Fernando Vela
Fernando Garc¨ªa Vela (1888-1966), Fernando Vela para todos: un hombre al que el destino ha ido dejando en la penumbra a pesar de haber sido uno de los intelectuales de m¨¢s alta categor¨ªa en el panorama de la cultura de medio siglo (1913-1966). Ovetense, pero juvenilmente asentado en el periodismo gijon¨¦s, entendi¨®, ya en su treintena, que los horizontes astures de entonces eran demasiado estrechos para el desarrollo de sus ilusiones y se lanz¨® a Madrid, donde, entre otras cosas, fue el m¨¢s ¨ªntimo, constante y fiel colaborador, disc¨ªpulo y asesor de Jos¨¦ Ortega y Gasset. No obstante, es poca la gente de las ¨²ltimas generaciones que sepa con certeza qui¨¦n fue. Y esta ignorancia se prolonga, a pesar de la excelente monograf¨ªa de T. Rodr¨ªguez Neira, Fernando Vela y Asturias, riqu¨ªsima en datos fidedignos, y de un homenaje que le rindi¨® EL PA?S con un magn¨ªfico art¨ªculo de Jos¨¦ Ortega Spottorno, que tan a fondo y conciencia conoci¨® los lazos que con su padre unieron a Vela y la enorme personalidad del gran asturiano. Del que Ortega lleg¨® a decir que era la mente m¨¢s clara que conociera.Periodista de vocaci¨®n inicial y periodista siempre, desde 1913 (El Noroeste y La Prensa, de Gij¨®n), ya en Madrid fue insigne colaborador en El Sol, del que lleg¨® a ser director en 1933. Cuando este peri¨®dico hubo de perder la trayectoria progresista marcada por Urgoiti y Ortega, Vela fund¨® y dirigi¨® sucesivamente los diarios Crisol, Luz (1931) y el Diario de Madrid (1935), precioso y selecto, pero fracasado seguramente por boicoteo en la publicidad. Luis Calvo dice que Vela ha sido el mejor periodista espa?ol de todos los tiempos.
En los primeros a?os que siguieron a nuestra guerra civil, perseguido por orteguiano y por sus ideas liberales -aunque nunca perteneci¨® a partidos pol¨ªticos-, le fue prohibido encabezar sus escritos con su nombre; pero Vela, superando la situaci¨®n, abander¨® al grupo que en Madrid preparaba la revista Espa?a Semanal, perteneciente al peri¨®dico Espa?a, que en T¨¢nger fundara su gran amigo Gregorio Corrochano y editara Luis Zarraluqui, en la que todos ellos (J. A. Cabezas, Goico Aguirre, V¨¢zquez Zamora, Vega Pico, Rodr¨ªguez de Le¨®n y otros) encontraron grata acogida cuando ten¨ªan cerradas todas las puertas. Cabezas ha escrito l¨ªneas emocionadas en su recuerdo. Encargado, al comienzo, de la cr¨®nica internacional (Rodr¨ªguez Neira), muy pronto se enfrent¨® con otros cometidos en esa misma revista y en las llamadas Mundo y Econom¨ªa Mundial.
Su primer libro, condicionado por cierto forofismo en la rivalidad entre el Sp¨®rting de Gij¨®n y el St¨¢dium de Oviedo, se titul¨® F¨²tbol Association y Rugby (1924). Sin embargo, fue a trav¨¦s de sus espaciados libros El arte al cubo y otros ensayos (1925), El futuro imperfecto (1931), El grano de pimienta (1950), Circunstancias (1952), y otros que pronto citar¨¦, con los que Vela sent¨® sus reales en la literatura contempor¨¢nea, con un castellano impecable de muy personal estilo moderno y fin¨ªsima originalidad. Creo que el tr¨ªo F. Vela, Benjam¨ªn Jarn¨¦s y Antonio Espina (Ram¨®n G¨®mez de la Serna era "otra cosa", con todo y su adhesi¨®n a la Revista de Occidente) constituye una buena representaci¨®n de la prosa creativa hispana del tiempo que vivieron. Public¨® tambi¨¦n en 1939 un libro en verso titulado Poes¨ªa en asilo, sin nombre de autor, que no he tenido ocasi¨®n de conocer.
Particip¨® en la Historia de la literatura universal (1947) de la editorial Atlas, con un muy bien documentado cap¨ªtulo sobre literatura alemana, y en el Diccionario de la historia de Espa?a, de la editorial Revista de Occidente (1952), con temas muy delicados, en los que dio ejemplo de c¨®mo deben ser compuestas las obras de este tipo.
Pero a Vela se le conoce sobre todo como secretario de la Revista de Occidente, en la que fue lugarteniente de Ortega en toda la gesti¨®n creacional y alma mater de su funcionamiento. A Ortega, sin duda el im¨¢n que lo atrajo a Madrid, lo hab¨ªa conocido en 1914, cuando ¨¦ste hizo el viaje a Asturias, descrito en Notas de andar y ver, del segundo tomo de El espectador. En la revista public¨® desde el primer n¨²mero art¨ªculos valios¨ªsimos, notas constructivas de cr¨ªtica y, bajo el ep¨ªgrafe Asteriscos, citas de alto valor cultural. Tradujo directamente algunos de los trabajos pedidos a los autores extranjeros (Simmel, Froboenius, Kretchmer, Schulten, etc¨¦tera). Para ello, de cuando en cuando le echaban una mano el mismo Ortega, o Sacrist¨¢n, o Garc¨ªa Morente, cuando Vela tropezaba con giros de dif¨ªcil interpretaci¨®n (confesi¨®n personal al firmante de esta evocaci¨®n).
En conexi¨®n con su labor en la Revista de Occidente y con la escuela de Ortega est¨¢ el tema de la labor filos¨®fica de Vela. A trav¨¦s de su contacto diario con el maestro lleg¨® a poseer ideas clar¨ªsimas sobre la filosof¨ªa contempor¨¢nea. Lo muestran dos puestas al d¨ªa, una en su revista (1927) y otra en la revista argentina S¨ªntesis, y con especial hondura su libro Ortega y los existencialismos (1961); recu¨¦rdese que Vela fue traductor y comentador de Bergson, de Husserl, de Spencer y de algunos m¨¢s y revisador de otras traducciones de obras de filosof¨ªa.
Analizador de problemas pol¨ªtico-sociales y econ¨®micos internacionales ya en El Sol (editoriales y escritos firmados y sin firmar), continu¨® haci¨¦ndolo cuando no pod¨ªa estampar su nombre. Por su gran clarividencia al juzgar las circunstancias que se daban en momentos tan cruciales de la humanidad (de 1939 a los a?os cincuenta), Vela resultaba insustituible. En las revistas Mundo y Econom¨ªa Mundial volc¨® su capacidad, y su opini¨®n fue comentada en la Prensa europea (Le Monde), aunque ignorando la autor¨ªa. Apena pensar que tales trabajos queden en el anonimato, sin enriquecer la obra libresca del autor.
Mas deseo destacar otro aspecto en la obra de Vela: el de bi¨®grafo e historiador. Sus amplios saberes en todos los campos de la cultura se hicieron m¨¢s ostensibles aun cuando despu¨¦s de nuestra contienda las necesidades vitales le apremiaron; se descolg¨® con dos estupendas biograf¨ªas publicadas bajo el seud¨®nimo H¨¦ctor del Valle: la de Mozart y la de Talleyrand (1943). De la primera me hizo inusitados elogios Ricardo Baeza, que estaba preparando otra, en dos tomos, sobre el mismo compositor; de la segunda sosten¨ªa Mara?¨®n que nadie hab¨ªa visto con tanta perfecci¨®n el retorcimiento del personaje. Pues bien, esta actividad de Vela como bi¨®grafo se complementa con la de historiador general, hecha patente en Espa?a Semanal. Bajo la denominaci¨®n conjunta de Historia (escogida por ¨¦l) y en otros casos sin ella, public¨® cerca de 1.000 trabajos (?se dice pronto!) trascendentales, cada uno de los cuales podr¨ªa ser cap¨ªtulo del mejor tratado de historia. Bas¨¢ndose en an¨¦cdotas cuyos t¨ªtulos suscitaban inter¨¦s en los lectores, eligi¨® un alto n¨²mero de acontecimientos hist¨®ricos, situ¨¢ndolos en su ambiente real, revitalizando a los personajes concernidos con una t¨¦cnica expositiva insuperable y logrando deducciones instructivas de moderno sentido historiogr¨¢fico. Todos sin firmar. De aquellos tiempos, pero firmado, es su formidable libro Los Estados Unidos entran en la historia (1946).
De los 50 a?os de su vida que dedic¨® a escribir, ocup¨® muchos en la redacci¨®n de art¨ªculos y editoriales an¨®nimos, en los que durante cierto tiempo se sustent¨®, hay que decirlo, la soluci¨®n de su vida econ¨®mica. Nunca podr¨ªa decirse con m¨¢s raz¨®n que los editores lo exprimieron, hecha excepci¨®n de Ortega. ?ste y Vela eran casi de la misma generaci¨®n, pues s¨®lo los separaban cinco a?os de edad. Todos sabemos cu¨¢n dificil suele ser que entre coet¨¢neos intelectuales surja una amistad tan ¨ªntima, magisterial en Orteag y cuasi alumnar en Vela. Esto dice mucho acerca de la categor¨ªa del primero y de la honesta disciplina del segundo.
Al repasar el periplo bibliogr¨¢fico de Fernando Vela en los trabajos de su sobrino Ram¨®n Garc¨ªa Vela y en la biograf¨ªa de Rodr¨ªguez Neira se descubre que Vela es probablemente el escritor con m¨¢s obra sin firmar. Lo publicado con seud¨®nimos y el total de sus libros firmados es s¨®lo una peque?a parte de aqu¨¦lla. Las autoridades culturales de Asturias, tan bien representadas por Manuel Fern¨¢ndez de Cera, podr¨ªan proceder a la recogida de todo lo disperso, pues Vela ha sido uno de los m¨¢ximos benefactores de la actual culturizaci¨®n hispana. Fue adem¨¢s un conversador impresionante, por lo mucho que sab¨ªa y por su elegante modo de decir, sin la m¨¢s m¨ªnima presunci¨®n ni el m¨¢s solapado exhibicionismo, tal y como era en sus escritos. Imparti¨® esencias a destajo, sin aspirar a premios ni a alcanzar fama, que despreciaba. Guillermo D¨ªaz Plaja lo calific¨® por esto de "desganado de fama".
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