La caza del siciliano
Los escritores italianos est¨¢n de moda, la feria de Francfort ha sido un puro italianiesches kaleidoskop (as¨ª titul¨® la editorial Benziger, precisamente con ocasi¨®n de la feria, la tranche italiana de su cat¨¢logo). Los editores extranjeros sacan a buen ritmo traducciones -a veces buenas, a veces apresuradas e improbables- de novelas, cuentos y ensayos de autores italianos del pasado y del presente. Como siempre ocurre con las modas, reina cierta confusi¨®n; tendr¨¢ que pasar la moda para que haya una valoraci¨®n serena y exacta, un separar el grano de la paja. De momento, dejemos que la moda act¨²e: algo quedar¨¢, y esperemos que quede lo mejor.Tendr¨ªan motivos, los Italianos y los escritores italianos, para felicitarse por dicha moda. Pero no es as¨ª. Unos se sienten como ofendidos porque el abanderado de esa moda haya sido El nombre de la rosa, de Umberto Eco; otros, porque dentro de la literatura italiana que el mundo va descubriendo haya u n predominio -num¨¦rico y de calidad- de sicilianos. No soportan, en suma, que dentro de la moda de los italianos haya una moda de los sicilianos. Y de ah¨ª la irritaci¨®n, el enojo, la rabia contra los escritores sicilianos y contra cualquier libro de autor siciliano que asome por el horizonte. El tiro al escritor siciliano se ha convertido para ciertos recensores de libros en un deporte como el tiro de pich¨®n. S¨®rdida costumbre, o m¨¢s exactamente mala costumbre; se reconoce en ella, si no un racismo propiamente dicho, esa aversi¨®n ¨¦tnica, esa rivalidad entre regiones y municipios, ese rechazo de la mutua comprensi¨®n en el que se basa -h¨¦las!- la unidad de Italia. Pero una pizca m¨¢s -evidentemente- frente a Sicilia y los sicilianos.
Esta aversi¨®n a los escritores sicilianos en cuanto sicilianos se inicia con Verga. Verga -se dijo- no sab¨ªa escribir en italiano. Y tanto se dijo que acab¨® crey¨¦ndoselo el propio Verga; en los ¨²ltimos a?os de su vida reescribi¨®, con infeliz fortuna, aquellas novelas r¨²sticas que hab¨ªa publicado en 1883. Espl¨¦ndidas novelas en la edici¨®n de 1883, pero bastante -?c¨®mo decirlo?- desmeduladas en la que, en torno a 1920, se llam¨® "edici¨®n definitiva revisada y corregida por el autor". La acusaci¨®n de escribir mal se repiti¨® con Giuseppe Antonio Borgese (evocando un futuro ut¨®pico, el toscano Emilio Cecchi anotaba en 1921: "Borgese quiz¨¢ haya aprendido entonces a escribir italiano", y ese mismo a?o Borgese alcanzaba, como cr¨ªtico y como narrador, la m¨¢s vasta y merecida notoriedad). Entre tanto, la m¨¢s importante novela italiana despu¨¦s de Los novios -Los virreyes, de Federico de Roberto- era liquidada tranquilamente como obra, por exceso y por defecto, "err¨®nea". En cuanto a Pirandello, trataron de meterlo en el saco de los escritores menores y hasta m¨ªnimos, pero el ¨¦xito que obten¨ªa fuera de Italia oblig¨® a la cr¨ªtica italiana a reconocerle cierta validez, aunque "a rega?adientes", como dec¨ªa el propio Pirandello.
Sobre el latente o palmario antisicilianismo que recorre el mundo literario italiano cabe tener por ejemplar, cabalmente, el caso de Borgese. L¨ªmpido prosista, cr¨ªtico de gran agudeza y generosidad (llam¨® la atenci¨®n de los italianos sobre escritores como Moravia y Soldati), especialista en literatura alemana y muy atento a la inglesa y la francesa, narrador poco vinculado a las cosas sicilianas, la connotaci¨®n de siciliano se aplicaba as¨ª siempre a su nombre en sentido negativo o denigratorio. Era innegablemente siciliano, con su cara de moro y su temperamento impetuoso; pero no se le pod¨ªan atribuir en absoluto la estrechez y tosquedad del isle?o y del aislado, como sus enemigos, que eran muchos, pretend¨ªan al decir "el siciliano Borgese". Era el escritor m¨¢s conscientemente europeo que hubo en Italia entre la primera y la segunda guerra europea; y basta un vistazo a su obra para darse cuenta en seguida. Pero, adem¨¢s del error de ser siciliano, comet¨ªa el de una libertad e independencia de juicio, de una atenci¨®n a las cosas a las que los literatos italianos no quer¨ªan prestar atenci¨®n (otra vez Cecchi, ya en 1912, escrib¨ªa: "Los juicios de G. A. Borgese son siempre juicios sociales", agud¨ªsimos, brillantes, pero juicios sociales), una prontitud para captar lo que estaba ocurriendo en la historia italiana que hac¨ªa que ni Croce y los crocianos ni los marxianos ni los nacionalistas lo tolerasen. Conque todos ellos, y adem¨¢s juntos, habr¨¢n lanzado un suspiro de alivio cuando Borgese, profesor de la universidad de Mil¨¢n, se neg¨® a jurar fidelidad al fascismo y march¨® a Estados Unidos, donde escribi¨®, directamente en ingl¨¦s, el mejor libro contra el fascismo que se haya escrito nunca: Goliath, the march of fascism, en 1937; libro que el antifascismo se las ha arreglado para olvidar y para dejar en el olvido. Et pour cause, todo hay que decirlo, el antifascismo nacido despu¨¦s de la ca¨ªda del fascismo y la p¨¦rdida de la guerra, es decir, en el momento en que no costaba nada declararse antifascista, y hasta presentaba sus ventajas, no pod¨ªa recordar que entre los a?os 1930 y 1937, mientras el fascismo triunfaba, hab¨ªa habido hombres como Borgese, que hab¨ªan seguido diciendo "no" y pagaron un precio por hacerlo. Porque cuando Borgese regres¨® a Italia, para morir aqu¨ª, en 1952, alguien llego a decir que Am¨¦rica lo hab¨ªa "sicilianizado" a¨²n m¨¢s, o sea, empeorado. S¨®lo 11 profesores universitarios se negaron a jurar fidelidad al fascismo; y era natural que los que hab¨ªan jurado quisieran olvidarlos y hacerlos olvidar. Y Borgese fue olvidado hasta tal punto que s¨®lo en estos ¨²ltimos a?os, y por voluntad de unos pocos, ha reaparecido alguno de sus libros.
En Emilio Cecchi -escritor que, por lo dem¨¢s, me gusta mucho- se puede resumir toda la aversi¨®n de que Borgese fue objeto y entrever la aversi¨®n de que son objeto hoy los escritores sicilianos. Es una aversi¨®n no s¨®lo literaria, como se ve por una anotaci¨®n referente a un viaje a Sicilia, en los Taccuini (Blocs de notas). Tras haber hablado de lo t¨¦tricos y sucios que son dos pueblos sicilianos -Partinico y Valguarnera-, Cecchi escribe: "Noches llenas de muertos, incluso hace unos a?os. Se dice que Orlando [Vittorio Emanuele Orlando, que hab¨ªa sido presidente del Gobierno] era uno de los capos de la Mafia de Partinico. Como es siciliano el ministro liberal, humanitario y capo mafioso. Uno entiende a G. y Borgese. En la acci¨®n contra la Mafia promovida por el prefecto Mori, la tortura -humana, por lo dem¨¢s- de la cucaracha debajo de un vaso aplicado sobre el ombligo. La cucaracha trata de introducirse en el ombligo para escapar y provoca un prurito insoportable". Estamos en el racismo: Sicilia es puro oprobio; pueblos, pol¨ªticos, escritores (aunque f¨ªjense en la prudencia de Cecchi: escrib¨ªa con todas sus letras el nombre de Borgese, opositor al fascismo, pero se limitaba a la inicial del de Gentile, entonces poderoso con el fascismo). "Humana" la tortura, pues, para los sospechosos de pertenecer a la Mafia.
Si ¨¦ste era el juicio sobre Sicilia y los sicilianos de un escritor de gran cultura y sensibilidad como Emilio Cecchi, es f¨¢cil imaginar -para quien, desde lejos, no tiene modo de comprobarlos- el resentimiento y el desprecio, m¨¢s o menos velados, que hoy expresan algunas personas que, casi incultas y sin la m¨ªnima sensibilidad, sientan c¨¢tedra desde peri¨®dicos y revistas.
Traducci¨®n: Esther Ben¨ªtez.
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