El fr¨ªo agrav¨® la tragedia del barrio
Cientos de vecinos de los barrios de Arg¨¹elles y Cuatro Caminos soportaron ayer sin puertas en sus domicilios ni cristales en sus ventanas una noche que registr¨® temperaturas de hasta dos y cuatro grados bajo cero. Mantas y cartones sirvieron para reducir el fr¨ªo que entraba en las casas, y muchas personas enfermas o ancianas durmieron en los pasillos al abrigo de las paredes. La onda expansiva del atentado caus¨® destrozos en 82 coches, rompi¨® las lunas de 31 establecimientos, deterior¨® 12 fachadas, hizo saltar por los aires los cristales de las casas situadas en un kil¨®metro a la redonda y ha dejado en peligro parte de la estructura de la Direcci¨®n General de la Guardia Civil y de un convento de monjas.
El vecindario de la Direcci¨®n General de la Guardia Civil continuaba consternado a lo largo de la jornada de ayer. Muchos se mostraban felices por seguir vivos, impresionados cada vez que echaban una mirada por el interior de sus viviendas. Otros permanec¨ªan expectantes: la delegada del Gobierno, Ana Tutor, y un grupo de t¨¦cnicos que visitaron por la ma?ana los pisos da?ados prometieron a sus ocupantes que antes del anochecer ser¨ªan cubiertas, a cargo del presupuesto p¨²blico, las puertas y ventanas con chapas de conglomerado. Las obras no comenzaron hasta las cinco de la tarde.Las 21 religiosas del convento de clausura de la calle de San Francisco de Sales hab¨ªan visto concluir hace unas semanas el arreglo de los desperfectos de la bomba anterior -un artefacto estall¨® en el mismo lugar el 17 de mayo de 1987- y ahora se encontraban de nuevo con el edificio destrozado. "Hay que ver, la maldad del diablo no tiene l¨ªmites", se quejaba una de ellas.
El convento, construido en 1928, ha soportado la guerra civil y la bomba del pasado a?o, que ocasion¨® da?os por valor de tres millones, pero no es del todo seguro que resista este ¨²ltimo atentado, seg¨²n el informe elaborado ayer por la Polic¨ªa Municipal de Madrid: techos, galer¨ªas, puertas, ventanas y paredes se han visto en esta ocasi¨®n profundamente afectadas, con el resultado de "riesgo grave para la estructura del edificio".
Las monjas, no obstante, aseguraron que conf¨ªan en la palabra de Ana Tutor. Su promesa hab¨ªa paliado el mal trago que estaban pasando desde que se despertaron sobresaltadas. Despu¨¦s, permanecieron toda la noche rezando en el despacho de la madre superiora, ateridas de fr¨ªo.
Los vecinos de los edificios pr¨®ximos a la Direcci¨®n General de la Guardia Civil pasaron la noche en vela. Muchos daban gracias de que la pel¨ªcula de Ava Gardner, proyectada en la noche del martes, hubiera sido tan corta. Algunos est¨¢n convencidos de que eso les salv¨® la vida, ya que cuando las persianas salieron disparadas y los cristales se estrellaron contra las paredes, se encontraban deambulando por la casa antes de ir a dormir. "Si nos coge en el sal¨®n viendo la tele, los cristales nos deg¨¹ellan", aseguraban unas estudiantes. Un chico de 23 a?os, gallego, vio c¨®mo el flexo de su mesa de estudio sal¨ªa disparado varios metros hasta la cocina. Un profesor de Universidad, tambi¨¦n inquilino de ese mismo edificio, observ¨® estupefacto c¨®mo una persiana volaba sobre su cabeza mientras ¨¦l estaba hablando por tel¨¦fono desde su despacho.
Dibujo en la guarder¨ªa
?lvaro, un ni?o de tres a?os, casi la misma edad del que muri¨® ayer en el atentado, estaba dormido en su cuna cuando oy¨® la explosi¨®n, y ahora la explica a base de repetir las expresiones de sus mayores: "Ha sido un ruido espantoso", dice. ?sta es la segunda vez que ?lvaro ve desmoronarse los techos y ventanas de su casa, por eso est¨¢ preocupado y no deja de preguntar: "Pap¨¢, ?por qu¨¦ se ha roto mi casa?". En la guarder¨ªa ha hecho un dibujo con rayos y centellas sobre su hogar, y su profesora ha advertido a sus padres sobre la preocupaci¨®n que sufre el ni?o.
La madre de ?lvaro est¨¢ embarazada, al igual que Mercedes Villalonga, madre del ni?o muerto, que se encontraba grav¨ªsima. Tambi¨¦n el padre de ?lvaro, Antonio G¨®mez, es m¨¦dico, como el padre de Luis Delgado. Esta siniestra similitud produjo una gran preocupaci¨®n durante los primeros momentos en los conocidos de la familia G¨®mez, por eso el tel¨¦fono de la casa no dejaba de sonar.
Los vecinos paseaban por su sala de estar con abrigos y cazadoras. Sus casas parecen "como las de Beirut", todo andaba revuelto mientras 30 empleados de la urbanizadora Metropolitana, propietaria de los edificios, retiraban kilos y kilos de escombros y cristales.
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