Serenata en la sauna
El segundo de los conciertos de Iberm¨²sica nos ha tra¨ªdo a la Orquesta de C¨¢mara de Europa, un conjunto cuya visita anterior se produjo de la mano de su director art¨ªstico, Claudio Abbado. Ahora las circunstancias eran diferentes. La plantilla se ha reducido a una peque?a secci¨®n de cuerda, la indicada para el repertorio que iban a interpretar, y al maestro italiano le ha sucedido la propia concertino de la orquesta.Las virtudes que apreciamos en las ocasiones previas han vuelto a asomar en la presente. Por encima de cualquier consideraci¨®n de ¨ªndole t¨¦cnica, con ser ¨¦sta ejemplar, nos hallamos ante un grupo que disfruta haciendo m¨²sica y que transmite al auditorio ¨ªmpetu y entusiasmo. Resulta admirable que j¨®venes con sus domicilios distribuidos por toda Europa se junten seis meses al a?o, venciendo mil dificultades de ¨ªndole financiera, para disfrutar juntos con la m¨²sica. En el concierto que nos ocupa encontrarnos una concertino holandesa, unos solistas de clave y oboe de origen, respectivamente, franc¨¦s y escoc¨¦s, e incluso el flautista proven¨ªa de Zambia. Artistas todos integrados en la agrupaci¨®n y aut¨¦nticos solistas en su individualidad.
Orquesta de C¨¢mara de Europa
Obras de Mozart, Bach y Dvorak. Director: M. Blankestijn. Auditorio Nacional. Madrid, 3 de diciembre.
Dificultades
Lo mejor de la noche probablemente se obtuvo en la Serenata de cuerda opus 22, de Dvorak, obra dificil¨ªsima para abordar 20 instrumentistas sin director. El car¨¢cter que anima la Serenata encuadra perfectamente con estos j¨®venes europeos, que expriinieron todo el encanto del tiempo lento y nos regocijaron con el potente arranque del final.Otro tanto cabr¨ªa decir del Quinto concierto de Brandemburgo, dominado por el clave y la jovialidad de sus movimientos extremos, o del Concierto para oboe y cuerda en fa mayor bachiano, donde luci¨® un sonido amplio y bello Douglas Boyd. A menor nivel qued¨® el breve Divertimento K V 138, en una alteraci¨®n de programa no anunciada. Todo exeelentemente interpretado pero en donde la mano de un buen director habr¨ªa puesto ese algo m¨¢s que lleva la reacci¨®n del p¨²blico de la satisfacci¨®n al entusiasmo, porque en el mismo concierto de oboe hubiera sido deseable un mayor refinamiento en la matizaci¨®n y en la dosificaci¨®n del sonido.
Merece la pena anotar la formidable ac¨²stica para la m¨²sica de c¨¢mara que est¨¢ demostrando poscer la sala grande del Auditorio, pero tambi¨¦n elevar una queja ante el exasperante calor que hubo de soportar el p¨²blico durante toda la velada. Este hecho, ya casi habitual, resulta a todas luces inexplicable en una sala de nueva construcci¨®n. O la climatizaci¨®n no funciona o los encargados de ella no acaban de saber regularla, y el disfrute de un concierto no s¨®lo depende de la m¨²sica, sino tambi¨¦n del confort f¨ªsico.
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