El diablo del 'rock and roll'
Albert Goldman, autor de la escandalosa biograf¨ªa de John Lennon, se retrata a s¨ª mismo
Se llama a s¨ª mismo el diablo del "rock and roll'. En realidad, con su pantal¨®n de pana negra, su chaqueta de pata de gallo de corte ultracl¨¢sico, su camisa de lana, su corbata estricta y sus reeboks altos, parece exactamente lo que es: un ex profesor de Universidad (Columbia) pasado al period¨ªsmo de choque.Albert Goldman es un hombre que vive peligrosamente. En menos de una d¨¦cada, este cincuent¨®n aparentemente pac¨ªfico ha demolido dos mitos estadounidenses: el de Elvis el gordinfl¨®n, sumergido en sus pel¨ªculas porno y sus inmundicias detr¨¢s de su fachada de guarda-ring de Graceland, y el de John Lennon, el cristo de Liverpool, asesinado a la estadounidense en el vest¨ªbulo de pesadilla del Dakota de Rosemary's baby (La semilla del diablo).
Acosado por la mitad del conmocionado Estados Unidos, el bi¨®grafo maldito ha venido, pues, a refugiarse en Europa hasta que todo eso se calme, hasta que sus compatriotas y su "rnernoria atrofiada por la televisi¨®n y todas esas mierdas" se olviden incluso de su existencia.
Uniendo lo ¨²til con lo agradable, se ha aprovechado de ello para asumir un m¨ªnimo de promoci¨®n en respuesta a los hist¨¦ricos ataques de que ha sido objeto a trav¨¦s d.e la Prensa de su propio pa¨ªs. Ataques totalmente est¨²pidos, por otra parte; mal que les pese a los beatlemaniacos rezagados y culpabilizados, su Lennon (lo rnismo que su Presley), invenci¨®n o no (y hasta ahora nada ha venido a desmentir, jur¨ªdicamente, las afirmaciones de Goldrnan), se revela de otro modo m¨¢s complejo y atractivo que el panactero macrobi¨®tico complacientemente descrito en las precedentes biograf¨ªas oficiales controladas por el imperio Ono-Lennon. Como si la leyenda del rock and roll pudiera resumirse en un simple negocio de cruasanes.
"John Lemion buscaba la verdad. La dec¨ªa, la cantaba", dice Goldman. "Pero estaba en una posici¨®n imposible a causa de Yoko, que prefer¨ªa contar gilipolladas del g¨¦nero: "Nuestro matrimonio es perfecto; John es un amante y un padre maravilloso...". ?Qu¨¦ va! Era el peor de los padres, y Dios sabe qu¨¦ mala madre es ella... ?Ja, ja, ja! En mi libro lo he revelado todo. La pura verdad".
"Pero hoy en Estados Unidos ya no se pueden tolerar las verdades desagradables. Los estadounidenses se han convertido en junkies (drogadictos): no soportan nada, se ponen furiosos, lloran, quieren matarle a uno... ?Ja, ja, ja! Se imaginan tambi¨¦n que las estrellas del pop son unos santos. ?Tonter¨ªa! Todo el mundo sabe que son pecadores. Viven como Julio C¨¦sar y los romanos, todo les est¨¢ permitido: droga, sexualidad, perversi¨®n... No tienen que dar cuentas a nadie. La gente se ha escandalizado tanto cuando yo cuento que Lennon met¨ªa el pito en la boca de su manager... Pero para ¨¦l esto era algo tan natural como para m¨ª sonarme las narices... ?Ja, ja, ja! ?Qu¨¦ hab¨ªa de malo en ello? No pensaba que eso afectaba a su virilidad, sino m¨¢s bien que as¨ª controlaba al hombre que controlaba a los Beatles. No era una cuesti¨®n de sexo, era una cuesti¨®n de poder. Pero, para los estadounidenses, una estrella del rock es un macho. Y un macho debe ensartar mujeres todas las noches como una m¨¢quina de joder... ?Ja, ja, ja! El rock es una m¨¢quina de joder: uno brinca, uno se remenea... ?Ja, ja, ja! Los estadounidenses veneran la m¨¢quina de joder".Mitos
"En Estados Unidos, donde se han publicado tantos libros sobre las estrellas, no he le¨ªdo ninguno en el que el h¨¦roe fuera alguien feliz, maravilloso... Siempre son unos canallas desgraciados. Entonces, ?d¨®nde est¨¢ el problema? John Lennon ha declarado: "?Los Beatles son los m¨¢s grandes canallas de la tierra!'". Posiblemente lo dec¨ªa por ¨¦l mismo... ?Ja, ja, ja!
Pregunta. ?Con qu¨¦ mito es m¨¢s dificil atreverse, con el de Presley o con el de Lennon?
Respuesta. Con Presley fue la explosi¨®n de la bomba at¨®mica; con Lennon, la de la bomba de hidr¨®geno... ?Ja, ja, ja! Los defensores de Presley no controlan los medios de comunicaci¨®n ni en Estados Unidos ni en Inglaterra; la generaci¨®n de los Beatles, s¨ª. El rock and roll ha sido siempre un fen¨®meno burgu¨¦s que se pretend¨ªa una revoluci¨®n y dec¨ªa venir de la clase obrera. ?Una gilipollez todo! El rock s¨®lo est¨¢ hecho por unos imb¨¦ciles ego¨ªstas burgueses. Es la cultura del narcisismo, la adoraci¨®n de s¨ª mismo. No ha necesitado ni tres a?os la generaci¨®n del amor para convertirse en la generaci¨®n del yo. Es una transici¨®n muy significativa. El libro sobre Presley ha llevado al p¨²blico a leer el dedicado a Lennon: "?Ah!, helo aqu¨ª de nuevo con las mismas tonter¨ªas, las mismas mentiras, la misma malevolencia...". El rock and roll no ha sido nunca una simple diversi¨®n, sino un culto, una religi¨®n. Salido del Sur profundo de Estados Unidos, donde todo est¨¢ saturado de santurroner¨ªa. Elvis quer¨ªa llegar a ser predicador con un traje blanco. John Lennon se comparaba siempre con Jes¨²s: "Se me crucifica... Somos m¨¢s populares que Cristo...". Muri¨® como un m¨¢rtir. Todo culto tiene necesidad de sus santos, de sus m¨¢rtires ... y de su diablo. ?sta es mi. tarea ... ?Ja, ja, ja! Yo soy el diablo del rock and roll...
P. Usted pretende haber sido el primer decepcionado por John Lennon...
R. Por supuesto. Si el p¨²blico se siente escandalizado durante la lectura de mi libro, yo mismo he tenido que sufrir el esc¨¢ndalo durante los seis a?os y medio de su preparaci¨®n. He hablado con gentes que hab¨ªan le¨ªdo el libro en una sola jornada bebiendo coca-cola... ?Ja, ja, ja! El impacto recibido les ha hundido. Han perdido los estribos. Rolling Stone ha dedicado casi un n¨²mero entero a meterse conmigo. ?Sabe usted por qu¨¦? Porque Jan Wenner es muy allegado a Yoko y se ve en la obligaci¨®n de defender el honor de esta, pues en caso contrario no lo invitar¨ªa nunca m¨¢s al restaurante. Han intentado ejercer presi¨®n sobre los testigos, pero no han tenido ¨¦xito. Todo est¨¢ grabado: 1.200 entrevistas en cintas depositadas en un banco. Entonces, ?que se jodan! Si los testigos se retractan, yo las hago p¨²blicas. Si todas esas cosas horribles que he revelado no son ciertas, ?por qu¨¦ no se ataca a mis editores? Hay m¨¢s abogados en California que en todo Jap¨®n. En toda mi vida, jam¨¢s he pasado un solo minuto ante un tribunal para defender mis escritos. Luego, si soy un mentiroso, un cuentista, un inventor, como pretende Paul... Paul es el que inventa, no yo. Es a ¨¦l al que hubiera debido atacar, a ese cochino, pero no estoy loco hasta ese punto... ?Ja, ja, ja!
P. ?Por qu¨¦ protesta tanto McCartney? Mas bien tiene el buen papel en su libro.
R. ?Pero si no lo ha le¨ªdo! Protesta, eso es todo. Cuando declar¨® que no era otra cosa que mentiras y basura, s¨®lo hab¨ªa recorrido con la vista un extracto publicado en The Evening Standard. McCartney es el Maurice Chevalier ingl¨¦s: cielo azul, sol, amor... Ustedes siempre est¨¢n enamorados de m¨ª, porque soy tan encantador y estoy tan lleno de mierda... ?Ja, ja, ja! No le falta m¨¢s que el canotier.
P. ?No protest¨® Yoko Ono cuando usted escribi¨® que ella hab¨ªa denunciado a Paul y Linda ante la polic¨ªa antidroga japonesa?
R. Claro que no, porque es cierto. He trabajado durante seis a?os y medio, he efectuado 1.200 entrevistas y gastado 500.000 d¨®lares para que todo sea verdadero en este libro. No soy un imb¨¦cil, me esperaba las reacciones. Entonces, he querido que el libro sea como el hormig¨®n. ?Y sabe usted lo que dice la gente? Es posible que todo eso sea cierto, pero nosotros, nosotros queremos permanecer en las nubes. Y ese puerco nos hace bajar de ellas... ?Ja, ja,ja!
P. ?Ha trabajado usted solo? R. No. Viv¨ª primero alg¨²n tiempo en Inglaterra, pero sin resultado. Entonces me volv¨ª a la ciudad de Nueva York. Durante sus ¨²ltimos 10 a?os, John vivi¨® en el mismo barrio que yo. Al abrir mis ventanas pod¨ªa ver las suyas. El problema es que ella tambi¨¦n pod¨ªa ver las m¨ªas... ?Ja, ja, ja! Habr¨ªa tenido que hablar muy bajito en el caso de que ella hubiera instalado micr¨®fonos a la manera de la CIA... ?Ja, ja ja! Nueva York era el lugar ideal. Todo el mundo pasa por all¨ª un d¨ªa u otro para ir a ver a los chalados...
Por lo que respecta a Jap¨®n, el problema ha sido muy dificil. A causa de la lengua, pero tambi¨¦n de las costumbres... No se puede ir ante un japon¨¦s dici¨¦ndole: "Bueno, Ducon, ?qu¨¦ hay de nuevo?". ?Ja, ja, ja! Entonces, he descubierto a una periodista local muy buena, que me ha hecho las entrevistas. La clase a la que pertenece Yoko es muy reducida y, una vez en el c¨ªrculo, se puede hacer r¨¢pidamente su recorrido.
Sondeos
En Liverpool fue necesario sondear profundamente para encontrar las personas adecuadas. Las dos hermanastras de Lennon, por ejemplo. Hoy, ellas, evidentemente, est¨¢n muy orgullosas de tener su entrevista en Newsweek, pero soy yo quien las encontr¨®.
Hay aIguien que trabaj¨® conmigo a media jornada: yo le enviaba por carta los cuestionarios y ¨¦l iba a hacer las preguntas; yo escuchaba las cintas, le ped¨ªa que volviera a hacerlas si lo que escuchaba no encajaba, etc¨¦tera. Si ten¨ªa necesidad de datos en Australia buscaba un periodista que fuera all¨ª por otros motivos, etc¨¦tera. Hac¨ªa esto un poco en el mundo entero. Un trabajo incre¨ªble, el Berl¨ªn, en Hamburgo, en todas partes... Acept¨¦ una encuesta por la muerte de Bruce Lee para poder hacer investigaciones sobre los Beatles en Hong Konk. Desgraciadamente, me drogaron, me secuestraron y me llevaron a la cima de un monte que llaman el pico. Cuando me despert¨¦ (la droga me la pusieron en el vino): ichin! ?chan! ?chon! ?Ja, ja, ja! Incre¨ªble, ?no?
P. ?Qui¨¦n le secuestr¨®?
R. El hijo de un se?or de la guerra chino. Un playboy que trabajaba con toda seguridad para las gentes de los estudios de cine. Durante toda una noche se trabajaron a la mujer con la que yo viv¨ªa: droga, promesas de dinero, todo. Trataban de saber lo que yo hab¨ªa descubierto. Finalmente, abandonaron el asunto y me llevaron a buen recaudo al hotel, a eso de las seis o las siete de la ma?ana. Dos hombres me metieron en la habitaci¨®n como se mete una maleta... ?Ja, ja, ja! Me echaron en la cama totalmente borracho. Cuando despert¨¦, lo primero que vi fue a esa mujer, con las maletas hechas, dispuesta a saltar en el primer avi¨®n. Estaba aterrorizada. Al d¨ªa siguiente, mis secuestradores me telefonearon. Me propusieron un viaje en barco... ?Ja, ja, ja! Loco, ?no?
P. Y en Estados Unidos, ?no tiene usted miedo?
P. Vivo en Nueva York, pero en estos momentos prefiero viajar... ?Ja, ja, ja! Los estadounidenses tienen mala memoria, la tienen echada a perder a causa de la televisi¨®n. Dentro de un a?o dir¨¢n: "Ah, s¨ª, Goldinan, el tipo que ha escrito un libro sobre Mick Jagger...".Andy Warhol explic¨® un d¨ªa que, en el futuro, todo el mundo ser¨¢ c¨¦lebre durante un cuarto de hora. Yo lo he sido tres o cuatro veces. Eso hace por lo menos 45 minutos...
P. ?No ha pensado usted nunca que Yolko Ono tuviera algo que ver con la muerte de Lennon?
R. Mucha gente lo ha pensado, pero yo no he encontrado nunca la menor prueba. El tirador estaba demasiado chiflado, era totalmente incontrolable. Un asesino a sueldo debe ser alguien seguro. La ¨²nica manera en que Yoko contribuy¨® a la muerte de Lennon fue despidiendo al guardaespaldas, cuando ¨¦ste, un ex agente del FBI lleno de experiencia, le hab¨ªa prevenido que no lo hiciera. Ella no quiso saber nada, consagrada como estaba a la promoci¨®n de su disco...
P. Despu¨¦s de seis a?os pasados con Presley, luego con Lennon, ?no ha acabado usted a la larga por odiarlos?
R. Creo que no volver¨¦ a empezar nunca m¨¢s. Imposible. He terminado con las estrellas del rock. En mi pr¨®ximo libro la estrella ser¨¦ yo. Voy a contar mis a?os de viajes con los traficantes de droga en Am¨¦rica del Sur. He vivido con ellos, he compartido sus cr¨ªmenes durante dos a?os y medio. Por la noche me despertaba y ve¨ªa los aviones, las peque?as se?ales verdes, los paraca¨ªdas que descend¨ªan con la droga. Un bello regalo del cielo... ?Ja, ja, ja! Pero siempre hab¨ªa problemas: era preciso zafarse aprisa, los neum¨¢ticos del jeep se hund¨ªan en el barro, y yo me dec¨ªa: ?pero qu¨¦ hace un hombre como yo, profesor de Universidad, agregado de Filosof¨ªa, en una nlierda as¨ª? Debo estar enfermo... ?Ja, ja, ja! Hay que llamar r¨¢pido a un m¨¦dico... ?Ja, ja, ja!
Traducci¨®n: M. Carmen Ruiz de Elvira.
@ Lib¨¦ration, 1988.
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