Tr¨¢fico y democracia
Parece un lugar com¨²n aceptado y comentado por todos que la circulaci¨®n en Madrid atraviesa por un per¨ªodo congestivo que nos hace recordar los grandes atascos de los finales sesenta y aflorar la mejor¨ªa que experiment¨® a final de los setenta.Pero lo que no se expone suficientemente, o lo que deliberadamente se oculta, es que la nueva situaci¨®n de este final de d¨¦cada no se debe tan s¨®lo a la insuficiente capacidad de las calles de Madrid para dar cabida a una circulaci¨®n ciertamente en alza o a una mala reglamentaci¨®n de la circulaci¨®n y el aparcamiento. Lo que, a mi entender, es la causa principal de este aumento de la congesti¨®n circulatoria, o al menos un factor de gran trascendencia en la misma, es el incumplimiento generalizado de algunas de las m¨¢s elementales normas de circulaci¨®n por parte de numerosos conductores. M¨¢s concretamente, el sistem¨¢tico incumplimiento de las regulaciones y prohibiciones del estacionamiento.
En efecto, lo que resulta novedoso en el actual funcionamiento de la circulaci¨®n en Madrid es que en la mayor¨ªa de las calles del centro urbano los coches aparcan permanentemente en las zonas reservadas a carga y descarga, en las zonas en que est¨¢ prohibido aparcar, en las zonas reservadas para servicios de urgencia, en las esquinas y cruces de calles, en los carriles bus y en una doble fila casi continua todo a lo largo de las calles y, a menudo, a ambos lados de las mismas.
Consecuencias directas
Este sistem¨¢tico incumplimiento de las normas de estacionamiento tiene consecuencias directas sobre la circulaci¨®n que parecen olvidarse.
Por un lado, las dobles filas o el estacionamiento en zonas prohibidas reduce la secci¨®n libre de la calle, lo que implica una reducci¨®n en su capacidad de canalizaci¨®n del tr¨¢fico que, en definitiva, se traduce en mayor congesti¨®n y atascos. Este hecho,- con toda su obviedad, no ha sido, sin embargo, valorado en toda su magnitud. Magnitud real que aparece al comprobar, por ejemplo, que en una calle como Cea Berm¨²dez-Jos¨¦ Abascal, que dispone de cinco carriles para la circulaci¨®n rodada, ¨¦stos se ven reducidos a tres como consecuencia de la ocupaci¨®n de los dos laterales por sendas dobles filas de coches estacionados. Es decir, se ve reducida su capacidad en un 40%. Ello significa que de cada 1.000 potenciales veh¨ªculos que podr¨ªan circular por ella en la hora de mayor congesti¨®n, s¨®lo 600 lograr¨¢n pasar por esa secci¨®n reducida.
Es importante resaltar, a este respecto, c¨®mo unas decenas de coches aparcados en doble fila son capaces de perturbar, en proporciones tan importantes, la circulaci¨®n de decenas de miles de veh¨ªculos, ya que dos o tres coches as¨ª aparcados por manzana inutilizan totalmente un carril en toda su longitud.
Por otro lado, en esta generalizaci¨®n del aparcamiento indiscriminado, los autom¨®viles invaden las zonas de cruces de peatones e incluso las aceras, dificultando notablemente la circulaci¨®n peatonal, cuando no haci¨¦ndola pr¨¢cticamente imposible. De tal forma que si, por ejemplo, en una zona comercial se pretende cruzar una calle con un coche de ni?o, el mayor problema no est¨¢ en el cruce, la dificultad reside en lograr acceder a la calzada, y el riesgo lo constituyen los recorridos por ella, a los que obliga la b¨²squeda de hueco suficiente entre coches para atravesar la barrera de veh¨ªculos estacionados.
La circulaci¨®n y aparcamiento sobre los carriles bus, una medida de eficacia comprobada para mejorar el rendimiento de los transportes colectivos de superficie y reducir la necesidad de utilizaci¨®n del veh¨ªculo privado impide la circulaci¨®n fluida de ¨¦stos, reduciendo su eficiencia al mismo tiempo que desplaza su circulaci¨®n y paradas al centro de las calles, contribuyendo a perturbar la circulaci¨®n en general.
La permanente ocupaci¨®n por turismos de las zonas de carga y descarga o las reservadas para servicios de urgencia hace que los camiones y camionetas de reparto o las ambulancias deban aparcar en doble fila e incluso bloquear completamente el tr¨¢fico en las calles m¨¢s estrechas.
Riesgo de bloqueo
Finalmente, y en muchas zonas, se llega a la paradoja de que utilizar las plazas de aparcamiento legalmente permitidas en la calzada conlleva el cada vez m¨¢s frecuente riesgo de quedar bloqueado por los autom¨®viles aparcados en doble fila. Porque lo que es caracter¨ªstico de este sistema de aparcamiento salvaje, en las zonas de carga y descarga, en las prohibidas, en los carriles bus y en las dobles filas, es que los conductores no tienen escr¨²pulos en dejar el coche totalmente cerrado, obligando a frecuentes esperas y bocinazos que hacen del conductor honesto un candidato a la violaci¨®n futura de las normas de aparcamiento.
Ahora bien, lo que es m¨¢s sorprendente en esta situaci¨®n, cuando menos injusta para los conductores respetuosos de las normas, es que se produce dentro de una total impunidad. No s¨®lo el estacionamiento ilegal cuenta con la complicidad y ayuda del personal de numerosos establecimientos comerciales y restaurantes o con el de algunos porteros de edificios, sino que cuenta con la m¨¢s absoluta pasividad de las autoridades municipales. Pasividad que se concreta en la ausencia de campa?as de educaci¨®n de los conductores y en la total inoperancia de las denuncias de los funcionarios municipales, las multas, que se imponen masivamente, al menos en las ¨¢reas donde vigilan los encargados de la ORA, y cuya lista de infracciones punibles comprende todas las comentadas.
Pues bien, si el estado de la circulaci¨®n en Madrid resulta indignante en un contexto pol¨ªtico en que se habla constantemente de modernizaci¨®n y racionalizaci¨®n, lo que resulta en extremo preocupante es que las autoridades municipales sancionen de hecho una situaci¨®n de vulneraci¨®n sistem¨¢tica de las m¨¢s elementales normas de comportamiento c¨ªvico y consagren con su pasividad que unos centenares o miles de autom¨®viles mal aparcados retrasen y trastornen la vida diaria de cientos de miles o millones de personas.
?Qu¨¦ sistema democr¨¢tico puede apoyarse sobre una vida cotidiana donde triunfa la ley de cada cual, donde no se respeta el derecho elemental de los dem¨¢s a circular, a pie, en coche o en autob¨²s, donde el ciudadano tiene que resignarse a los reducidos espacios de circulaci¨®n que le dejan los violadores de la ley? ?Qu¨¦ autoridad puede sentirse legitimada tolerando este sistem¨¢tico incumplimiento de la ley? Y, finalmente, ?qu¨¦ efecto pueden tener estos comportamientos en una joven democracia?
Porque lo que uno tiende a sospechar es que el caos de estacionamiento y circulaci¨®n no es m¨¢s que un s¨ªntoma superficial de un estado de derecho tambi¨¦n vulnerado en otras esferas legales. Y en cualquier caso, si no fuera as¨ª, si se tratara de un hecho aislado, el peligro es que estos comportamientos operen como una masiva y continua escuela de incivilidad, contribuyan a habituar al ciudadano a la violaci¨®n impune de la ley, sean, en definitiva, un aprendizaje diario de comportamientos b¨¢rbaros o antisociales, que constituyen una nueva ley de la selva donde el m¨¢s fuerte, el que puede o sabe no pagar las multas o est¨¢ protegido por complicidades, campa por sus respetos.
Cuando uno llega a Madrid desde fuera, desde el extranjero o desde otras ciudades espa?olas m¨¢s respetuosas con la ley, piensa que ha llegado a una capital africana, a El Cairo o Nairobi, ante el espect¨¢culo grotesco de una circulaci¨®n congestionada y de un aparcamiento an¨¢rquico e irrespetuoso.
Una capital que, sin embargo, pretende presentarse a Europa como su capital cultura?.
Ll¨¢mesela, si se quiere, la capital de las exposiciones de arte o de los conciertos de rock, o incluso de las nuevas tecnolog¨ªas. Pero no capital culturaL Porque cultura significa, ante todo, civilizaci¨®n, sensibilidad, respeto a los dem¨¢s..., algo totalmente re?ido con el salvajismo que impera en la vida cotidiana.
es doctor ingeniero de Caminos, profesor titular de Urbanismo en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid.
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