Paseo art¨ªstico
En cuanto a la intensidad art¨ªstica del recorrido propuesto en el montaje, es obvio que los responsables del mismo sabiamente lo han dispuesto para que coincida en las dos amplias salas centrales, unidas por un mismo eje transversal. En la primera de ellas, la que contin¨²a cronol¨®gicamente la secuencia del XIX, tras un engarce nada despreciable a base de Redon, Monticelli, Chase y Homer, posee la embriagadora belleza propia no s¨®lo de algunos de los mejores cuadros de la colecci¨®n Phillips, sino del meollo est¨¦tico que la define como organizaci¨®n sensiblemente estructurada; vamos, que ah¨ª est¨¢ la raz¨®n de ser original de la colecci¨®n, cuyos puntos b¨¢sicos de articulaci¨®n son el Almuerzo en el r¨ªo (188 l), de Renoir, y Ventana abierta (1921), de Bonnard. Un tan fant¨¢stico enfrentamiento visual no pod¨ªa ser trivializado con malas compa?¨ªas y, en consecuencia, tres C¨¦zanne, otro Bonnard, un Degas, un Sisley, un Monet y dos Van Gogh rinden los honores del aut¨¦ntico santuario de la colecci¨®n Phillips.El recorrido planificado no nos permite seguir el eje transversal, con lo que debemos continuar por sendas marcadas, cuyos desmayos nos hacen acelerar el paso. Los desmayos no se refieren, en todo caso, ya en el siguiente lugar, a los Vuillard, ni a alguno de los dos Picasso -Habitaci¨®n azul- (el otro, bueno, digamos que es una broma: totalmente borrado hasta la desfiguraci¨®n, no merece ser catalogado como tal), ni, en fin, al Modigliani, a uno de los Kandinsky, ni a los dos Braque, como tampoco, salt¨¢ndonos una c¨¢mara de los horrores emplazada intencionadamente en una zona de pasos perdidos, donde penden unos retratos americanos que no desmerecer¨ªan en el c¨¦lebre Museo de Cera de Madame Tusseau, ante la cual un Dufy de rechinar los dientes nos advierte no pasar, desmerecen m¨¢s all¨¢ el Derain, los Kokoschka, el Soutine y el Bacon.
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