La 'intifada', tras la declaraci¨®n de Argel
La represi¨®n contra los palestinos se agudiza en los territorios ocupados por Israel
Mohamed Atal¨¢, 17 a?os, herido de bala en el brazo izquierdo; Ibrahim Fares, 15 a?os, herido de bala en la pierna derecha; Yusra Abu Namus, 11 a?os, herido de bala en la cara; Ibtisam Abu Musa, 14 a?os, golpeada en todo el cuerpo. Nada parece haber cambiado en Gaza y Cisjordania una semana despu¨¦s de la proclamaci¨®n en Argel del Estado palestino. Las listas de sucesos contin¨²an recogiendo el resultado de una ocupaci¨®n, por primera vez en 20 a?os, activamente contestada. La intifada (levantamiento palestino) recuerda a Israel la determinaci¨®n de un pueblo a recuperar su libertad.
Jiftlik, valle del Jord¨¢n: un improvisado campamento con cinco tiendas donadas por la Cruz Roja acoge a tres familias. Hace dos semanas, los soldados israel¨ªes demolieron sus casas. "Estaba en el hospital cuando se produjo el derribo, y all¨ª o¨ª decir que se deb¨ªa a un problema con un israel¨ª", explica, casi con l¨¢grimas en los ojos, Abu Hasan, el m¨¢s anciano de los presentes. "Cuando regres¨¦, ya no quedaba nada"."Ellos dicen que eran ilegales", interviene Tarek, "pero llev¨¢bamos a?os en estas tierras y nunca nos hab¨ªan dicho nada. Adem¨¢s, tampoco destruyeron todas las casas". Los nombres de esta historia son, por supuesto, imaginarios. Ninguno de los entrevistados quiere identificarse. Temen las represalias.
La conversaci¨®n se desarrolla en una de las tiendas, sentados sobre una colchoneta de las que utilizan paria dormir. ?stas, amontonadas en un rinc¨®n, y un armarito abarrotado de cachivaches son todas las posesiones que lograron llevarse consigo. Mientras charlamos, las mujeres han preparado t¨¦ y los ni?os, como moscas, se han pegado a la puerta. Son 24 personas las que malviven en esta situaci¨®n desde el pasado d¨ªa 8. De ellas, casi la mitad chavales que no levantan dos palmos del suelo. "Se acerca el invierno, y aqu¨ª nos vamos a morir de fr¨ªo", se queja una de las madres mientras amamanta a su peque?o.
No son las ¨²nicas v¨ªctimas de lo que aqu¨ª se conoce como venganza de Jiftlik. En total fueron 82 las casas demolidas y 70 las familias que quedaron sin hogar. De acuerdo con la versi¨®n difundida por el Jerusalem Media Centre, una especie de agencia informativa que recopila a diario todos los incidentes ocurridos en los territorios, el origen estuvo en los territorios, el origen estuvo en la muerte de un soldado que previamente hab¨ªa sido golpeado por un palestino. Ahmad Husein Bisharat, de 21 a?os, acudi¨® el pasado 7 de noviembre al vecino asentamiento de Mesua para cobrar su salario, que ten¨ªa pendiente de su anterior patrono, uno de los colonos del asentamiento. Por razones desconocidas, discuti¨® con el soldado que montaba guardia en la puerta, al que termin¨® golpeando brutalmente. Casi de forma inmediata, un disparo proveniente del interior de la cooperativa acab¨® con su vida.
Medidas de castigo
Las medidas de castigo por la muerte del soldado afectaron a las dos comunidades donde el joven palestino, tambi¨¦n muerto, hab¨ªa estado viviendo: Tam¨²n, su pueblo natal, noreste de Nablus, y Jiftlik, en cuyas tierras trabajan como braceros muchos de los habitantes del primero. La misma noche del d¨ªa 7, el Ej¨¦rcito impuso el toque de queda en Tam¨²n y demoli¨® la casa de la familia Bisharat. Al d¨ªa siguiente, les lleg¨® el turno a las tiendas de los campesinos de Jiftlik originarios de Tam¨²n. Tras la destrucci¨®n de sus hogares, fueron obligados a abandonar el lugar y regresar a sus pueblos de origen.Aun en estas circunstancias, la noche del 14 al 15 todos se congregaron en torno a la radio para escuchar las noticias sobre la proclamaci¨®n del Estado palestino independiente. "Nos pusimos muy contentos", asegura Abu Hasan, en medio del consenso general y la sonrisa esperanzada de alguna de las mujeres. Tarek no parece convencido, sin embargo, de que, si dicho Estado se hace realidad, vaya a mejorar su vida. "Tal vez sea as¨ª", asiente esc¨¦ptico, "pero s¨®lo Dios sabe qu¨¦ es lo mejor". Abu Hasan agrega: "Un hombre sin Estado no tiene verdad, todo el mundo desea tener un Estado". Al igual que sus mujeres, de ser posible alg¨²n d¨ªa, votar¨ªan a Yasir Arafat para presidente de su pa¨ªs."?A qui¨¦n si no?", se pregunta un campesino al que, ya en el pueblo, le pido que me indique el camino hacia los escombros de las casas demolidas.
Ante la oportunidad de expresar sus opiniones, se enzarza en un discurso sobre lo que ha sufrido. "No s¨®lo ahora, sino tambi¨¦n antes, cuando est¨¢bamos bajo control de Jordania. E incluso era peor", explica convencido. "Yo llegu¨¦ aqu¨ª en 1948, y ahora que el propietario de las tierras para quien trabajo me hab¨ªa dado una casa, ya ve lo que han hecho con ella". Tiene 57 a?os y es originario de una peque?a aldea cerca de Tel Aviv, pero cuando se pregunta su nombre retrocede un paso: "?No ser¨¢ de los mujabarat (servicios secretos)?". El Shin Bet se ha disfrado en ocasiones de equipo de televisi¨®n extranjera para lograr pruebas contra los palestinos.
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