Ni rojos ni azules
Esos modernos augurios que son las encuestas parec¨ªan pronosticar un fin de a?o tranquilo. El bache del Myst¨¨re qued¨® atr¨¢s y el PSOE se ense?oreaba otra vez de nuestro desierto pol¨ªtico, sin que tuvieran que preocuparle la opci¨®n personal de Su¨¢rez o la lev¨ªsima recuperaci¨®n de Izquierda Unida. Adem¨¢s, Alianza Popular entraba en ca¨ªda libre, con crisis de direcci¨®n incluida. Sus dise?adores de estrategia electoral pod¨ªan as¨ª actuar con pleno sosiego, midiendo los pros y contras de agotar los plazos legales o de aprovechar el momento de apoteosis con la presidencia de la Comunidad Europea. Un sereno dominio ejercido por el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez sobre la escena pol¨ªtica era el signo de los tiempos, aunque fuera necesario sortear esc¨¢ndalos y corrupciones. Incluso, como en el caso Mir¨®, el Ejecutivo mostraba a los ojos de todos su firmeza, decretando un "pase lo que pase, aqu¨ª nunca pasa nada".La reacci¨®n sindical frente al proyecto de ley sobre el empleo juvenil ha acabado repentinamente con la situaci¨®n de calma. A¨²n no est¨¢ claro el alcance de la movilizaci¨®n explicativa del PSOE, pero ya sus preliminares a cargo de los voceros del Gobierno dan cuenta del dramatismo que asignan a la situaci¨®n. No se sabe bien si es porque as¨ª lo sienten o porque aspiran a dar el golpe definitivo a la UGT. Algunos llegan a invocar el fantasma del clase contra clase y de esos a?os treinta a los que no hay que volver. Otros, de cabeza m¨¢s asentada, se sirven de complejos esquemas en torno a la negatividad del predominio de los sindicatos sobre los partidos para ensalzarlo bien que le va a Espa?a por el camino del crecimiento en flecha de los beneficios empresariales y de la creaci¨®n de innumerables puestos de trabajo. En este sentido, el principal hallazgo corresponde a Fernando Claud¨ªn, quien, para refutar el leninismo (sic) del t¨¢ndem CC OO-PCE, descubre un giro social en la pol¨ªtica del Gobierno, tal vez a partir de los discursos y declaraciones del ministro Solchaga. Por fin, los m¨¢s batallones, y en primer plano el presidente Gonz¨¢lez, tiran por la directa a la desautorizaci¨®n del adversario. La UGT ser¨ªa un simple compa?ero de viaje de los taimados comunistas, y nada menos que en las estrellas se estar¨ªa produciendo un desplazamiento hacia el rojo. El azul es sugerido por a?adidura en la poco atinada alusi¨®n al nacional sindicalismo. Estamos, pues, ante una declaraci¨®n m¨¢s propia de unas divagaciones en El perro verde que de la valoraci¨®n de una crisis pol¨ªtica, pero de cualquier modo ilustrativa de las formas de reacci¨®n de nuestro Gobierno cuando ha de afrontar un conflicto que juzga amenazador.
Como consecuencia, cabe esperar que las explicaciones se articulen en torno a un eje bipolar. De un lado, como polo negativo, la satanizaci¨®n de una huelga pol¨ªtica fruto de la conspiraci¨®n anti-PSOE de los comunistas, con la complicidad inconsciente de UGT. La caracterizaci¨®n de "pol¨ªtica" relega a segundo plano el tema del PEJ y sus consecuencias sobre el mercado de trabajo. De otro, el polo positivo de la concertaci¨®n, ofrecida al parecer desde tiempo atr¨¢s por el Gobierno y a la que los sindicatos habr¨ªan permanecido sordos (recurso a la captaci¨®n de la propuesta ugetista tantas veces deso¨ªda). Ning¨²n ejemplo mejor, dicen, que la reciente oferta de hablarlo todo sobre el empleo. En el tintero queda que el Proyecto de Empleo Juvenil era un hecho consumado, A partir de ah¨ª, y una vez endosada la piel de cordero, cabe lanzar la ofensiva antisindical. Claro que todo esto resulta incomprensible, especialmente por lo que toca a la actitud frente a UGT, si no tenemos en cuenta la pol¨ªtica del Gobierno en los ¨²ltimos tiempos. A falta de este dato, nadie podr¨ªa entender la' ¨²ltima apuesta de Felipe: Gonz¨¢lez -porque, no hay que olvidarlo, el tr¨¢gala del PEJ es el origen del conflicto, y no lo impuso ning¨²n infiltrado comunista-, en la que todos tienen, y tenemos, mucho que perder.
De nuevo, como en el caso Mir¨®, los movimientos migratorios de ex ministros hacia el mundo de las opas o los obst¨¢culos a la investigaci¨®n sobre los GAL, m¨¢s que cada episodio en s¨ª empieza a contar la cuesti¨®n central de hasta qu¨¦ punto los contenidos y modos de la acci¨®n de gobierno de Felipe Gonz¨¢lez est¨¢n afectando ya al contenido de nuestra democracia. Obviamente, resulta l¨ªcito ejercer la gesti¨®n de un sistema pol¨ªtico desde supuestos liberal-conservadores, apostando por un desarrollo capitalista salvaje y evitando la enojosa tarea de renovar-desguazar un amplio sector del aparato de Estado, como en nuestro caso el dependiente del Ministerio del Interior. En el Reino Unido, Maggie no enga?a a nadie; lo que ya encierra el germen de muchas perversiones es gobernar como Thatcher y querer la imagen de Willy Brandt. No es, por otra parte, una pretensi¨®n ingenua, ya que el PSOE descansa a¨²n sociol¨®gicamente sobre un voto de izquierda. De ah¨ª que el Gobierno de Gonz¨¢lez se vea forzado a mantener su legitimidad progresista mediante una despiadada manipulaci¨®n de su propio discurso y de los medios de comunicaci¨®n que controla, RTVE en primer t¨¦rmino. Y que para sobrevolar las propias contradicciones tienda a evitar todo control, aunque ¨¦ste resulte consustancial al r¨¦gimen democr¨¢tico, impidiendo la aparici¨®n de instancias compensatorias o cr¨ªticas en el seno de lo que considera su reserva pol¨ªtica.
Por esta v¨ªa se entiende el no a la pol¨ªtica de concertaci¨®n ofrecida desde UGT, mientras que en el primer aspecto se incluir¨ªan el rechazo del control parlamentario (en una democracia, ¨¦ste no puede estar sometido exclusivamente a la buena voluntad de la mayor¨ªa, por lo dem¨¢s aqu¨ª), as¨ª como la pretensi¨®n de crear un coto para la raz¨®n de Estado de donde quedar¨ªa eliminada la actuaci¨®n del poder judicial. Al seguir esa trayectoria, el poder acaba encerr¨¢ndose en s¨ª mismo y considerando la gesti¨®n p¨²blica desde una perspectiva patrimonial, asentada en las expectativas favorables de continuidad tras futuras elecciones. De aqu¨ª la triple secuela de autosuficiencia en las actitudes, distanciamiento de los ciudadanos y creciente corrupci¨®n. Hay que decir que nada de esto figuraba en los prop¨®sitos iniciales de nuestros gobernantes de hoy, pero cualquier r¨¦gimen democr¨¢tico es susceptible de ese tipo de derivas -pensemos en la Italia del Sur-, desde luego en nada compatibles con el modelo de democracia participativa contenido en la Constituci¨®n*.
Por eso las formas son casi tan importantes como el fondo a la hora de valorar el tema que ahora preocupa a todos. Y conviene recordar que el Ejecutivo rehus¨® la discusi¨®n con los sindicatos sobre su proyecto de ley, y ahora, al defenderlo, olvida cuidadosamente introducir en su discurso lo que aqu¨¦l implica de desestructuraci¨®n del mercado de trabajo. Ciertamente, es m¨¢s f¨¢cil desautorizar a los sindicatos y colgar el sambenito del seguidismo sobre UGT. Pero ello constituye de por s¨ª un claro signo de una pol¨ªtica cuyas pretensiones de entendimiento se ci?en al capital financiero y a la patronal. La decisiva OPA tiene su origen en estos sectores y parece haber concluido con la absorci¨®n del PSOE. Est¨¢, pues, en juego algo m¨¢s que una ley. Si el Gobierno se impone por el camino emprendido tras el 14 de diciembre, cabr¨¢ parafrasear el primer art¨ªculo de la Constituci¨®n de 1931 y declarar que Espa?a es un pa¨ªs de burgueses y especuladores de todas clases. Los dem¨¢s dejar¨ªan de contar, -salvo en el momento de depositar el voto. Claro que a la derecha espa?ola nunca le preocuparon demasiado los mecanismos de integraci¨®n de las capas populares en el proyecto nacional. Lo grave es que este proceso tenga lugar bajo un Gobierno de siglas socialistas.
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