500 personas para la televisi¨®n
A las siete de la tarde del s¨¢bado, el primer ministro canadiense, el conservador Brian Mulroney, celebr¨® su pen¨²ltimo acto p¨²blico electoral, en un instituto de ense?anza media de Laval, a media hora en coche desde Quebec. Pero la expectaci¨®n y el ba?o de masas se redujo a apenas 500 personas pulcramente ataviadas, la mitad de ellas j¨®venes con camisetas y esl¨®ganes del PC (Progressive Conservative), que gritaban mientras agitaban retratos del l¨ªder conservador. La puesta en escena, perfectamente programada, dur¨® apenas 20 minutos. Varios candidatos de la circunscripci¨®n de Laval fueron caldeando el ambiente hasta que se pidi¨® a los portadores de pancartas que se pusieran a los lados para facilitar el trabajo de la Prensa, que en aquel instante preced¨ªa al candidato Mulroney, con decenas de c¨¢maras de televisi¨®n y fot¨®grafos invadiendo en tropel la sala. Eran la raz¨®n de ser del gran mitin electoral. Mulroney apareci¨® entre focos de luz, el estruendo de la m¨²sica electoral del partido y el entusiasmo de su medio millar de seguidores, pendiente, eso s¨ª, de las c¨¢maras de televisi¨®n y los flashes. Mulroney, buen amigo y admirador de Ronald Reagan, domin¨® el escenario con la absoluta seguridad de un buen actor. En su alocuci¨®n de 20 minutos pronunci¨® 20 veces la palabra prosperidad al evocar el tratado con EE UU, mientras elevaba enardecido el tono de voz unas veces y hac¨ªa su voz casi imperceptible en otras, mezclando an¨¦cdotas, chistes y maldades sobre sus rivales. El candidato se gan¨® sobradamente a la audiencia del acto y tambi¨¦n el derecho a aparecer unos instantes en los canales de televisi¨®n.En este pa¨ªs, como en su vecino del Sur, la campa?a electoral se debate en la sala de estar, con la televisi¨®n como lanzadera central de los mensajes y promesas de los pol¨ªticos, rodeados en los m¨ªtines de apenas unas centenas de seguidores. Los ba?os de multitudes est¨¢n en las ondas.
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