Deje de destruir
Hoy se cumple el primer aniversario de los graves disturbios en la localidad rumana de Brasov, donde miles de obreros se manifestaron violentamente para pedir mejores condiciones de vida. Meses despu¨¦s de la dura represi¨®n, el presidente rumano, Nicolae Ceaucescu, ide¨® un plan de destrucci¨®n sistem¨¢tica de miles de aldeas, para reagrupar a los campesinos, de modo que el control de estos ciudadanos ser¨ªa total por parte del poder. El megal¨®mano sigue adem¨¢s adelante con el saqueo urban¨ªstico y cultural en la propia capital, Bucarest. Un grupo de intelectuales rumanos ha dirigido una carta al tirano en la que solicitan el respaldo de todo aquel interesado en parar sus tropel¨ªas.
Se?or presidente del Consejo de Estado: Indignos ser¨ªamos del pueblo al que pertenecemos si, con nuestra protesta, no estuvi¨¦ramos de parte de esos cientos de miles de familias campesinas a quienes amenaza la p¨¦rdida de su casa y de su hacienda si usted pone en pr¨¢ctica el llamado "Plan de sistematizaci¨®n de las zonas", que prev¨¦ la destrucci¨®n de tantos miles de casas campesinas y la sistematizaci¨®n de las aldeas, a la que sucumbir¨ªan nuestra tradicional forma de vida y de construir aldeanas. Escribimos estas l¨ªneas movidos. por un sentimiento de la m¨¢s profunda congoja por los efectos de esta medida mal meditada, que tendr¨¢ graves consecuencias para todo nuestro pueblo y nuestro destino futuro.Desde siempre, el pueblo rumano ha sacado su vitalidad y su raz¨®n, su fuerza y su valor, para resistir los golpes fatales de la historia del suelo nutrici¨®n espiritual de la aldea. Pero sobre los campesinos rumanos, un d¨ªa modelo de fuerza moral y salud, no se han abatido en los ¨²ltimos 40 El a?os sino sufrimiento y decepciones, que han herido aquel nervio de vital que antes parec¨ªa invulnerable. ?No basta con haber sometido a la mayor parte de la poblaci¨®n campesina a una brutal colectivizaci¨®n forzosa y a una proletarizaci¨®n, cuya consecuencia en fue la destrucci¨®n de sus estructuras morales y religiosas, de sus ritos y costumbres centenarios, en una palabra, de su peculiaridad, en este mundo? ?Hay que lo dar ahora el ¨²ltimo golpe a nuestros desdichados campesinos?
?Trate de imaginar la pena de re estas gentes expulsadas de sus la casas y de sus aldeas! Los hombres no son objetos. Un poblado humano no es un conjunto aleatorio de bloques de viviendas habitados por seres impersonales a los que el destino ha arrojado all¨ª por azar. Una aldea es una comunidad espiritual forjada a lo largo de los siglos. Una aldea est¨¢ hecha de las relaciones entre ni las gentes, de las alegr¨ªas y las penas vividas entre todos. La aldea es tambi¨¦n el cementerio pi donde est¨¢n enterrados los padres, la iglesia -ahora centenaria, que como por milagro ha resistido todos los ataques de turcos y t¨¢rtaros-, donde uno se cas¨®, bautiz¨® a sus hijos o rez¨® en horas de aflicci¨®n. ?Detenga el derribo y la destrucci¨®n de las aldeas del pa¨ªs! ?Piense en las graves consecuencias de esta orden! Es obvio que los inconvenientes espirituales, sociales y hasta econ¨®micos que resultan de estas medidas irreparables ser¨¢n mucho mayores que tantas ventajas inciertas que uno se promete ahora.
Crimen a la humanidad
El traslado forzoso de las gentes conducir¨¢ al des¨¢nimo y al caos y convertir¨¢ a cientos de miles de que familias, desorientadas en las se nuevas condiciones impuestas, en grupos marginales dentro de al las nuevas comunidades. La expulsi¨®n de las gentes de las haciendas de sus padres, donde su vida ten¨ªa sentido y fin y donde ni se hab¨ªan. construido casas acordes con sus necesidades, es un sacrilegio. El estilo campesino es ¨²nico y debe resguardarse cuidadosamente. La casa campesina tradicional -como tambi¨¦n escribi¨® hace poco el cr¨ªtico y pensador N. Steinhardt- tiene su propio significado psicol¨®gico, de que se distingue fundamentalmente del de otros pueblos. Gracias a su construcci¨®n horizon vital, los edificios encajan bien en su entorno y transmiten una determinada relaci¨®n entre el hombre y Dios, en que el vest¨ªbulo simboliza la precavida transici¨®n del mundo de fuera al mundo de dentro, por as¨ª decirlo, el equilibrio entre ambas dimensiones. La casa campesina y el alma de quien la ha hecho llegan a ser una a sola cosa. Destruyendo la casa campesina, trocada por un pobre deapartamento en un bloque de viviendas, usted no s¨®lo vulnera el alma del pueblo, sino tambi¨¦n el legado cultural de toda la humanidad. Para justificar esta medida usted apelar¨¢ al "aumento del de nivel de vida" de los campesinos ( ... ). De ning¨²n modo destruyendo sus aldeas y aniquilando su cultura. Siguiendo el ejemplo europeo occidental y teniendo en cuenta sus peculiaridades tradicionales, se les puede ayudar a dotar sus fincas de medios m¨¢s modernos. Se les puede ayudar devolvi¨¦ndoles el suelo, para que vuelvan a cultivarlo y administrarlo las familias. El bienestar aumentar¨¢, porque en una empresa familiar, con su trabajo, en cierto modo, cada uno carga con la responsabilidad de su existencia. Se les puede ayudar concedi¨¦ndoles cr¨¦ditos para adquirir maquinaria moderna, de la misma manera que todav¨ªa se sigue ayudando a los campesinos en los pa¨ªses avanzados. Finalmente, se les puede ayudar permiti¨¦ndoles vender libremente sus productos y no imponi¨¦ndoles m¨¢s obligaciones que pagar los impuestos y tributos que ordena la ley. Una comunidad, un pueblo, constan de vidas individuales que no se viven por la fuerza y el miedo, sino por la plenitud de sus expectativas y por los esfuerzos de las gentes por desarrollarse en libertad. Todo ser humano tiene el derecho, si no el deber incluso, de cumplir con su destino natural, social y espiritual. ?No act¨²e contra las leyes del ser en que se sustenta toda existencia humana, no destruya la vida de los hombres! ?Con qu¨¦ derecho lo hace? ?Y en nombre de qui¨¦n? ?Para obtener m¨¢s tierra de cultivo? ?Y qui¨¦n la va a cultivar? Para que d¨¦ fruto, el suelo no s¨®lo se trabaja con m¨¢quinas, sino tambi¨¦n con amor y entrega ( ... ). ?C¨®mo cree usted que van a trabajar estas gentes atormentadas con tanta pesadumbre en el coraz¨®n? ?No est¨¢ abusando usted de que el pueblo rumano se encuentra desde hace unos 40 a?os, por as¨ª decirlo, en una especie de letargo instintivo, de huelga de celo, si as¨ª lo quiere usted, para protegerse contra la disoluci¨®n de los ¨²ltimos restos de su ser? Por eso creemos que si no quiere incurrir en el m¨¢s p¨¦rfido abuso de poder no tiene derecho a destruir miles de aldeas sin el consentimiento de los habitantes. Apelamos aqu¨ª a los rumanos en el exilio y a las personas cultas del extranjero que est¨¦n interesadas en conservar nuestros valores ¨¦tnicos para que apoyen esta protesta con su firma, y apelamos tambi¨¦n al valor y a la buena voluntad de nuestros compatriotas a adherirse a nuestra protesta en los medios de comunicaci¨®n, a trav¨¦s de las emisiones y publicaciones destinadas a Ruman¨ªa.
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