Las inercias del cambio y la reforma
Una caracter¨ªstica de cualquier proyecto de alta complejidad es el sentimiento de frustraci¨®n que embarga a sus protagonistas en un momento dado del recorrido y que les lleva a constatar: "Estamos parados, esto no avanza".Siempre existe el riesgo de que un manager desconsiderado, inconsciente de la incertidumbre interna consustancial a todo proyecto de este tipo, eche por la borda a?os de esfuerzos y conocimientos acumulados decidiendo su interrupci¨®n. Pero en t¨¦rminos pol¨ªticos la sensaci¨®n de d¨¦j¨¢ vu y de que esto no avanza ha durado demasiado -Plat¨®n, cansado de estimular reformas sucesivas, conclu¨ªa diciendo: "Todos los pa¨ªses est¨¢n mal gobernados"-
Lo que la gente reclama ahora es un manager desconsiderado que arremeta contra las inercias centenarias e impulse un gran salto adelante en la pol¨ªtica de libertades, igualdad de oportunidades y solidaridad social.
?De d¨®nde surgen esas inercias? Es probable que los viejos mecanismos de ajuste a condiciones nuevas hayan desaparecido sin que, en lugar de los matrimonios reales, las revoluciones o la guerra, hayan aflorado mecanismos igualmente decisivos. Las burocracias nacionales no contraen matrimonio al modo de la realeza; la guerra, aunque sea local, convierte al resto del mundo en bomberos apresurados -una vez experimentadas unas cuantas armas- para evitar el incendio generalizado. Y los hoy marginados -drogadictos, delincuentes, v¨ªctimas del cambio balanceados en las bolsas de miseria- no est¨¢n por la revoluci¨®n. En otras palabras: han desaparecido los viejos y probados mecanismos de adaptaci¨®n a las nuevas realidades.
La segunda gran inercia al cambio tiene que ver con la singular man¨ªa de acumular inventarios. Las empresas se protegen contra las contingencias de la producci¨®n o el mercado almacenando existencias; los bancos, cumplimentando sus coeficientes de caja o liquidez, y el Gobierno, permitiendo la creaci¨®n por sedimentaci¨®n de una gran reserva de parados. Por definici¨®n, los inventarios se financian siempre por si fallan los planes de los agentes econ¨®micos o las cosas no funcionan.
Los inventarios y dem¨¢s colchones de seguridad a los que tan acostumbrados tiene a los espa?oles su historia agitada est¨¢n para encubrir la realidad inh¨®spita. Los problemas creados por la aver¨ªa de una m¨¢quina dos veces por d¨ªa pueden diluirse con un nivel adecuado de inventarios; en estas condiciones s¨®lo el operador de la m¨¢quina y el oficial de mantenimiento son conscientes del desperfecto. Bastar¨ªa con reducir a cero los inventarios para que aflorara la triste realidad de que algo no funciona.
?Qu¨¦ misi¨®n especial cumplen los alarmantes niveles de paro sino encubrir los graves defectos de la sociedad espa?ola en campos tan esenciales como la formaci¨®n profesional, sistema educativo, pol¨ªtica regional, transporte, fiscalidad y asimilaci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas? Los que se acomodan f¨¢cilmente a un nivel de desempleo elevado son reacios a los cambios y reformas en profundidad y prefieren enmascarar con estos inventarios alarmantes un pa¨ªs que no funciona. Mientras persista la man¨ªa singular y generalizada de los inventarios, la sociedad espa?ola -como el director de la f¨¢brica con la m¨¢quina recurrentemente averiada- no podr¨¢ cobrar conciencia de los problemas reales, ni habr¨¢ incentivo para resolverlos e impulsar el cambio.
Existe otra raz¨®n fundamental de la exasperante lentitud del cambio social: paralelamente a los grandes descubrimientos cient¨ªficos y tecnol¨®gicos no se ha producido desde los a?os veinte ning¨²n hallazgo relevante en materia de sistemas de organizaci¨®n, ya sea familiar, productiva o social. La gente no sabe c¨®mo organizarse todav¨ªa en los nuevos escenarios. La introducci¨®n de la cadena de montaje ideada por Ford en los a?os veinte revolucion¨® todos los esquemas productivos y tuvo poderosas influencias en los sistemas de organizaci¨®n social. El flujo continuo, la coordinaci¨®n de tareas, la regularidad de las secuencias, la aceleraci¨®n de los ritmos y la eliminaci¨®n de innecesarias operaciones de carga, descarga y almacenaje represent¨® un invento organizativo sin precedentes. Los sistemas educativos y parte del entramado social se fueron paulatinamente adaptando a las exigencias de la cadena de montaje: simplificaci¨®n de las tareas en sus partes m¨¢s sencillas con vistas a la utilizaci¨®n de vol¨²menes ingentes de mano de obra no cualificada, especializaci¨®n del trabajo en centenares de oficios, y sistemas objetivos de control. Ning¨²n invento parecido ha surgido desde entonces que responda a las nuevas exigencias de la producci¨®n moderna: mano de obra altamente especializada, componente tecnol¨®gico elevado de los procesos de producci¨®n, movilidad y participaci¨®n. Sin un punto de referencia b¨¢sico de organizaci¨®n en la producci¨®n, las f¨®rmulas organizativas familiares, educativas y pol¨ªticas no acaban de cristalizar. El cambio del siglo XXI se ve forzado a penetrar trabajosamente en ¨¢mbitos organizados conforme al siglo XIX.
La concentraci¨®n creciente de informaci¨®n, conocimientos acumulados y tecnolog¨ªa en unas pocas regiones y pa¨ªses est¨¢ generando nuevas desigualdades planetarias en el ejercicio del poder econ¨®mico y niveles de empleo, que obstaculizan el progreso y la reforma social. Esos conocimientos acumulados son las nuevas materias primas de la vida econ¨®mica. La supervivencia de la sociedad civil a escala global depende de que se reduzcan esas diferencias facilitando el acceso de las regiones y pa¨ªses con infraestructuras tecnol¨®gicas m¨¢s d¨¦biles a las redes del conocimiento t¨¦cnico. Sin ello no puede haber cambio ni avances sociales para m¨¢s de las tres cuartas partes de la poblaci¨®n mundial.
Por ¨²ltimo, parece evidente que si no prospera la reforma social es porque, a fuerza de fracasos, revoluciones secuestradas y promesas incumplidas, las gentes albergan dudas leg¨ªtimas y crecientes sobre las posibilidades mismas de que el cambio realmente se produzca.
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