La fiesta de la libertad
Se han producido dos milagros. Los m¨¢s importantes de los ¨²ltimos a?os en este pa¨ªs de milagreros. Y ambos los ha conseguido Pinochet. El primero, y menor, probablemente en colaboraci¨®n con el futuro san P¨ªo XII, ha consistido en lograr levantar el brazo largamente inerte y escler¨®tico, al menos ideol¨®gicamente, de Juan de Arespacochaga. El segundo es m¨¢s importante a¨²n: muchos espa?oles han recuperado la memoria. Lo que no tiene que ver ni con la obsesi¨®n por la revancha, ni con el ansia de condecoraciones en raz¨®n de servicios prestados a la democracia cuando ¨¦sta s¨®lo era un sue?o, ni con el rencor; ¨²nicamente con el recuerdo.Se trata de que hemos recuperado de repente la imagen de las dictaduras y de los dictadores. M¨¢s la conversi¨®n, probablemente definitiva, de quienes durante muchos a?os votaron en el permanente plebiscito franquista con un sonoro s¨ª o con el s¨ª encubierto de su abstenci¨®n; el s¨ª de tantos como se mantuvieron callados pese a su profunda -tan profunda que no la conoc¨ªa casi nadie- conciencia democr¨¢tica. Y de tantos como quisieran, desde el poder y desde la oposici¨®n, que aquellos a?os se borraran porque su intervenci¨®n no fue gallarda. Pero ahora, al conjuro m¨¢gico del general chileno, estamos todos, y vamos a estarlo un tiempo m¨¢s, en pie de defensa de las libertades. Lo que siempre resulta reconfortante cuando al margen se ha dejado a tantos innecesarios. Alguna vez, y en el campo de mi experiencia personal, he recordade lo innecesaria que fue, por ejemplo, Victoria Kent, siempre hablando de libertad y democracia en su revista Ib¨¦rica, fundada y mantenida en Nueva York con la colaboraci¨®n de intelectuales como Ra¨²l Morodo Enrique Tierno Galv¨¢n o Manuel Tu?¨®n de Lara. Publicaci¨®n sobre la que la historia) las estad¨ªsticas s¨®lo hacen yi juicios congelados: llegaba sola. mente a unos cuantos, s¨®lo s( atrev¨ªan a colaborar en ella otros pocos. Tambi¨¦n he hablado sobre la inc¨®moda conciencia que supon¨ªa Ruedo Ib¨¦rico, que lleg¨® a m¨¢s, pero siempre a menos que un buen partido de f¨²tbol retransmitido un Primero de Mayo.
El antifranquismo excesivo ha sido, como ha escrito en este peri¨®dico Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, prudentemente escondido debajo de la alfombra. Y ah¨ª segu¨ªa. Incluso con las hendiciones del anterior ministro del Interior, que acus¨® duramente a los antifranquistas en alguna ocasi¨®n y que tambi¨¦n ocult¨® debajo de la alfombra ciertas apreciaciones excesivamente democr¨¢ticas. Cierto que el tiempo ha cambiado, y muchos de nosotros con ¨¦l. Casi todos nos hemos puesto corbata, real o simb¨®lica, para entrar en los necesarios palacios del nuevo r¨¦gimen: los Parlamentos central y aut¨®nomos, los Gobiernos de toda jurisdicci¨®n, los ministerios, los centros de poder, el palacio propiamente dicho, Marbella y otros indicativos del cambio. Y a ratos se nos olvidaba la democracia, que en ocasiones ten¨ªa que ceder ante lo que alguien consideraba urgencias perentorias.
Pero Chile nos ha devuelto la memoria. Todo iba bien porque tanto Ib¨¦rica como Victoria Kent, Ruedo Ib¨¦rico y su promotor, Jos¨¦ Mart¨ªnez, y hasta Triunfo, se murieron a su debido tiempo, y as¨ª no hubo nada de qu¨¦ avergonzarse. En este pa¨ªs, todo y todos nos morimos fisica o socialmente a nuestro debido tiempo, ni antes ni despu¨¦s, y ya hay poderes que se encargan de que eso funcione. En una ocasi¨®n caus¨¦ gran irritaci¨®n a un dirigente del Partido Comunista de Euskadi porque al hablarme de las grandes victorias conseguidas contra el r¨¦gimen yo lo ratifiqu¨¦, asegurando que una de las mayores era haber conseguido que Franco tuviera ya en aquel momento cerca de 80 a?os, con lo que su muerte estaba mucho m¨¢s cerca. Tenaz labor la nuestra, pero a¨²n no era su debido tiempo. Y de repente Chile ha vuelto a recordar muchas de esas cosas. Pero desde la nueva perspectiva de que quiz¨¢ no haya que esperar a que la naturaleza obre. Y sin nostalgias, porque nunca he echado de menos las persecuciones, la falta de libertad ni las c¨¢rceles. S¨®lo he echado de menos que a quienes lucharon tanto como pudieron se les haya enterrado tan deprisa, si no facilitado la muerte por aburrimiento.Chile est¨¢ y va a estar de moda. Es la recuperaci¨®n de la fiesta por la libertad, del ensue?o por la libertad, del regreso a la posibilidad de la libertad. Ahora, Chile, de repente, es otra vez el r¨¦gimen, y muchos hacen sus primeras armas contra ¨¦l, y otros recuperan ese fervor por la libertad que la pr¨¢ctica cotidiana de la democracia puede amortiguar. Pero tambi¨¦n es el momento de que muchos hagan examen de conciencia y se propongan un decidido prop¨®sito de enmienda. Un sector de la izquierda de la ¨¦poca del derrocado Salvador Allende dijo, o dijimos, no solamente muchas tonter¨ªas, sino que incluso los del interior del propio Chile aguijonearon al Gobierno a llegar m¨¢s all¨¢ de donde pod¨ªa, debilit¨¢ndolo. Y algunos sectores de la extrema izquierda, antes como ahora, llevaron su izquierdismo a la l¨ªnea fronteriza de las coincidencias con la extrema derecha, como en los debates m¨ªstico-folcl¨®ricos sobre las libertades formales. Recuerdo, como un recuerdo negro, que estaba yo en la prisi¨®n de Ja¨¦n, destinada a presos pol¨ªticos en aquella ¨¦poca, cuando fue derrocado y muerto Allende. Y un conmilit¨®n, ante mi asombro y el de alg¨²n otro compa?ero, al o¨ªr por la televisi¨®n carcelaria lo del derrocamiento, y quiero creer que antes de saber lo de la muerte, aplaudi¨®: se hab¨ªa terminado el reformismo en Chile. Todav¨ªa recuerdo con pasmo, y quiz¨¢ algo de horror, la brutalidad contenida en aquella militancia en nombre de la pureza revolucionaria; quiz¨¢ incluso ingenua brutalidad. Pero ya hemos pagado por ello, al menos algunos. Otros siguen empecinados en la barbarie de los maximalismos, como sabemos en Euskadi. La extrema izquierda ha hecho a veces denodados esfuerzos en favor de los golpes militares contra las democracias.
Pero aun as¨ª, la situaci¨®n chilena que acaba de iniciarse nos ha llamado a todos y ha recordado la conciencia democr¨¢tica de casi todos. La libertad no es un decreto del Bolet¨ªn Oficial del Estado, sino un ejercicio cotidiano. Esa libertad que pasa igualmente porque no desaparezca ning¨²n Nani ni nadie pueda fundar impunemente unos GAL. Porque para la democracia, y Chile es la referencia moment¨¢nea, lo m¨¢s importante es la libertad; afirmaci¨®n no ociosa ni tan perogrullesca como puede sonar. El problema m¨¢s grave siempre es la libertad y su mantenimiento; m¨¢s importante a¨²n que el terrorismo. Con el pretexto de Chile, muchos dem¨®cratas han podido salir, con sus puntos de vista de siempre, de debajo de la alfombra.
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