El cineasta ruso Nikita Mijalkov asiste al primer ciclo completo de su obra
Estos d¨ªas se proyecta por primera vez, de manera conjunta, toda la obra como realizador del cineasta ruso Nikita Mijalkov. Tras la proyecci¨®n de su famosa Oblomov, Mijalkov ofreci¨® en la madrugada del lunes, durante una apasionante conferencia de prensa, el lado menos conocido de su talento: el de inimitable actor, capaz de convertir un acto tan rutinario como ¨¦se en un espect¨¢culo inimitable.
Persona aparentemente extravertida y visceralmente necesitada de actuar, Mijalkov convierte en escenario all¨ª donde pone los pies. Su genio histri¨®nico es inagotable. Puede, durante horas, contar historias, gesticular hasta m¨¢s all¨¢ de lo imaginable, hipnotizar a un auditorio con serias reflexiones cortadas repentinamente con una imprevisible salida humor¨ªstica. As¨ª empez¨® su perorata ante una sala de prensa atestada: "Ten¨ªa la esperanza de que no viniera nadie".Se acababa de proyectar Oblomov, una magistral conversi¨®n en im¨¢genes de la novela de Goncharov. "La novela", dice Mijalkov, "es de hace m¨¢s de un siglo, pero sigue siendo de hoy. Todo ya est¨¢ dicho en este mundo. No hay nada nuevo de qu¨¦ hablar. Hemos aprendido a resolver con menos esfuerzo nuestras contradicciones fundamentales, como el amor y el desamor, o la armon¨ªa y el desorden, pero esta facilidad para resolver las viejas cuestiones eternas empeque?ece nuestro esp¨ªritu"."Somos", prosigue el cineasta, "gente petulante la de este mundo del cine. Nos creemos que nuestro talento es nuestro. Pero he llegado a la convicci¨®n de que quien tiene talento no es due?o de ¨¦l. Si en una obra de creaci¨®n hay talento, el autor de esta obra es ¨²nicamente un transmisor de ¨¦l, no su due?o".
Melancol¨ªa
"Esta idea hace de m¨ª una persona que, aunque parezca lo contrario, tiende a la tristeza y la nostalgia. Quiero crear, pero crear me impide vivir. ?Saben ustedes que no s¨¦ ver una puesta de sol? Siempre que miro c¨®mo se pone el sol almaceno la imagen en la memoria para utilizarla en alguna pel¨ªcula. Hacer cine es una manera de vivir, pero una manera empobrecedora de la vida. Crear es dejar de vivir. Por ello, los que nos dedicamos a esto somos gente anormal, personas deficientes".Le preguntan a Mijalkov c¨®mo compagina su doble condici¨®n de actor y director. "Cuando alguien me dirige", dice el cineasta, "yo pienso que me dirigir¨ªa a m¨ª mismo mucho mejor que lo hace ¨¦l, y cuando yo dirijo a un actor estoy seguro de que yo actuar¨ªa mucho mejor que ¨¦l. Naturalmente, en los dos casos me equivoco. Pero uno tiene que equivocarse; es un indicio de que sigue vivo. Por lo dem¨¢s, es bueno ser actor cuando se es director, porque un actor siempre enga?a a los directores que no son actores".Mijalkov hace cine porque no sabe hacer m¨²sica. "Los rusos somos gente que ama su pasado odia su presente y teme su futuro. Esto es un c¨ªrculo cerrado sobre el que buscamos la armon¨ªa que para m¨ª est¨¢ en la m¨²sica. Y no s¨®lo en la m¨²sica convencional, sino en toda m¨²sica, comenzando por la de la naturaleza cuyo acorde primordial es el silencio", afirma este ruso ruidoso de torrencial palabra.Le preguntan al director de Ojos negros por su pr¨®xima pel¨ªcula: "Se titular¨¢", responde "El barbero de Siberia, y el gui¨®n est¨¢ escrito para Meryl Streep, pero ser¨¢ una pel¨ªcula m¨ªa, se lo aseguro, y, por tanto, una pel¨ªcula rusa. Lo que importa no es d¨®nde se hace cine, sino las ra¨ªces que te alimentan cuando uno lo hace. ?sa es la verdadera cuesti¨®n: un artista es un ¨¢rbol, pues s¨®lo crece en su propia tierra"."Adem¨¢s hay que tener en cuenta que hacer cine es siempre dif¨ªcil en todas partes. Cada pel¨ªcula que hacemos es siempre la primera. Hacer cine es como padecer una enfermedad: en mi pa¨ªs, como en Italia o en Espa?a. Cuando estuve en Hollywood me di cuenta de que cuando empezaban los rodajes a las nueve de la ma?ana, los actores ya estaban borrachos. Es decir, lo normal. En mi pa¨ªs ahora hay l¨ªmites que se est¨¢n desbordando. Puedo hacer cine fuera si quiero, pero, haga lo que haga, me temo que ser¨¢ siempre cine ruso". Cuando Mijalkov termina de hablar son ya altas horas de la madrugada. Comenz¨® tenso. Ha ido poco a poco adue?¨¢ndose de la sala. Sus palabras son inseparables de su gesto: las act¨²a, las vive. Son palabras irreproducibles en letra. Hay que verle decirlas para descubrir la rara mezcla de humor y de dolor, de alegr¨ªa y de pesimismo que encubre.
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