Presidencialismo sovi¨¦tico
NUNCA EL Soviet Supremo hab¨ªa celebrado tina reuni¨®n como la que acaba de concluir, en la que los ¨¢speros debates reflejaron las corrientes contradictorias que agitan la sociedad sovi¨¦tica ante la perestroika. Pero ese reflejo ha sido muy desigual y por distintas razones. Las cr¨ªticas formuladas desde posiciones democr¨¢ticas a las reformas propiciadas por Gorbachov han tenido escas¨ªsimo eco en el Soviet Supremo, si bien se manifestaron con fuerza en la Prensa, en las asociaciones de intelectuales, en los clubes informales, es decir, entre los partidarios de llevar adelante de modo consecuente la democratizaci¨®n. Estas cr¨ªticas se centran en el car¨¢cter no igualitario de la nueva ley electoral -que si establece algo tan decisivo como la pluralidad de candidaturas, estipula tambi¨¦n un cupo de diputados elegidos por las organizaciones oficiales- y en los poderes excesivos de que dispondr¨¢ Gorbachov, una vez haya sido nombrado presidente de la URSS tras las elecciones -previstas en primavera- de los nuevos ¨®rganos legislativos.Esa concentraci¨®n de poderes -que equivale a pasar a un sistema presidencialista- es el meollo de la reforma para Gorbachov. Los sectores democr¨¢ticos radicales -incluso con sus reparos- le prestan una ayuda indudable en el enfrentamiento con los conservadores. Pero ¨¦l se sit¨²a en otra longitud de onda. Su batalla decisiva es dentro del aparato del partido, en el que los conservadores reciben el apoyo de una red infinita de intereses creados. Ese aparato tiene a¨²n el pa¨ªs en sus manos y no se puede prescindir de ¨¦l. Ante esa realidad, la ley electoral est¨¢ pensada m¨¢s para asegurar el triunfo de los reformistas en los ¨®rganos legislativos que para "progresar hacia la democracia".
Pero otras demandas han irrumpido con fuerza en los debates del Soviet Supremo: las de las nacionalidades. No es casual. El apoyo a esas reivindicaciones ha sido tan un¨¢nime que los ¨®rganos del Estado y del partido no pudieron obviarlas, convirti¨¦ndose, incluso dentro del Soviet Supremo, en portadores de las exigencias de car¨¢cter nacional. Conviene precisar que las reivindicaciones no son iguales. En el caso del C¨¢ucaso, el salvajismo de las acciones azer¨ªes contra los armenios ha relegado los problemas espec¨ªficos de la reforma constitucional. Entre las rep¨²blicas b¨¢lticas, Estonia es la que ha presentado de forma m¨¢s directa el problema de fondo: su Soviet Supremo ha votado dos puntos esenciales: derecho a rechazar leyes dictadas por Mosc¨² y a administrar sus propias riquezas. Ideas similares bullen en otras rep¨²blicas, y tarde o temprano ser¨¢n asumidas por ellas.
La primera reacci¨®n del Kremlin ante tales reivindicaciones fue de rechazo total, lo que motiv¨® la pregunta del presidente del Soviet Supremo de Estonia: ?c¨®mo se puede, en nombre de la democratizaci¨®n, rechazar algo pedido por todo un pueblo? Para atender las exigencias de las rep¨²blicas, el texto sometido al Soviet Supremo se corrigi¨® antes de la votaci¨®n, pero las concesiones no fueron suficientes, y unos 30 votos (negativos y de abstenci¨®n) demostraron la insatisfacci¨®n de los diputados del B¨¢ltico. Pese a la propuesta de Gorbachov de dedicar una segunda etapa de la reforma a los cambios en la estructura federal, el descontento en las rep¨²blicas puede acrecentar las dificultades en el nuevo per¨ªodo constituyente. A diferencia de lo ocurrido durante la preparaci¨®n de la conferencia del partido, ahora no se han producido ataques abiertos de los conservadores contra la reforma pol¨ªtica. Ser¨ªa err¨®neo atribuir a ese hecho una significaci¨®n excesiva. Pese a su aparente neutralidad, siguen siendo la amenaza m¨¢s seria para la perestroika.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.