A oscuras
LA DISCUSI?N de las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado no ha permitido esclarecer las intenciones del Ejecutivo en materia econ¨®mica. Siguiendo la costumbre de a?os anteriores, el Gobierno no ha presentado las cifras esenciales de la pol¨ªtica monetaria. Esta actitud contrasta con la que mantuvo el PSOE en sus tiempos de oposici¨®n, cuando reclamaba con vehemencia no ya las cifras generales del presupuesto monetario, sino incluso el detalle de ¨¦ste, aduciendo, con raz¨®n, que sin esos datos la discusi¨®n de la pol¨ªtica presupuestaria carec¨ªa de sentido.En esta primera fase del debate, el principal problema que ha quedado en la oscuridad ha sido el del car¨¢cter del presupuesto y su posible influencia sobre la coyuntura econ¨®mica a lo largo de los pr¨®ximos meses. Tras las declaraciones y advertencias, tanto del Banco de Espa?a como del Ministerio de Econom¨ªa, sobre el recalentamiento de la econom¨ªa, nos encontramos con un presupuesto caracterizado oficialmente por su car¨¢cter expansivo. Presentar un presupuesto expansivo en una situaci¨®n de exceso de demanda es algo que contradice el m¨¢s elemental sentido com¨²n. Y, sin embargo, es lo que parece desprenderse de las discusiones de estos d¨ªas, a menos, claro est¨¢, que el presupuesto no sea tan expansivo como oficialmente se dice (por ejemplo, porque se recaude m¨¢s de lo previsto), en cuyo caso los efectos sobre la coyuntura ser¨ªan diferentes. En apoyo de esta segunda tesis puede aducirse la proyectada reducci¨®n del d¨¦ficit en 1989: si todo sucede como est¨¢ escrito en el papel, el presupuesto para el pr¨®ximo a?o ser¨¢, en principio, menos expansivo que el correspondiente a 1988. Evidentemente, habr¨ªa sido deseable obtener alg¨²n grado de ilustraci¨®n sobre estos extremos, pero desgraciadamente la discusi¨®n ha ido por otros derroteros, y a la hora actual nadie sabe si el Gobierno quiere apoyar o frenar la demanda en 1989, lo cual produce un cierto asombro a la salida de un debate sobre los aspectos generales del presupuesto.
Respecto a la evoluci¨®n de las rentas, el Gobierno ha advertido que si el crecimiento de los salarios supera el 5% para el a?o que viene, aumentar¨¢ las retenciones del impuesto sobre la renta como medio de aliviar las tensiones de la econom¨ªa. Es comprensible y loable el deseo oficial de reducir la inflaci¨®n hasta cifras compatibles con las de nuestro entorno econ¨®mico, pero entonces lo que resulta incomprensible es el aumento acordado a los funcionarios, superior a ese mismo 5% que ahora se fija como el l¨ªmite compatible con los equilibrios de la econom¨ªa.
Sobre la mayor¨ªa de estos problemas la oposici¨®n ha guardado un discreto silencio. El ¨²nico punto que ha suscitado la unanimidad -en la derecha y en la izquierda, ya que ambas bandas ideol¨®gicas llevaron al Congreso las peticiones de las centrales sindicales- ha sido el de la solicitud de un cr¨¦dito extraordinario para compensar los efectos del aumento de la inflaci¨®n sobre las rentas de pensionistas y funcionarios. El ministro se ha opuesto a esta demanda con cifras que muestran que el crecimiento medio de las remuneraciones de estos colectivos supera la nueva cifra prevista para la inflaci¨®n de este a?o y no han perdido poder adquisitivo. En este terreno es l¨®gica la preocupaci¨®n oficial por reducir el grado de indiciaci¨®n de la econom¨ªa: los informes de los organismos internacionales lo recomiendan como requisito indispensable para la creaci¨®n de empleo. Por ello resulta incomprensible que el mismo d¨ªa que se rechaza la indiciaci¨®n de los salarios se apruebe la de las tarifas de las autopistas, siguiendo con ello el ejemplo de lo sucedido con las tarifas de la electricidad. En esto, como en otras cosas, el Gobierno deber¨ªa ser algo m¨¢s coherente en sus planteamientos.
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