Mozart, en el campo de tiro
Tras el ¨¦xito de su primer programa en TV-3, La Trinca estren¨® ayer su nuevo espacio, esta vez en TVE, desde Sant Cugat, o mejor dicho, desde el champin hinchable que al prop¨®sito se ha levantado.Como en su precedente auton¨®mico, este primer ejemplar de Tariro, tariro ten¨ªa como invitado al se?or ministro de la guerra, Narc¨ªs Serra. Para la ocasi¨®n montaron un peque?o catafalco para que el ilustre hu¨¦sped inaugurara solemnemente la nueva criatura televisiva de La Trinca. Todo estaba dispuesto seg¨²n el reglamento protocolario: primero, el corte de cinta, y luego, el champa?azo contra la pantalla. Por cierto, casualmente, la cinta que cort¨® el se?or ministro era de un amarillo as¨¦ptico, quiz¨¢s para evitar suspicacias o mal entendidos, vaya usted a saber.
Viendo esta primera entrega de Tariro, tariro, la comparaci¨®n con el No passa res de la competencia resulta inevitable. A grandes rasgos, la estructura del nuevo programa es muy parecida a la del anterior, y no s¨®lo eso, sino que incluso se retoman algunas f¨®rmulas del original, como la escena de los trincos en el cielo o la estampa del sof¨¢ familiar ante el televisor. De todas maneras, a pesar de estas semejanzas estructurales, hay diferencias notables, sobre todo en calidad de realizaci¨®n, mucho m¨¢s primaria y simple en este caso, y tambi¨¦n en agilidad. Ya se sabe que se trata de un espacio de retales, pero, de momento, Tariro, tariro parece no estar cosido con demasiada gracia.
Temperatura irrisoria
Al margen de su realizaci¨®n t¨¦cnica, la fortuna del programa descansa, claro est¨¢, en el humor y la m¨²sica de La Trinca y en el inter¨¦s que pueda suscitar el invitado. Por tanto, es dif¨ªcil que, de cabo a rabo, el espacio pueda mantener una constante temperatura irrisoria, como es dif¨ªcil que todos los personajes puedan dar un buen juego. En esta inauguraci¨®n, digamos que hubo una de cal y otra de arena. Junto a scketchs muy sobados, como el de Mister Fucker o el del burdel neol¨ªtico, y chistes f¨¢ciles como el que dedicaron a Guerra, en cambio hubo otros momentos m¨¢s afortunados, como cuando ese presentador de televisi¨®n anuncia que ha llegado el momento de leer las noticias y, lo dicho hecho, se pone a leer la prensa, o ese divertido di¨¢logo de besugos que transcurre en la Casa Blanca con Reagan de protagonista y Felipe Gonz¨¢lez al aparato.Con sus intervenciones a contrapelo, Josep Mar¨ªa Mainat fue, de largo, el trinco que m¨¢s chispa y salsa le puso al asunto, ayudado, eso s¨ª, por el convidado de guerra que, cuando le preguntaron que quien mandaba en su casa, dijo que "de lunes a viernes manda mi mujer, y el s¨¢bado y domingo... tambi¨¦n".
El ministro estuvo divertido y mostr¨® su desmesurado esp¨ªritu pacifista diciendo que "lo que no era normal es que s¨®lo hubieran hombres en los ej¨¦rcitos". Cuando el ministro dijo aquello de que "soy una persona un poco insensata", algunos pensaron que dedicaba su confesi¨®n a los neur¨®ticos ecologistas y que iba a retractarse de alguna imprudencia ministerial. Pero no fue as¨ª. La dedicatoria a los impacientes protectores de flora y fauna lleg¨® un poco m¨¢s tarde, cuando el ministro aclar¨® que los cacahuetes que caer¨ªan en el campo de tiro eran de broma, que no estallaban, "que son bombas llenas de arena". Vaya peso que nos ha quitado de encima.
Como despedida pac¨ªfica, el ministro interpret¨® un c¨¦lebre fragmento del concierto para piano y orquesta de Mozart. Y, tras el peque?o concierto, malas lenguas dicen que en Anchuras no pod¨ªan creer que un cordial, sonriente, bonach¨®n pianista aficionado que, para m¨¢s cruz, interpret¨® El cant dels ocells, sea quien les ha metido las bombas en el jard¨ªn. A lo dicho, que son bombas sin mecha, tariro, tariro.
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