La izquierda y la comunicaci¨®n social
Para el autor del art¨ªculo, la revoluci¨®n tecnol¨®gica puede consolidar las desigualdades entre pa¨ªses, regiones econ¨®micas y grupos sociales, fortaleciendo posiciones de privilegio. El v¨¦rtigo de los cambios comunicativos ha sorprendido de nuevo a una izquierda demasiado atada a viejos conceptos ideol¨®gicos.
El desarrollo creciente de las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n es tan cierto que 'se ha convertido incluso en tema recurrente de conversaciones dom¨¦sticas. Aunque las muchas innovaciones est¨¦n lejos de su generalizaci¨®n (la aldea global sigue siendo una falacia) y m¨¢s a¨²n de su distribuci¨®n equilibrada, la tendencia es tan clara como su creciente ritmo acelerado. En todo caso, dos cosas se pueden afirmar ya: de un lado, su papel nodal que, incluso en las econom¨ªas en desarrollo, evidencia una alta capacidad de estos sectores para la generaci¨®n de excedente empresarial. De otro, los medios de comunicaci¨®n representan hoy una -vasta red de socializaci¨®n normativa sin precedentes por la que discurren la informaci¨®n, los valores sociales, las formas est¨¦ticas, la orientaci¨®n del consumo y la perpetuaci¨®n misma de los modos de relaci¨®n social.Pero, desarrollada sobre un mundo desigual y alentada en estas ¨²ltimas dos d¨¦cadas por la ofensiva neoliberal contraria a toda intervenci¨®n p¨²blica correctora del mercado, la revoluci¨®n tecnol¨®gica puede consolidar las desigualdades- entre pa¨ªses, regiones econ¨®micas y grupos sociales, fortaleciendo viejas posiciones de privilegio, pese a los insistentes requerimientos de un nuevo orden informativo mundial.
La complicidad entre este frenes¨ª neoliberal y la acci¨®n de los gobiernos conservadores ha conducido a un horizonte extremadamente cr¨ªtico. En efecto, la transnacionalizaci¨®n est¨¢ agravando la dependencia cultural de los pa¨ªses del Segundo y Tercer Mundo y confirma su alejamiento de los centros de producci¨®n informativa, en lo que constituye uno de los aspectos m¨¢s lacerantes y olvidados del desequilibrio Norte-Sur. El l¨®gico proceso de diversificaci¨®n multimedia emprendido por los grupos informativos coincide, adem¨¢s, con una perniciosa concentraci¨®n de la oferta y la conversi¨®n de algunos de aquellos en oligopol¨ªos internacionales que, actuando a modo de aut¨¦nticos poderes pol¨ªticos paralelos, dificultan el pluralismo que requiere el ejercicio real del derecho ciudadano a la informaci¨®n. En connivencia con la expansi¨®n de tales oligopolios, muchos gobiernos adoptaron, m¨¢s o menos expresamente, pol¨ªticas de desmantelamiento de sus propios servicios p¨²blicos, obviado as¨ª el verdadero reto de la necesaria modernizaci¨®n de los monopolios estatales. Finalmente, la creciente dependencia de los ingresos publicitarios -que afecta a las televisiones privadas, pero tambi¨¦n a las p¨²blicas- conduce a una notable trivializaci¨®n del mensaje audiovisual. As¨ª las cosas, muchas producciones y medios audiovisuales son utilizados para la transmisi¨®n m¨¢s burda de valores fundados en el autoritarismo, la segregaci¨®n, el consumismo, la apat¨ªa social y la inhibici¨®n pol¨ªtica.
Es preciso reconocer que el v¨¦rtigo de los cambios comunicativos -y la audacia pol¨ªtica neoliberal- han sorprendido de nuevo a una izquierda demasiado atada a viejas posiciones. Por lo general, las fuerzas progresistas han trasladado a la revoluci¨®n audiovisual los mismos recelos con que ya se opusieron al maquinismo de? siglo XIX y, una vez m¨¢s, aplicaron a los avances de las telecomunicaciones categor¨ªas y admoniciones que s¨®lo son predicables de determinados modos de uso de los mismos.
Particularmente en la Europa occidental, la izquierda se refugi¨® en una fr¨¢gil pol¨ªtica de defensa del monopolio estatal, incluso en pa¨ªses donde, como Espa?a, ¨¦ste era heredero de un origen autoritario. La reforma de las empresas estatales de comunicaci¨®n se ha revelado como extraordinariamente dificultosa. Adem¨¢s, con el acceso al poder, algunos partidos socialistas hicieron su particular reconversi¨®n ideol¨®gica al modo Bad Godesberg y descubrieron pronto el valor instrumental de los medios estatales de comunicaci¨®n.
Arrebato y sospecha
?ste es el caso espa?ol. Carente de un modelo de comunicaciones progresista y nacional, el Gobierno socialista acuerda una realpolitik escasamente disimulada con los grupos privados m¨¢s significativos: la legalizaci¨®n limitada de la iniciativa privada a cambio del mantenimiento sustantivo del car¨¢cter gubernamental de la televisi¨®n p¨²blica. El desolador cuadro se completa, por su derecha, con el arrebato privatizador y, por su izquierda, con la permanente sospecha hacia los medios burgueses de comunicaci¨®n.
La necesaria actualizaci¨®n de las propuestas de la izquierda, en Europa y en Espa?a, obliga a considerar algunos principios estrat¨¦gicos:
1. La adopci¨®n de una pol¨ªtica de la comunicaci¨®n audiovisual que asuma, sin reservas, el criterio de que la informaci¨®n libre y plural es condici¨®n inexcusable pata la independencia, liberaci¨®n y progreso de los pueblos, las clases y los grupos sociales, en la promoci¨®n de una sociedad democr¨¢tica avanzada.
2. La revoluci¨®n tecnol¨®gica en las comunicaciones debe ser gobernada. En coordinaci¨®n con los programas e iniciativas europeas, Espa?a precisa con urgencia la definici¨®n de un modelo que determine, en el medio y largo plazo, las demandas potenciales, los s¨®portes de transmisi¨®n, los programas tecnol¨®gicos y las inversiones a tal fin necesarios. El objetivo estrat¨¦gico del mismo debe ser que la mayor circulaci¨®n de flujos informativos, la ampliaci¨®n de las coberturas, la simplificaci¨®n de los equipos, la diversificaci¨®n de soportes y, sobre todo, la reducci¨®n de los costes de inversi¨®n y explotaci¨®n, conduzcan a un acceso m¨¢s plural y democr¨¢tico a la producci¨®n, emisi¨®n y uso de la comunicaci¨®n social en nuestro pa¨ªs.
3. Al igual que en otros ¨¢mbitos sociopol¨ªticos, la, televisi¨®n-naci¨®n es ya insuficiente: resulta demasiado peque?a para los grandes espacios de la comunicaci¨®n audiovisual, y demasiado grande para los peque?os. Espa?a debe participar y estimular los proyectos que buscan la formaci¨®n de un espacio audiovisual europeo como instrumento fundamental para la defensa y promoci¨®n de la identidad cultural y pol¨ªtica com¨²n.
4. Simult¨¢neamente, la Administraci¨®n central debe reconocer y asisitir el desarrollo de las iniciativas regionales y locales que puedan ser socialmente rentables.
5. Es urgente la modificaci¨®n del Estatuto de la Radio y la Televisi¨®n con el objetivo general de su mayor democratizaci¨®n: desgubernamentalizaci¨®n del nombramiento del director general, mejor garant¨ªa de la capacidad general de los consejos de administraci¨®n y mayor participaci¨®n de los profesionales y usuarios en la gesti¨®n y programaci¨®n de los medios. En lo que se refiere, adem¨¢s, a TVE, SA, debe estudiarse ya el redimensionamiento empresarial que imponen la competencia futura y, en todo caso, la gesti¨®n m¨¢s racional y moderna del servicio p¨²blico.
6. No es pensable ni deseable que un servicio cuya complejidad aumenta d¨ªa a d¨ªa sea suministrado exclusivamente por empresas estatales. Lejos de ser intr¨ªnsecamente perversa, la concurrencia de la iniciativa privada debe ser un factor dinamizador del sistema a condici¨®n de que se cumplan tres circunstancias: consolidaci¨®n del papel central de las empresas estatales, determinaci¨®n exacta de las obligaciones que impone -a aqu¨¦llas y a las privadas- la naturaleza concesional del servicio p¨²blico y, finalmente, garant¨ªa del mayor n¨²mero, diversidad y pluralismo en las concesiones. Lejos de ello, la aplicaci¨®n de la reciente ley de Televisi¨®n Privada corre el riesgo de completar el monopolio del Estado con tres oligopolios privados.
7. En unas y otras, la l¨ªcita captaci¨®n de recursos publicitarios debe hacerse sin perjuicio de las obligaciones del servicio p¨²blico ni de los usuarios. Se deber¨¢ regular la limitaci¨®n e identificaci¨®n de las emisiones de publicidad, de suerte que las empresas concesionarias no se conviertan en vendedoras de programas a agencias y anunciantes.
8 Los poderes p¨²blicos, los profesionales, los medios y la sociedad misma deben cooperar a la creaci¨®n de una nueva cultura audiovisual que suponga el tr¨¢nsito del consumidor-receptor al usuario activo y cr¨ªtico, como requisito imprescindible de una democracia participativa.
es soci¨®logo y consejero de administraci¨®n de RTV Madrid.
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