El fin de la impunidad
EL OTRORA todopoderoso dictador filipino Ferdinand Marcos, fiel aliado norteamericano durante dos d¨¦cadas, ha sido llamado a comparecer ante la justi cia de Estados Unidos s¨®lo dos a?os despu¨¦s de que abandonara el poder bajo la garant¨ªa, expl¨ªcita o im pl¨ªcita, de no ser perseguido por los tremendos des manes cometidos durante su mandato, de los cuales no eran los menores los negocios, transparentes u ocultos, que le han llevado a detentar una de las ma yores fortunas privadas del mundo. Si Ferdinand Marcos ha logrado aplazar su comparecencia ante la justicia norteamericana por razones de salud, su esposa, Imelda, ha tenido que viajar a Nueva York y responder a los cargos de fraude y estafa al Estado filipino que el juez John Keenan ha formulado contra el matrimonio. Entre los c¨®mplices llamados a declarar figura el conocido traficante de armas Adnan Kashogui, complicado ya en el esc¨¢ndalo del Irangate y uno de los miembros m¨¢s destacados de lajet society de la Costa del Sol. El procesamiento del antiguo dictador de Filipinas rompe una tradici¨®n de impunidad que ha protegido hasta ahora a muchos dictadores emigrados y sienta un precedente muy estimable.Es cierto que el proceso se refiere solamente a una parte relativamente peque?a de las sumas fabulosas acumuladas por Ferdinand Marcos. Fuentes serias indican que dispone, por ejemplo, de unos 3.000 millones de d¨®lares en cuentas en Suiza. La presidenta Coraz¨®n Aquino ha expresado la esperanza de que el ejemplo del juez de Nueva York estimule a otros pa¨ªses a ayudar al Gobierno de Manila a recuperar esos fondos. Pero poco fruto han dado hasta ahora sus esfuerzos, ya que la comunidad financiera internacional no suele entender de los or¨ªgenes de las divisas que le llegan de forma permanente como dep¨®sitos.
El proceso en Nueva York contra los Marcos ha sido para muchos una sorpresa. Ferdinand Marcos, campe¨®n del anticomunismo en el Pac¨ªfico, ha sido apoyado durante 20 a?os por los sucesivos presidentes de EE UU. Los amigos m¨¢s ¨ªntimos de Marcos hablan ahora de "la traici¨®n" de Reagan. En todo caso, y al margen de si en 1986 hubo o no promesas al dictador para incitarle a abandonar el poder, es evidente que hoy s¨®lo razones muy poderosas han podido obligar al todav¨ªa presidente norteamericano a aceptar el enjuiciamiento de su amigo.
Esas razones son b¨¢sicamente de orden pol¨ªtico. En Filipinas radican las mayores bases que EE UU tiene fuera de su territorio, Clark y Subic Bay, cuya importancia es decisiva para la estrategia de EE UU en el Pac¨ªfico. Si EE UU ha logrado un acuerdo para conservar dichas bases, ha sido despu¨¦s de una dificil negociaci¨®n, ya que Manila no es ya el aliado incondicional dispuesto a aceptar situaciones de dependencia a largo plazo y a cualquier precio.
Como en el caso de Espa?a, EE UU podr¨¢ seguir introduciendo barcos y aviones con armas nucleares. Pero el acuerdo con Filipinas es bien distinto del que Washington est¨¢ a punto de concluir con Espa?a. All¨ª, la sustancia del acuerdo es elevar el precio del arriendo de las bases durante los dos a?os que quedan de vigencia del tratado de 25 a?os de duraci¨®n que cedi¨® Clark y Subic Bay a EE UU. La angustiosa situaci¨®n financiera de Filipinas ha sido decisiva para la aceptaci¨®n del Gobierno de Manila, que ha conseguido ventajas econ¨®micas sustanciosas, incluidas facilidades para el pago de su deuda externa. Pero el acuerdo s¨®lo rige hasta 199 1. En esta fecha habr¨¢ que negociar un nuevo tratado y, seg¨²n la actual Constituci¨®n filipina, su texto deber¨¢ ser aprobado por los dos tercios del Senado, algo nada probable en un per¨ªodo de auge nacionalista y en v¨ªsperas de las elecciones presidenciales de 1992. Para EE UU, hacer gestos que inclinen a su favor la opini¨®n filipina era una necesidad que desborda lo coyuntural. En este entorno ha tenido lugar el procesamiento de Marcos.
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