A?oranza de teatro
El teatro vino siendo una base del Festival de Oto?o otros a?os, ¨¦ste no. De entre 34 acontecimientos, s¨®lo nueve est¨¢n considerados como teatro, y no siempre con raz¨®n. Los espect¨¢culos espa?oles han sido capturados -o beneficiados- ya hechos por otras v¨ªas, ya representados en Espa?a: vistos, un poco manoseados.La culpa no es, probablemente, del festival o de los designios de la Comunidad, aunque influya en ellos el deseo de atrapar p¨²blico: le atrae la m¨²sica, lo est¨¢ dando la danza, y no demasiado el teatro propiamente dicho, aunque se cultiven unas formas fronterizas de fiesta popular, de ex presi¨®n corporal; generalmente de silencio. Sin festival se hubiera visto, de todas formas, en Madrid Carmen, Carmen, que adem¨¢s no tiene las condiciones que se piden a una manifestaci¨®n con miras un poco elevadas -es s¨®lo una revista cara-; se hubiera visto tambi¨¦n Ay, Carmela, de Sanchis Sinisterra, que s¨ª tiene muchas de las condiciones de la calidad, y a Els Comediants, viejos y queridos visitantes, m¨¢s dedicados a la fiesta popular que al teatro en s¨ª (si se sabe ya qu¨¦ es el teatro en s¨ª).
Considerando que Martha Clarke tampoco es ese teatro en s¨ª que se requiere, igual que algunos otros espect¨¢culos, queda como verdadera aportaci¨®n la llegada de la Escuela de Arte Dram¨¢tico de Mosc¨², con su peculiar versi¨®n de Seis personajes en busca de autor, de Pirandello, como obra de inter¨¦s para profesionales del teatro aunque no para el p¨²blico en general. Con toda su endeblez, con su falsa modernidad moscovita -ellos hacen lo que pueden- y su buen trabajo de escuela, no representa nada de lo que se representa hoy por el mundo.
No hay por qu¨¦ reprochar al festival y sus organizadores esta desespecializaci¨®n teatral. En otros campos han realizado su labor, que permitir¨¢ que sean considerados sus m¨¦ritos o sus dem¨¦ritos por quienes tienen esa misi¨®n. Probablemente el gran teatro, el que no es el de los solitarios y silenciosos atletas a medio camino de la danza y del mimo, es demasiado caro y rinde menos que las grandes orquestas, aunque quiz¨¢ sean m¨¢s caras. Y el p¨²blico no lo reclama.
El verano de antes de este oto?o tuvo ya algunas quiebras populares; ciudades y pueblos han pedido a sus comunidades y al Estado central otros espect¨¢culos que no fueran teatrales, y algunas compa?¨ªas lanzadas desde grandes plataformas teatrales -por ejemplo, desde M¨¦rida se han quedado a medio viajar por Espa?a, que ped¨ªa rockeros o canzonetistas para el sano jolgorio. Y Madrid redujo notablemente sus Veranos de la Villa desde el punto de vista teatral, y aun as¨ª no tuvieron ¨¦stos demasiado p¨²blico. Eso pasa por confundir el jolgorio veraniego con el culto a los grecorromanos o con la reverencia al Siglo de Oro.
La a?oranza ahora es muy r¨¢pida: se puede tener nostalgia teatral de los Festivales de Oto?o de hace dos, tres, cuatro a?os, nada m¨¢s. Pero est¨¢ claro que los grandes festivales de temporadas no pueden suplir al teatro cotidiano, que es por donde se debe cubrir la creaci¨®n de p¨²blico.
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