David Hockney, profeta en su tierra
La exposici¨®n del pintor en Londres supera en visitantes a la muestra de Picasso en la Tate Gallery
La retrospectiva que David Hockney ofrece en la Tate Gallery londinense lleva camino de batir r¨¦cords de asistencia. En el paso de? Ecuador de su estancia junto al T¨¢mesis, el ingl¨¦s de Bradford refugiado en Los ?ngeles ha confirmado que es uno de los artistas m¨¢s populares de nuestra ¨¦poca. Sus cualidades art¨ªsticas son puestas en tela de juicio por buena parte de la cr¨ªtica especializada, pero al p¨²blico se lo ha metido en el bolsillo. En la Tate esperan recibir de? orden de los 180.000 visitantes antes de que la exposici¨®n sea clausurada el 8 de enero.
La ¨²ltima gran exposici¨®n ofrecida en las mismas salas fue la que mostraba obras de los a?os finales de Picasso, y atrajo unos 140.000 visitantes. El malague?o, venerado por Hockney, tambi¨¦n aparece ahora en la Tate, aunque s¨®lo sea como objeto de inspiraci¨®n del pintor local. Hockney ha vuelto al ¨®leo y trata de encontrar en las distorsiones picassianas la fuente de una creatividad que parece haber entrado en crisis. "Para superar a Picasso hay que conocer a Picasso", dice en una declaraci¨®n con ecos de ir¨®nica impotencia, aireada cuando lo que pinta no parecen sino ejercicios a la espera de una idea.Picasso y Matisse est¨¢n impl¨ªcitos en la obra que hoy d¨ªa resulta plenamente identificable como de Hockney. Del primero hay vetas en los esfuerzos cubistas del ingl¨¦s tanto con la paleta como con la c¨¢mara fotogr¨¢fica. De Picasso reconoci¨® que "ten¨ªa la facultad de poder mirar m¨¢s all¨¢ de las cosas y as¨ª consigui¨® darles nuevas formas". La influencia de Matisse aparece en el vivo uso del color que Hockney emplea sin ning¨²n temor, con placer. Ninguno de los dos es perceptible sino como mueca, en la l¨ªnea de trabajo por la que ahora vagabundea el pintor, tras una d¨¦cada dedicada al decorado teatral y a la experimentaci¨®n fotogr¨¢fica.
La peripecia vital de Hockney es conocida de sobra en el Reino Unido, pa¨ªs que abandon¨® en 1964 huyendo de las presiones psicol¨®gicas que reca¨ªan sobre su homosexualidad. Pero quien sea extra?o a esa aventura no puede dejar de notar que la obra ordenada cronol¨®gicamente en la Tate refleja como un espejo el paso de la oscura y r¨ªgida Inglaterra a la soleada y hedonista California. Los colores macilentos de la primera sala, correspondientes a sus a?os iniciales, son desplazados por los producidos por una luz que marca agresivamente los contornos. El humor y la melancol¨ªa es lo que ambas ¨¦pocas tienen en com¨²n. Dos hombres en una ducha podr¨ªa ser un prototipo de los a?os iniciales, y Dos chicos en una piscina, un ejemplo caracter¨ªstico de la segunda ¨¦poca.
Entre las obras expuestas en la tate, la primera, cronol¨®gicamente hablando es un Autorretrato pintado en 1954. En se definen machas de las caracter¨ªsticas de su pintura posterior. La l¨ªnea clara, el cuidado en subrayar los menores detalles, el efecto ¨¦ptico y una gama de colores envolvente.
Experimental
El Hockney hedonista, al que se achaca ser un pintor f¨¢cil, produce en California lienzos que inquietan al espectador por la fr¨ªa ausencia de figuras humanas. Lo parad¨®jico es que tal p¨¦rdida llena el cuadro, como en la serie El Chapuz¨®n (The Splash). Cuando las figuras aparecen lo hacen como testigos planos y est¨¢ticos, sin vida y, por ello, incapacitados de aliviar la desaz¨®n que su ausencia produce.Con el paso del tiempo, la pintura de Hockney se hace m¨¢s relajada y experimental. En los primeros a?os ochenta juega con la visi¨®n panor¨¢mica y la perspectiva, y de la mezcla de ambas salen lienzos emparentados con el cubismo, parentesco que el artista explorar¨¢ m¨¢s con la fotografia, aunque la cr¨ªtica le achaque falta de profundidad. Son memorables productos de esta experimentaci¨®n Una visita con Christopher y Don y Mulholland Drive. En el primero, Hockney juega con una visi¨®n panor¨¢mica en la que muestra una vivienda de un extremo a otro. La referencia constante es una casa en el horizonte, que aparece seis veces, vista desde cada una de las seis piezas que ocupan Christopher y Don. En Mulholland, un paisaje horizontal queda recortado a lo largo, en la parte superior del lienzo, por un plano de parte de la ciudad de Los ?ngeles. "Eso es lo que ve todo el que viaje a o desde Los ?ngeles", dice Hockney. "Una vista ¨¢urea de la ciudad".
El artista investiga en ambos cuadros la simultaneidad de planos, algo con lo que tambi¨¦n experimenta en sus collages fotogr¨¢ficos. Son visiones moleculares discontinuas de una realidad que alcanzan su m¨¢xima perfecci¨®n en Pearlblossom Hwy, un montaje sobre una perspectiva del desierto californiano. Hockney fotografi¨® la carretera, flanqueada por cactus y tres se?ales de tr¨¢fico, durante una semana de abril de 1986. Fue la ¨²ltima obra de este tipo que realiz¨®. "Me cans¨¦ del ruido del click, click de la c¨¢mara", dice. El artista est¨¢ casi sordo de ambos o¨ªdos, as¨ª que ¨¦sa no puede ser la raz¨®n. "Lo dej¨¦ porque me dijeron que era como un cuadro", responde ya en serio.
Hockney tiene ahora 51 a?os y, tras abandonar la fotograf¨ªa y las incursiones en otros campos est¨¦ticos, trata de encontrar en su residencia de Los ?ngeles una veta creativa que se le resiste. Por Londres, que s¨®lo ha visto otra gran retrospectiva suya en 1970, pas¨® como un rayo cuando se inaugur¨® la actual muestra: 150 obras, entre ellas la mayor¨ªa de sus piezas m¨¢s importantes, muchas de las cuales casi nunca se hab¨ªan exhibide, hasta ahora y que porceden de su propia colecci¨®n.
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