Nuestra querida depresi¨®n
La tinta como bilis negra, la otra bilis de los latinos, la antigua melancholia: etimol¨®gicamente, bilis o veneno negro. Del a?o 800 en adelante, las letras han estado estrechamente vinculadas a la aflicci¨®n (Rimbaud y los simbolistas), al opio (de Quincey, naturalmente), al humo (Svevo y Pessoa) y finalmente a los distintos ¨¢cidos de la generaci¨®n beat; en la ¨¦poca en que incluso los textos imaginativos emergen de un ordenador, hay quien vuelve a establecer esa antigua relaci¨®n entre la tinta y la bilis negra.Y as¨ª lo hace Julia Kristeva en un libro extra?o y extraordinario (Melancol¨ªa); es un libro que habla de la infelicidad, del sufrimiento, de la tristeza, del aniquilamiento y de la muerte del alma, o, si se prefiere una denominaci¨®n psiqui¨¢trica, del dolor de la mente.
Esta obra de Kristeva es bastante exc¨¦ntrica, por su composici¨®n y por el concepto que constituye su eje. La autora a¨²na en ¨¦l textos de ling¨¹¨ªstica y de psicoan¨¢lisis (Vida y muerte de la palabra), un texto de est¨¦tica (La belleza: el otro mundo del depresivo), un texto de cr¨ªtica de arte (El Cristo muerto de Holbein), m¨²ltiples destellos sobre Dostoievski (La letra del sufrimiento y el perd¨®n), textos cr¨ªticos sobre Nerval y sobre Marguerite Duras y, para terminar, tres cr¨®nicas, pues no sabr¨ªa bien c¨®mo llarnarlas, que est¨¢n a mitad de camino entre un informe cl¨ªnico y un romance: tres historias de mujeres que han contado sus vivencias a Julia Kristeva. Se llaman Figuras de la depresi¨®n femenina.
Pero lo que despierta curiosidad en este libro, adem¨¢s de la fascinaci¨®n que la inteligencia de Kristeva ejerce sobre el lector, es la tesis que lo conduce: la llamada melancholia de los cl¨¢sicos, ese talante que ha alimentado al Belerofonte hom¨¦rico, a Ovidio, Durero, Pascal, Nerval, Baudelaire y muchos otros; la saturnidad de la que se ocuparon Arist¨®teles, Galeno y Marsilio Ficino; esta melancholia, hoy, para. Julia Kristeva, tiene otro nombre y otro rostro: es la depresi¨®n.
Julia Kristeva explica de forma sumamente convincente que la depresi¨®n es la enfermedad del siglo; contra esta enfermedad existen antidepresivos qu¨ªmicos, maravilloso invento que elimina el s¨ªntoma, pero no la causa del dolor, y un contradepresivo, el psicoan¨¢iisis, que busca las causas del dolor de la mente no para eliminarlo, sino para que sea asumido, para digerirlo, si puede decirse as¨ª, para absorberlo dentro del propio an¨¢lisis. Pero el dolor de la mente permanece.
El depresivo, ateo radical, persigue un ideal m¨ªstico a su modo; el dolor es para ¨¦l una dimensi¨®n temible y, sin embargo, atrayente, mal¨¦fica y perturbadora, y en cierto sentido revolucionaria, porque deteriora las ra¨ªces de toda una cultura. Julia Kristeva afirma que el depresivo, negando su sentido a la vida, toca las ra¨ªces de la cultura, que en un tiempo fueron religiosas. La escritora se pregunta: ?una civilizaci¨®n que abandona el sentido de lo absoluto del sentido no es forzosamente una civilizaci¨®n que ha de enfrentarse con la depresi¨®n? Y a¨²n m¨¢s, ?no es el ate¨ªsmo impl¨ªcitamente depresivo? Y tambi¨¦n, ?d¨®nde se encuentra la inmanencia optimista del ate¨ªsmo impl¨ªcitamente depresivo? ?En la forma? ?En el arte?
En resumen, mediante la depresi¨®n, que es una prueba suprema, seg¨²n Kristeva, se produce "una crisis reveladora de la verdad del ser". Mediante esta crisis a trav¨¦s de 'los siglos se modifican las formas art¨ªsticas y la cultura. Y ella se pregunta: ?y c¨®mo se modificar¨ªan el pensamiento y las formas art¨ªsticas si no se hubiese afrontado au pr¨¦alable su trivialidad y su utilidad?
En otras palabras: la depresi¨®n al l¨ªmite de la creatividad, o tambi¨¦n la depresi¨®n como condici¨®n indispensable para la creatividad y el cambio. Es cierto, modificando el pensamiento se modifica a la vez la postura modificadora. Tambi¨¦n la melancol¨ªa transformadora se transforma: digamos que la melancol¨ªa se acopla a los tiempos, se abre al mundo moderno de una forma nueva.
Y si la melancol¨ªa se adecua a la modernidad, la modernidad se adecua a la melancol¨ªa. Si corruptio s¨¢nguinis, desesperatio intabilitas loci son rasgos que a¨²nan el spleen de los simbolistas con la antigua abulia medieval, con la n¨¢usea sartriana, por ejemplo, aparece una melancol¨ªa fuertemente estructurada y provista de un apoyo metaf¨ªsico en relaci¨®n con Dasein o, para decirlo con un t¨¦rmino filos¨®fico, con el ser.
Y sin embargo (nos lo recuerda Sandra Teroni), el manuscrito que Sartre entrega a Gaston Gallirnard no era La naus¨¦e, sino precisamente Melancholia. Fue el gran editor franc¨¦s quien adivin¨® en la obra de Sartre una ruptura provocadora, al insistir en el t¨¦rmino m¨¢s trivial y m¨¢s s¨®rdido de naus¨¦e, lo que m¨¢s tarde, parad¨®jicamente, contribuy¨® a la suerte del libre.
En el fondo, Sartre ve¨ªa en el dolor de la mente del personaje Roquentin el cl¨¢sico rostro de la melancholia. Puede que fuera incluso ese rostro humano que Durero tall¨® en 1514 y que corresponde a la concepci¨®n human¨ªstica del esp¨ªritu de Saturno (pienso en la interpretaci¨®n de Panofsky): esa concepci¨®n que aunaba Saturno y Geometr¨ªa y de la que se desprend¨ªa el que los melanc¨®licos son transportados a la figuraci¨®n, no meditan en abstracto, sino a trav¨¦s de im¨¢genes concretas.
Y a estas alturas, para quien sienta curiosidad por la melancol¨ªa y sus derroteros literarios deseo se?alar un libro reciente de una intelectual italiana que arroja luz con gran agudeza y sabidur¨ªa sobre las novedades que La n¨¢usea sartriana ha introducido en el amplio espacio de la melancholia cl¨¢sica y ochocentista (Sandra Teroni, L?idea e la forma, L?approdo di Sartre alla scrittura letteraria).
L'idea e la forma es un ensayo totalmente dedicado a la gran obra sartriana, pero el cap¨ªtulo que nos interesa es sobre todo el primero; se titula La seduzioni della malinconia. Partiendo de la influencia de Durero sobre Sartre, Sandra Teroni vuelve a recorrer el camino que ha llevado al fil¨®sofo franc¨¦s a redescribir la melancholia de Durero con la f¨®rmula de quien (seg¨²n L¨¦vinas) se siente "aplastado por el peso del ser". Una importante novedad que hace de bisagra entre la melancholia y la n¨¢usea es el hast¨ªo, que, seg¨²n Sandra Teroni, est¨¢ presente en la obra en dos vertientes: como elemento detonante del temperamento melanc¨®lico y como salida obligada que conduce a la negaci¨®n del sentido. Pero un hast¨ªo que ya no pertenece, seg¨²n la f¨®rmula aristot¨¦lica, al melanc¨®lico cong¨¦nito o a todos los que han alcanzado una cierta superioridad en las artes, sino que es consecuencia de una enfermedad que sufre el personaje Roquent¨ªn. En el cap¨ªtulo El casi) cl¨ªnico, Sandra Teroni indaga con minuciosidad en la morf¨®loga de la n¨¢usea de Roquentin, en una enfermedad compleja en la que Roquentin cae como reabsorbido por una fuerza destructiva de la que deseconoce su origen y sus efectos.
La tesis de Kristeva encuentra en el estudio de S. Teroni una s¨®lida confirmaci¨®n: la melancholia sartriana es una forma depresiva bastante estructurada mediante la que la mela
l¨ªa se acopla al novecientos. Despu¨¦s de La naus¨¦e, el rostro melanc¨®lico, al menos en la literatura, ya no ser¨¢ el mismo. Ahora, citando a Kristeva, "no es tanto el sexo lo que incomoda o produce miedo, sino el dolor constante, el cad¨¢ver potencial que somos nosotros mismos. La depresi¨®n es el secreto casi sagrado de nuestra ¨¦poca". "La melancholia de los cl¨¢sicos que ha alimentado al Belerofonte hom¨¦rico, a Ovidio, Durero, Pascal, Nerval, Baudelaire y a muchos otros hoy tiene otro nombre y otro rostro... El dolor es una dimensi¨®n temible y, sin embargo, atrayente, mal¨¦fica, conturbadora y en cierto sentido revolucionaria".
Traducci¨®n: Pilar Puente.
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