Jarrett bifronte
Bingo. Era dif¨ªcil pronosticar sobre el concierto de Keith Jarrett, pero acertamos de pleno. Dijimos que era probable que Jarrett quisiera repetir su concierto de Colonia, pero que tambi¨¦n pod¨ªa tocar canciones populares o El clave bien temperado.Y as¨ª fue. El piano en el centro del escenario, el respeto del p¨²blico -aunque el divo reproch¨® alguna tos-, remit¨ªan a los conciertos de Colonia, Bremen y Lausanne. El arranque del recital, un tema reposado y l¨ªrico, son¨® todo lo que es legalmente aconsejable a otro famoso concierto, el de Aranjuez, aunque sin la nobleza de la melod¨ªa de Joaqu¨ªn Rodrigo. De ah¨ª pas¨® Jarrett a un desaforado contrapunto, para desembocar en un ostinato calcado del que hace cuando toca God bless the child, pero menos. Era un ostinato poco obstinado, un ostinato que se obstinaba en no obstinarse. S¨ª le bast¨® a Jarrett para espa?olear un rato, y de paso exhibir su muestrario de expresiones corporales. Y tambi¨¦n acertamos aqu¨ª: en noche de luna llena, Jarrett hizo su interpretaci¨®n m¨¢s acabada del hombre lobo: se ergu¨ªa, los hocicos en alto, y ora aullaba, ora rug¨ªa entre dientes, como si maldijese la prisi¨®n musical en que ¨¦l mismo se hab¨ªa metido. La cadena no era perpetua, por suerte, y Jarrett sali¨® con unos toques regulares y arpegiosos que recordaban cuando hab¨ªa m¨¢s respeto y en la radio daban la hora no con pitidos, sino con el carill¨®n de C¨®rdoba. Luego el maestro dej¨® que los dedos le discurrieran sobre el teclado hasta que el reloj, ostensiblemente depositado sobre el piano, indic¨® la hora de terminar.
Keith Jarrett
Auditorio Nacional. Madrid, 24 de octubre.
Pero tambi¨¦n dijimos que Jarrett era hombre de contrastes, y acertamos de nuevo. As¨ª como Jano, dios bifronte, salv¨® a Roma desencadenando un torrente de agua, Keith Jarrett, pianista de dos caras, salv¨¦ su concierto en el arranque de la segunda parte, soltando el chorro de la inspiraci¨®n. Surgi¨® entonces el Jarrett que, afincado en el blues y el gospel, no se anda con remilgos y sigue el paso de b¨¢rbaros como Les McCann y Rarnsey Lewis. Fue un momento feliz; hasta los fallos estaban bien, porque demostraban que la m¨²sica se pon¨ªa l¨ªmites, que no todo val¨ªa. Se obstin¨® luego el maestro en un nuevo ostinato, m¨¢s que nada para ir tirando. Pero esta vez el recurso particip¨® del ambiente creado y, oh nostalgia, trajo ecos del On the road again, de Canned Heat y -fijense si somos buenos- las Cebollas verdes, de Booker T. Todo se disolvi¨® de repente en armon¨ªas f¨¢ciles, y de ah¨ª hasta terminar no sucedi¨® nada, o sucedi¨® la nada. Una nada en la que Jarrett segu¨ªa movi¨¦ndose y uno tambi¨¦n, pero ya de puro aburrimiento.
Hubo aplausos. Era el momento de una canci¨®n bonita, y Jarrett regal¨® la que m¨¢s, Over the rainbow, en versi¨®n que quer¨ªa ser delicada y sali¨® empalagosa. Valoremos la intenci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.