Tienda y sexo
Todos los objetos son redundantes en las tiendas del sexo: cueros, revistas, pl¨¢sticos y metales repiten una constante de violencia de la que s¨®lo se salvan los preservativos. La tienda del sexo expone en sus paneles la provocaci¨®n impertinente, el gesto enfermo, la lengua inhumana. Nada en sus vitrinas Invita al amor, sino a la lucha. Sobreabunda la variedad de lo mismo, y lo hermoso es concepto que un d¨ªa tuvo contenido cualitativo y que aqu¨ª s¨®lo se mide por el tama?o.La falsedad que se instala en los anaqueles de estas tiendas es la primera pista para descubrir que el negocio del sexo lo tiene todo, pero mal organizado. Hay tiendas de objetos, oficinas de contactos, saunas de vapores, cuerpos de esquina, pero la inexistente relaci¨®n entre todo ello retrata un mundo ca¨®tico.
Los empresarios del ramo no han ca¨ªdo en la rentabilidad social y econ¨®mica de juntar seres que se buscan y darles despu¨¦s aquello que los relaje. Los relajadores ofrecen cuerpos ambulantes que no se han buscado. Los cuerpos ambulantes no van a la sauna. Falta un hilo conductor, sin el cual cada parte del negocio resulta aberrante y ocasional.
A¨²n est¨¢n por crear los programas de ordenador con nuestros datos para lograr que se acerquen los distantes, que conecten los dispersos, que se unan los afines, que los cari?osos se besen. Las tiendas del sexo podr¨ªan ofrecerles luego, y cada d¨ªa, toda la t¨¦cnica a su servicio: alquiler de camas de agua que borren el resto del mundo; ba?eras circulares cuyos contornos encierren la felicidad; burbujas ascendentes para ayudar el impulso de la sangre. Y auriculares que refinen la percepci¨®n del bisbiseo junto al o¨ªdo, que adornen el susurro de los labios, que permitan musitar los jadeos y conviertan los latidos en un murmullo.
Pero los empresarios no se han preocupado de la comunicaci¨®n del sexo, sino s¨®lo del sexo comunicado. Ignoran que la gente no desea una sustituci¨®n, sino solamente un est¨ªmulo.
No habr¨¢ quien se resista a su negocio si nos abocan a la ternura.
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