De la confusi¨®n a la serenidad
La crispaci¨®n creciente que se est¨¢ manifestando en la vida pol¨ªtica espa?ola en las ¨²ltimas semanas ha conducido a que cada vez sea mayor el n¨²mero de ciudadanos que asisten perplejos y desconcertados a la ceremonia de confusi¨®n en que se est¨¢ convirtiendo la pol¨ªtica de este pa¨ªs. Introducir algunas dosis de serenidad y reflexi¨®n creo que es una obligaci¨®n ineludible.Los problemas que ahora han aflorado, de forma tan manifiesta, se han ido gestando a lo largo de varios a?os y por eso son a¨²n m¨¢s graves. No es algo circunstancial ni personal, sino, que hunde sus ra¨ªces en a configuraci¨®n de nuestra vida pol¨ªtica. Paulatinamente, los partidos pol¨ªticos se han ido alejando de la funci¨®n de representaci¨®n y participaci¨®n de intereses sociales, de tal forma que la percepci¨®n que tienen la mayor¨ªa de los ciudadanos de los objetivos que cada partido persigue son contradictorios y confusos.
Mientras los sindicatos plantean una huelga general, medida extrema de lucha sindical, contra un Gobierno socialista, numerosos e importantes empresarios de este pa¨ªs, en privado, manifiestan que si tuvieran que votar en unas pr¨®ximas elecciones votar¨ªan PSOE o, matizando, como suelen decir, votar¨ªan a Felipe Gonz¨¢lez, que es el ¨²nico que les ofrece garant¨ªa de estabilidad y seguridad. Alianza Popular se ha convertido de forma manifiesta en un guirigay. Su actitud ante la OTAN y su m¨¢s reciente ante la huelga general y sus rid¨ªculos problemas internos hacen muy dif¨ªcil que un conservador consciente, alguien que tenga m¨¢s patrimonio que ideolog¨ªa, les vote. Como dicen algunos amigos conservadores, hay que ser un aut¨¦ntico aventurero para votar a AP. El partido comunista sigue siendo, a pesar de su vinculaci¨®n a CC OO, una opci¨®n pol¨ªtica marginal, tanto por sus problemas internos como por la crisis de su propio modelo pol¨ªtico. As¨ª, la falta de correlaci¨®n entre los intereses y la sensibilidad de los ciudadanos y su representaci¨®n pol¨ªtica es cada vez m¨¢s manifiesta.
Este pa¨ªs recuerda a veces una mala representaci¨®n teatral, en la cual los protagonistas no entienden ni les gusta el texto y en la que los actores han cambiado los papeles. La dama joven hace de actor de car¨¢cter; la actriz, de gal¨¢n, etc¨¦tera. En estas circunstancias, aunque el texto sea excelente, y puede que lo sea, me temo que los espectadores, pasado cierto rato y la sorpresa inicial, empezar¨ªan a moverse inquietos en sus butacas y acaso muchos de ellos terminar¨ªan por salirse.
La esencia de una democracia es la capacidad para resolver los conflictos sociales por medios pol¨ªticos. Para ello, los partidos tienen que ser los cauces por donde se canalizan los conflictos, lo cual exige que la participaci¨®n pol¨ªtica se instrumente a trav¨¦s de ellos, que cada uno refleje fielmente los intereses, sensibilidad y aspiraciones de un sector o una clase social.
Ciertamente, el Gobierno representa los intereses generales y debe ser el Gobierno de todos, pero desde una perspectiva determinada, con un modelo pol¨ªtico que corresponda a la base social que le vot¨®, o, en otro caso, llegar¨ªamos al absurdo de que es indiferente cualquier Gobierno de cualquier partido, y no tendr¨ªa sentido la concurrencia pol¨ªtica y, por tanto, la democracia. Si este contraste desaparece, si se ciega el cauce de representaci¨®n de los ciudadanos, el ¨¢mbito pol¨ªtico deja de ser el campo de resoluci¨®n de los conflictos sociales, y esto es lo que, desgraciadamente, est¨¢ ocurriendo en este pa¨ªs. La derecha busca resolver sus problemas en la presi¨®n de los despachos y gabinetes, y la izquierda, en las presiones de la calle, pero ambas han renunciado a satisfacer sus aspiraciones, o proteger sus intereses, por el cauce de los partidos pol¨ªticos.
?Qu¨¦ puede ocurrir despu¨¦s del d¨ªa 14? Las perspectivas no son halag¨¹e?as. La huelga tendr¨¢ un ¨¦xito, como siempre, discutido. Ambas partes se negar¨¢n los porcentajes de participaci¨®n y se acusaran de presiones y pr¨¢cticas desleales. Pero en cualquier caso la huelga va a existir y denota un grave problema social, y, como afirman algunos dirigentes del PSOE, un grave problema pol¨ªtico, y, no obstante, si se celebrasen elecciones generales a las pocas semanas, muy probablemente, el PSOE seguir¨ªa siendo el partido m¨¢s votado. ?Quiere esto decir que los votantes son esquizofr¨¦nicos o idiotas? No, simplemente quiere decir que cada vez es mayor el abismo entre la representaci¨®n pol¨ªtica y los intereses sociales, que la democracia se va vaciando de contenido y participaci¨®n ciudadana.
Todo esto no puede ser un motivo de satisfacci¨®n para nadie, y desde luego no es el camino para modernizar la sociedad, que pasa necesariamente por la incorporaci¨®n de la mayor¨ªa de los ciudadanos al proyecto de transformaci¨®n del pa¨ªs. No es el momento de hacer pol¨ªtica ilustrada a la usanza del siglo XVIII.
Despu¨¦s del d¨ªa 14, el Gobierno y los sindicatos, o, si se quiere m¨¢s directamente, el PSOE y UGT, pueden optar por mantener la confrontaci¨®n o buscar el di¨¢logo y la resoluci¨®n de los conflictos. El primer camino parece que tienta a algunos dirigentes, que incluso est¨¢n pensando en la eliminaci¨®n del contrario, que se ha convertido en enemigo. Ser¨ªa un grav¨ªsimo error. Ni los sindicatos pueden prescindir del partido socialista ni un proyecto socialista puede realizarse enfrentado a los sindicatos. De ambos casos tenemos notables ejemplos en Europa. Es obvio para cualquier observador que no tenga extremados prejuicios que la mayor¨ªa del pa¨ªs est¨¢ pidiendo que se restablezca el di¨¢logo y que de verdad se negocie sin pretender tener la exclusividad de la racionalidad -todo lo real es racional-, sino con voluntad de alcanzar acuerdos. No se quiere vencedores ni vencidos. Desgraciadamente, en la historia de este pa¨ªs muchas veces se ha vencido y muy pocas convencido. Ser¨¦nense, pues, los ¨¢nimos, enti¨¦rrense las hachas, y los errores que haya que rectificar, de objetivos o de estrategia, h¨¢ganse sine ira et studio. Pero despu¨¦s del d¨ªa 14 ni se puede mantener la confrontaci¨®n ni decir que aqu¨ª no ha pasado nada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.