peque?os pasos y que el pragmatismo no es una exclusiva de la se?ora Thatcher. Lo que, al parecer, s¨ª es privativo de ella es, como dec¨ªa el diario londinense The Independent, su incapacidad de entroncar el d¨ªa a d¨ªa de hoy con las m¨¢s que probables realidades globales del ma?ana.
Se olvida con demasiada frecuencia que la unidad europea no la hacen s¨®lo los Gobiernos y que, como siempre ocurre en los procesos hist¨®ricos inevitables, otras fuerzas se confabulan para empujarlos hacia su fin: por ejemplo, los partidos pol¨ªticos nacionales, que empiezan a elaborar plataformas electorales conjuntas para el Parlamento Europeo; o los sindicatos, que, empujados por la din¨¢mica de las multinacionales, empiezan a comprender que sus bases nacionales son poco ¨²tiles a la hora de luchar a escala comunitaria. La velocidad a la que se anude Europa es impredecible, pero es un hecho que se anudar¨¢, porque es un hecho que existe desde hace siglos, desde hace siglos piensa en com¨²n, inventa instituciones y comparte genios del pensamiento.
"Se llamar¨¢ Europa en el siglo XX, y en los siguientes, transfigurada otra vez, se llamar¨¢ Humanidad". V¨ªctor Hugo dixit.
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