La cara negra del descubrimiento
Despu¨¦s de la hosca leyenda negra, inauguramos ahora el per¨ªodo de las mieles respecto a nuestra labor en Am¨¦rica criticando -como hizo Men¨¦ndez Pidal- al gran protector de las Indias, fray Bartolom¨¦ de las Casas, OP- que hab¨ªa tenido la valent¨ªa de descubrir nuestra triste actuaci¨®n con los felices habitantes de aquellas tierras, que pose¨ªan una gran cultura, como los incas en el Per¨² o los aztecas de M¨¦xico, pese a algunos de sus rechazables ritos religiosos.Nuestros grandes te¨®logos-juristas del siglo XVI pusieron condiciones restrictivas a aquella colonizaci¨®n, pero fueron demasiado complacientes en la pr¨¢ctica con los excesos de nuestros colonizadores y descubridores.
Ante las repetidas denuncias de los excesos cometidos all¨ª, "quiso su Majestad [el emperador Carlos V] dejar estos reinos a los Incas", pero se interpuso fray Francisco de Vitoria y "le dijo que no los dejase, que se perder¨ªa la cristiandad", seg¨²n reza un documento de la ¨¦poca. Como se ve, el que defendi¨® en teor¨ªa a los indios, no los defendi¨® en lo concreto.
La reina Isabel hab¨ªa defendido a los aut¨®ctonos, pero muri¨®. demasiado pronto, y ni don Fernando ni Carlos V, despu¨¦s, supieron seguir la pol¨ªtica tolerante y respetuosa de la reina cat¨®lica. Por eso el padre Las Casas ped¨ªa insistentemente una nueva legislaci¨®n que diese fin a esos excesos de los descubridores y de sus continuadores. Y por fin se promulgaron 12 leyes para favorecer a los indios, que no se cumplieron casi nunca, y que Las Casas recibi¨® ingenuamente con gran alegr¨ªa, al coincidir con lo que ¨¦l deseaba para los americanos. Leyes muy mal recibidas, en especial la relativa a encomiendas, que, como quer¨ªa Las Casas, se suprimieron, pero s¨®lo se hizo en el papel.
En el ep¨ªgrafe de la Brev¨ªsima relaci¨®n de la destrucci¨®n de las Indias se dice que su autor, Las Casas, "asigna 20 razones por las cuales prueba no deberse dar los indios a los espa?oles en encomienda, ni de otra manera alguna, si su Majestad, como desea, quiere librarlos de la tiran¨ªa y perdici¨®n que padecen". Cosa que no se cumpli¨®.
Y ninguno de los que leyeron aquel libro de claras y duras denuncias se escandaliz¨® de los datos aportados, se?al de que se sab¨ªa que eran sustancialmente verdaderos; y lo aprob¨® el propio Consejo de Indias.
El mal empez¨® con el gobierno de Col¨®n. Y Las Casas, que le apreciaba mucho, no pudo por menos de cargar sobre ¨¦l la responsabilidad del trato y r¨¦gimen de violencia y despotismo que se inaugur¨® sobre todo despu¨¦s de la muerte de Isabel.
El pago en indios
Su marido, el rey Fernando, el mal llamado rey cat¨®lico, cedi¨® a las presiones de muchos caballeros y servidores suyos que ped¨ªan "el pago en indios de repartimiento" (P. Manuel M. Mart¨ªnez, OP), y dio estas c¨¦dulas de repartimiento de los indios para que pudieran beneficiarse injusta e inhumanamente de ellos, llegando al colmo de darlas en blanco, para que las usasen indiscriminadamente y a su antojo. Se sabe adem¨¢s que las pose¨ªan por centenares, y se cuenta, por ejemplo, la an¨¦cdota de que cuando le reprendi¨® un dominico a uno de los mayordomos por haber muerto en una demora a unos 70 indios, le respondi¨® tan tranquilo:
"Padre, si yo matase a todos mis indios en un d¨ªa, el rey le dar¨ªa a mi amo otros tantos al d¨ªa siguiente".
La "gente vil" y los "homicidas" eran quienes dominaban y vej¨¢ban a los indios; no s¨®lo a la gente del pueblo, sino que "a los reyes y se?ores de estas tierras los ten¨ªan por vasallos- y, es m¨¢s, "tomaban a sus hijos y hermanas para con ellas se amancebar".
Y todo aument¨® con el gobierno del conservador Bobadilla, que ten¨ªa como regla el decir a los espa?oles: "Aprovechaos cuanto pudierais, porque no sab¨¦is cu¨¢nto tiempo os durar¨¢".
Meri¨¦ndez Pidall no tiene raz¨®n contra Las Casas, porque son muchos quienes le han vindicado siempre, como el profesor Manuel Gim¨¦nez Fern¨¢ndez, el historiador Marcel Bataillon y el te¨®logo P. Carro, OP, aparte de otros muchos menos conocidos, como el padre Manuel M. Mart¨ªnez, OP, uno de los mejores investigadores de su vida.
Cuando en el siglo XIX fue nombrado obispo de Santiago de Cuba el padre Claret, segu¨ªan ocurriendo cosas semejantes. Los espa?oles practicaban la esclavitud con los negros y era de regla el concubinato con las negras. Aquella isla se ten¨ªa "como lugar de tr¨¢nsito por los aventureros que iban a Am¨¦rica", y esto "desde la ¨¦poca del descubrimiento" (P¨ªo Zabala, El padre Claret, Madrid, 1936). Al apoderarse los espa?oles de las mujeres indias, hac¨ªan m¨¢s dif¨ªciles las uniones leg¨ªtimas entre los indios aut¨®ctonos, y por eso al despoblarse aquella isla inventaron el llevar a Cuba esclavos negros. Se sabe que ya en 1524 trasladaron de Andaluc¨ªa los primeros de ellos.
Abandono religioso
Los colonos trataban cruelmente a estos negros y "les prohib¨ªan toda instrucci¨®n y hasta les vedaban la pr¨¢ctica de cualquier culto" (P¨ªo Zabala, obra citada). De resultas, de este abandono religioso y humano, pronostic¨® el padre Claret que Espa?a hab¨ªa de recibir duros castigos por tan inicua conducta. En una carta al obispo de Vich, amigo suyo, le confesaba escandalizado ante tanto mal realizado sistem¨¢ticamente por los espa?oles durante estos cuatro siglos: "?Dios ha de castigarla terriblemente!".
Y el famoso te¨®logo padre Congar, OP, se indignaba hace pocos a?os del procedimiento de conversi¨®n forzada utilizado por los espa?oles en la reci¨¦n descubierta Am¨¦rica. Mart¨ªn Fern¨¢ndez de Enciso invent¨® en 1513 el llamado requerimiento, que consist¨ªa en leer un manifiesto, redactado en espa?ol o en lat¨ªn que no entend¨ªan los americanos de aquellas tierras, y en el cual se hac¨ªa un breve relato de la creaci¨®n, la historia sagrada y el papado y se terminaba alegando como t¨ªtulo de conquista la donaci¨®n hecha por Alejandro VI a los Reyes de Espa?a, tanto de las "islas" como de la "tierra firme", y se ped¨ªan a los indios dos cosas:
1. Que aceptasen que nuestra Iglesia era "soberana y maestra del mundo entero" y reconociesen "al gran sacerdote llamado Papa", y, en nombre suyo, "al rey y la reina Juana".
2. Que los indios aceptaran tambi¨¦n que se les ense?ase la religi¨®n cristiana.
Y caso de no aceptar todo ello, ten¨ªan el derecho de reducirlos a esclavitud como id¨®latras y privarles de sus bienes e incluso hacerles todo el mal posible (L. Hanke).
Ni el respeto a la convivencia ni la libertad de creencia contaron all¨ª, a pesar de la! teor¨ªas de algunos te¨®logos-juristas del siglo XVI, como Domingo De Soto, OP, el m¨¢s abierto de todos, pues sosten¨ªa que la libertad de predicar el Evangelio era el motivo fundamental para ir all¨ª los espa?oles, pero que los indios no estaban obligados a escucharlo si no quer¨ªan.
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