Dan Quayle, un chiste norteamericano
Se multiplican los sarcasmos en EE UU sobre el vicepresidente electo
El servicio secreto, asegura el chiste de moda en Washington, tiene ¨®rdenes de disparar y acabar tambi¨¦n con Dan Quayle si George Bush muere en un atentado. El senador dem¨®crata John Kerry tuvo el otro d¨ªa que pedir perd¨®n por haberlo repetido en un desayuno con banqueros y abogados. ?sta es la ¨²ltima de una larga serie de bromas sobre el nuevo vicepresidente, cuya figura y lo que se considera un¨¢nimemente falta de cualificaciones para estar a un latido de coraz¨®n de la presidencia se han convertido en un chiste nacional.
Las bromas incluso han traspasado las fronteras. El Ministerio sueco de Asuntos Exteriores la tenido que llamar al orden a su c¨®nsul en Nueva York, Arne Thoren, por haber afirmado, en una entrevista por televisi¨®n, que Quayle es "un insulto a los votantes norteamericanos y al resto del mundo". Quayle ya ha sido bautizado como el "vicepresidentillo", y el dibujante Garry Trudeau, autor de la c¨¦lebre tira c¨®mica Doonesbury, ya le ha enviado, en su primer viaje oficial, a Alaska, a los funerales por la ballena Bone, desaparecida en su lucha contra los hielos.
Frase terror¨ªfica
?Cu¨¢l es la frase m¨¢s terror¨ªfica en EE UU?, se ironiza en Washington. Habla George Bush: "Dan, creo que no me siento bien". Los shows nocturnos de televisi¨®n est¨¢n. haciendo el agosto con el senador por Indiana, de 41 a?os, ligero como el aire, inmaduro y al que nadie en este pa¨ªs, ni la gente de Bush, parece respetar. "?Qu¨¦ bot¨®n no debo tocar nunca?", dicen que ser¨¢ lo primero que preguntar¨¢ Quayle cuando llegue a la Casa Blanca.Los editorialistas que apoyaron a Bush pidieron al mismo tiempo que el pa¨ªs rece por que no le ocurra nada. Si tuviera que asumir la presidencia, explic¨® Quayle, lo primero que har¨ªa ser¨ªa rezar. "Y todos nosotros", dice un humorista, "nos convertir¨ªamos en la naci¨®n m¨¢s religiosa del mundo, con una epidemia s¨²bita de callos en las rodillas".
El diario The Washington Post ha inaugurado una secci¨®n llamada 'Vigilancia de Quayle', en la que detalla la actividad del nuevo vicepresidente. "El primer d¨ªa tras su elecci¨®n desayun¨® bu?uelos y luego dijo que no ten¨ªa nada concreto que hacer". Seg¨²n el peri¨®dico, se cans¨® pronto y a las 13.30 fue localizado por un periodista en el hoyo n¨²mero cuatro de un club de golf de las afueras de Washington.
Quayle, un p¨¦simo estudiante, que casi no pudo entrar a la facultad de Derecho de una oscura universidad de Indiana por su mal expediente, que no se ha atrevido a hacer p¨²blico, es sobre todo un fan¨¢tico del golf. Uno de sus mayores ¨¦xitos en el Congreso fue lograr que los grandes golfistas internacionales, como Seve Ballesteros, no tuvieran que pagar impuestos por el dinero que ganan en los torneos en EE UU.
La gente de Bush, que le ha mantenido en la sombra haciendo campa?a en aldeas y peque?as poblaciones de la Am¨¦rica profunda, ante audiencias seguras, est¨¢ ahora preocupada acerca de qu¨¦ hacer con el vicepresidente.
Ni siquiera se considera que est¨¦ preparado para acudir a funerales de pa¨ªses importantes o conflictivos. Una revista ha publicado un mapa del mundo en el que aparecen en color azul los pa¨ªses a los que s¨ª puede viajar Danny Quayle, por ejemplo, Canad¨¢ y Australia. Pero el problema es que Quayle, humillado durante la campa?a, quiere figurar.
La extrema derecha ya ha comenzado a tratar de utilizar a Quayle como el caballo de Troya para introducirse en la Casa Blanca de Bush, al que consideran sospechoso de moderaci¨®n y pragmatismo. Y el teleg¨¦nico senador por Indiana, m¨¦rito f¨ªsico al que debe su selecci¨®n, se est¨¢ dejando querer.
En los primeros d¨ªas despu¨¦s de la elecci¨®n ha recibido a todo el Gotha de los conservadores. Por su despacho han pasado, entre otros, el director de] peri¨®dico local The Washington Times, propiedad de la secta Moon, Arnaud de Borchgrave; la ex embajadora en la ONU Jeane Kirkpatrick y su sucesor, Vernon Walters; y Richard Perle, el hombre que durante a?os, desde el Pent¨¢gono, hizo todo lo posible para torpedear cualquier acuerdo con los sovi¨¦ticos.
Quayle, tambi¨¦n conocido como Bushlight, fue humillado la semana pasada cuando la Casa Blanca no le incluy¨® en la lista de invitados a la ¨²ltima cena de Estado de los Reagan en honor de la primera ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher. Un art¨ªculo en las p¨¢ginas de opini¨®n de The New York Times lleg¨® a sugerir que el colegio electoral, cuando se re¨²na pr¨®ximamente para elegir a Bush, podr¨ªa -te¨®ricamente es posible- no designar a Quayle como vicepresidente.
Quayle trata de aguantar el chaparr¨®n con filosof¨ªa. Bush, s¨®lo cuando no le ha quedado m¨¢s remedio, ha dicho que ser¨¢ un gran vicepresidente. Y los republicanos conf¨ªan en aquello de que quien r¨ªe el ¨²ltimo r¨ªe mejor. No obstante, el ex presidente Richard Nixon ha declarado que Quayle no es el "enano intelectual" dibujado por la Prensa.
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