De la impotencia
Categ¨®ricamente: la impotencia est¨¢ en alza. Sin paradojas. El n¨²mero de varones que, reconociendo su incapacidad para obtener o/y mantener una erecci¨®n, se acerca a un profesional en solicitaci¨®n de ayuda ha venido creciendo de forma sostenida y progresiva desde los a?os setenta. Adem¨¢s, al igual que sucede en otros ¨¢mbitos -por ejemplo, en el incesto y las violaciones-, las cifras que recogen las estad¨ªsticas no reflejan la realidad; se sit¨²an por debajo de ella. El hecho supera al n¨²mero. Por supuesto, nos estamos refiriendo a la impotencia heterosexual. La impo,tencia homosexual sigue siendo un misterio.A no ser que la impotencia -o, si se quiere expresar en t¨¦rminos light, la disfunci¨®n en la erecci¨®n- se entienda como una faceta m¨¢s de la reversi¨®n de la sexualidad a ¨¦pocas pret¨¦ritas menos permisivas, el hecho en s¨ª lo que hace es cuestionar los principios de la contrarrevoluci¨®n sexual. A pesar de toda la trompeter¨ªa que incide en la sociedad, en el sentido de que en el presente se vive una sexualidad en retirada, la demanda. org¨¢smica femenina es una demanda en aumento. A diferencia de la demanda inmobiliaria, que calienta econom¨ªas y sube el precio de los pisos, la demanda org¨¢smica de la mujer enfr¨ªa la virilidad del hombre y la ¨²nica inflaci¨®n que produce es la inflaci¨®n de penes ca¨ªdos.
La sexualidad de la mujer definitivamente no est¨¢ instalada en escenas del pasado: "Eras ni?a, ser¨¢s mujer; eras virgen, ser¨¢s madre". Una lectura de Secretos de alcoba nos da debida cuenta de situaciones, no por conocidas menos elocuentes, en las que se observa c¨®mo la mujer del siglo XIX y primer tercio del actual vive el coito dram¨¢tica y aterrador amente. Esta pr¨¢ctica com¨²n del pasado hoy est¨¢ desterrada o, a lo sumo, se vive en sectores perif¨¦ricos. Es m¨¢s, la tradicional pasividad femenina parece que se est¨¢ transmutando en sus opuestos. Hay una creciente inversi¨®n de roles. Pasividad y sumisi¨®n est¨¢n siendo sustituidas por roles de aserci¨®n y dominio femenino. En el terreno de la relaci¨®n heterosexual comercializada, donde se practica la dominaci¨®n-sumisi¨®n en sus m¨²ltiples variantes, Graham Scott estima que en Estados Unidos hay unas 2.500 dominantas profesionales, con una media de 20 en las 100 ciudades m¨¢s importantes y otras 500 con residencia en poblaciones menos significativas. En base a esta cifra, y considerando que cada una de ellas atiende dos o tres hombres por d¨ªa, cinco d¨ªas a la semana, con un total aproximado de 1,5 millones de visitas al a?o, llega a la conclusi¨®n de que si el cliente normal acude una vez al mes, hay entre 100.000 y 150.000 norteamericanos que necesitan anualmente de los servicios de la dominanta. ?Cu¨¢ntos espa?oles requieren de este tipo de satisfacci¨®n er¨®tica?
Hombres y mujeres est¨¢n sin remisi¨®n condicionados por la cultura, de la que se nutren y alimentan. El cambio de las costumbres sexuales de la mujer es s¨®lo una muestra de un cambio m¨¢s generalizado. Por ejemplo, la incorporaci¨®n gradual de la mujer en el mundo laboral ha significado que lenta pero inexorablemente haya de forma progresiva un mayor n¨²mero de mujeres triunfadoras. La presencia de mujeres con poder, :.utoridad y dominio en la sociudad es comparativamente inferior a la de hombres, pero tami¨¦n es comparativamente superior a la de mujeres de otras ¨¦pocas. De igual forma que se habla de aserci¨®n sexual femenina se puede hablar de la aserci¨®n laboral de la mujer. Pues bien, la mujer triunfadora es justamente, para los hombres, el prototipo de la vagina dentada. Si las mujeres m¨¢s conocedoras y exigentes de su sexualidad pueden constituirse en factores desencadenantes de impotencias masculinas, es obvio que las mujeres con mando en tropa, las triunfadoras, ahuyenten virilidades m¨¢s eficazmente, ocasionando lo que Pleck llamar¨ªa "m¨¢rtires del rol masculino".
El hombre podr¨ªa idealizar la impotencia como protesta ante un a sociedad que busca obsesivamente triunfadores. Pero no es el caso. Llega a ella or frac iso, al no estar a la altura de las circunstancias que su masculinidad requiere. Adem¨¢s, cl¨ª ?camente se est¨¢ enfatizando el car¨¢cter fisiol¨®gico de las ir ipotencias. De esta forma, apu italando lo org¨¢nico en detrimento de otros aspectos, se medializa el problema. Se intenta desculpabilizar al impotente al etiquetarle de enfermo. La enfermedad es la gran excusa implantada en la sociedad para justificar los fracasos del individuo, eximi¨¦ndole as¨ª de responsabilidades sociales. Como muy bien viera Talcott Parsons la enfermedad constituye un, base leg¨ªtima de exenci¨®n. En favor de las causas psicog¨¦nicas que alumbran la impotencia, los psic¨®logos combaten el car¨¢cter org¨¢nico que la medicina confiere. Puestos a buscar (y encontrar) causas, ni m¨¦dicos ni psic¨®logos reparan en los condicionamientos culturales y en los cambios sociales que mutando comportamientos explican en origen lo que m¨¢s tarde para ellos es org¨¢nico o/y psicog¨¦nico.
Pero lo todo es inmovilismo masculino. Tambi¨¦n emergen nuevos conceptos de masculinidad.
El tridicional rol masculino, resistente al cambio, es el que culturalmente tiene menos posibilidades de salir indemne en la fase ascendente que experimenta la sexualidad femenina. Los nuevos roles masculinos, a medida que se alejan del s¨ªndrome John Wayne, se adaptan mejor al cambio social. No han logrado reemplazar a los roles tradicionales, pero crecen junto a ellos. A los movimientos feministas se les han unido movimientos masculinistas. A la concienciaci¨®n de las hembras ha seguido una concienciaci¨®n de los varones. Ahora bien, la concienciaci¨®n varonil puede mostrar diferentes caras. En Estados Unidos, el National Congress for Men (NCM) representa la versi¨®n organizada del movimiento de los derechos del hombre y se expresa ideol¨®gicamente con formas y maneras antifeministas. El National Organization for Chang¨ªng Men (NOCM), tambi¨¦n norteamericano, es profeminista, defensor de los derechos homosexuales y solidario con la causa masculina adaptada al proceso de cambio.
Si la cultura configura roles y ¨¦stos se modifican, siendo, a la vez, causa y efecto de los nuevos comportamientos masculinos y femeninos, el proceso de concienciaci¨®n, feminista y rnasculinista, deber¨ªa tener muy presente que en tanto en cuanto el objetivo social sea la neur¨®tica fuga hacia adelante, donde las aspiraciones del ego se mezclan y confunden con el aplastamiento del otro, la impotencia generalizada, de uno y otro signo, carnpear¨¢ por sus fueros. De seguir as¨ª, aumentar¨¢ el n¨²mero de impotencias, al tiempo que ¨¦stas se har¨¢n m¨¢s consistentes. Excepcionalmente, y muy a su pesar, la sociedad ir¨¢ en direcci¨®n opuesta a lo light. La disfunci¨®n en la erecci¨®n o impotencia light se convertir¨¢ en una aut¨¦ntica, genuina y generalizada impotencia hard, que, por otro lado, parece ser el ¨²nico camino disponible para alcanzar la subversi¨®n. De esta forma, todos Rambo, con ella dentro, contribuiremos a la construcci¨®n del mundus inversus.
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