La ¨²ltima batalla de Napole¨®n
El presidente salvadore?o se niega a aceptar que la vida se le escape de las manos
ENVIADO ESPECIALJos¨¦ Napole¨®n Duarte confiesa a sus amigos que se pasa el d¨ªa mirando el reloj, neg¨¢ndose a aceptar c¨®mo se le escapa la vida sin posibilidades de que el tiempo se rinda ante uno de los hombres m¨¢s grandes de la historia de El Salvador. As¨ª, terco, orgulloso y solo, como siempre ha vivido, Napole¨®n espera la muerte luchando desde el tim¨®n de mando contra el c¨¢ncer, como seguramente desear¨ªa desaparecer.
Contra la opini¨®n de todos, de sus amigos, de sus colaboradores, de sus m¨¦dicos y de su familia, Napole¨®n Duarte, de 62 a?os, ha decidido morirse a su estilo, plantarle cara a la invencible sombra siniestra con las armas de su fe en Dios, la incombustible confianza en s¨ª mismo y el hambre de poder. Despu¨¦s de casi un a?o de enfermedad fatal, ha conseguido al menos retrasar su cita con la eternidad y hoy participa activamente en pol¨ªtica y est¨¢ dispuesto a ganar las elecciones de marzo para el candidato de la Democracia Cristiana, Fidel Ch¨¢vez Mena.Ya ha recibido las cinco sesiones de quimioterapia que se pueden aplicar, como m¨¢ximo, a un enfermo de sus caracter¨ªsticas. Desafiando la ley de probabilidades, los m¨¦dicos reconocen que se ha contenido la met¨¢stasis de su c¨¢ncer de est¨®mago e h¨ªgado. El pron¨®stico sigue siendo irremisiblemente fatal, pero ya resulta m¨¢s dif¨ªcil predecir el tiempo que Duarte se mantendr¨¢ con vida.
Los salvadore?os empiezan a hablar de milagro, y el propio presidente atribuye parte del m¨¦rito de su recuperaci¨®n al Ni?o de Atocha, la imagen de un Ni?o Jes¨²s madrile?o que cay¨® en sus manos cuando Duarte era un adolescente y por la que, desde entonces, siente gran devoci¨®n. Ha recuperado parte de su energ¨ªa y de su humor y ya se atreve a comentar en privado que sus enemigos tendr¨¢n que esperar para cavar su tumba, porque no s¨®lo no est¨¢ empeorando sino que vuelve a crecerle el pelo.
S¨®lo su tenacidad le ha permitido llegar hasta hoy. En agosto, cuando hubo que instalarle una UVI en su despacho presidencial y cada noche se le pronosticaba que no volver¨ªa a ver el d¨ªa, se empe?¨® en recibir, entubado y sondado, al embajador de Colombia, que iba a entregarle una condecoraci¨®n. "Perdone que le reciba vestido de astronauta".
Popularidad recuperada
Con esta decisi¨®n, no ha podido por menos que recuperar su popularidad entre la. poblaci¨®n. Las encuestas lo sit¨²an de lejos como el primer personaje pol¨ªtico del pa¨ªs. Duarte parece dispuesto a un final cinematogr¨¢fico tambi¨¦n en el campo internacional. Ha reconocido que se resiste a una nueva cumbre de presidentes centroamericanos porque no quiere encontrarse con Daniel Ortega en inferioridad de condiciones. Si llega a esa reuni¨®n, ha prometido, ser¨¢ para discutir con el l¨ªder sandinista, aunque se le consuma el resto de su vida en ello.Al pueblo le asegura desde la televisi¨®n que va a seguir luchando "contra aquellos que quieran hacer retroceder la historia" mientras Dios le d¨¦ vida, hasta el ¨²ltimo minuto. Naci¨® para presidente y quiere morir as¨ª.
Sus enemigos no le perdonan que ni siquiera en estos momentos sea capaz de un gesto de generosidad, ni hacia sus adversarios ni hacia sus correligionarios. Su ¨²ltimo gran objetivo es pasar a la historia como el primer presidente civil de El Salvador que entrega la banda a un sucesor tambi¨¦n civil. No importa que despu¨¦s se hunda el mundo.
No tolera que nadie se lo diga, pero Duarte reconoce en privado los graves defectos de su carrera pol¨ªtica. En primer lugar, ha confesado que lleg¨® tarde a su cita con la historia. Cuando en 1984 alcanz¨® la presidencia, El Salvador estaba ya hundido. ?l s¨®lo ha podido hacer esfuerzos para mejorar la situaci¨®n, pero su gran proyecto original de "una revoluci¨®n social" en este pa¨ªs ha fracasado, como los militares le hicieron fracasar en su primer intento de llegar a la presidencia hace veinte a?os y como fracas¨® su participaci¨®n en la Junta de Gobierno de 1979.
Su car¨¢cter ha sido con mucha frecuencia su peor enemigo. Muchas veces se habr¨¢ arrepentido de ese temperamento que le llev¨® a besar impetuosamente la bandera de EE UU o a sacarle la lengua, durante unas conversaciones de paz, al comandante guerrillero con quien se supon¨ªa que hab¨ªa mantenido relaciones su hija In¨¦s Guadalupe, que hab¨ªa sido secuestrada por el Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional.
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