La pelota, en el tejado
A PARTIR de ayer, el debate sobre si una huelga general contra la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno y algunas otras de sus actitudes era el instrumento oportuno o un disparate ha quedado superado por la realidad. La huelga general pol¨ªtica se ha llevado a cabo con notable ¨¦xito para los convocantes, y, por consiguiente, la pelota ha cambiado de tejado. Incluso si el eco alcanzado por el llamamiento de los sindicatos hubiera sido la mitad, obligar¨ªa a cualquier Gobierno fuerte -y el de Felipe Gonz¨¢lez lo es, para envidia de sus opositores pol¨ªticos- a modificar su actitud de fondo ante los sindicatos.Es cierto que en la participaci¨®n pasiva de algunos ciudadanos en la huelga han incidido motivos ajenos a su voluntad: actuaci¨®n de piquetes que s¨®lo eufem¨ªsticamente pueden denominarse informativos, junto a factores disuasorios como la ausencia de transportes p¨²blicos y la torpe dramatizaci¨®n de la huelga por el propio Gobierno. Pero ello no contradice el hecho rotundo de que la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n activa del pa¨ªs ha secundado el llamamiento. Las motivaciones de cada cual han podido ser diferentes: desde la protesta contra la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno o la indignaci¨®n ante los comportamientos individuales de determinadas personas hasta la sorda irritaci¨®n de sectores conservadores; pero lo cierto es que el rechazo y la frustraci¨®n ante la manera de gobernar de los socialistas han unificado el paro de ayer hasta extremos no conocidos en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
El desarrollo de la jornada ha demostrado la capacidad de movilizaci¨®n y control de sus bases naturales y del resto de los ciudadanos por parte de las centrales sindicales. Ello indica, de un lado, que las consideraciones sobre la debilidad estructural de los sindicatos y su relativa representatividad deber¨¢n en adelante ser matizadas, y de otro, que el Gobierno habr¨¢ de tener en cuenta, con vistas a la concertaci¨®n cotidiana y puntual, la capacidad de veto que los sindicatos mantienen respecto a sus iniciativas en materia socio laboral: sin su acuerdo no ser¨¢ posible avanzar seriamente en la v¨ªa reformista.
Descartada por el presidente del Gobierno la hip¨®tesis de "desplazar la responsabilidad hacia los ciudadanos" mediante la convocatoria de elecciones anticipadas -lo que implicar¨ªa intentar aplastar a los sindicatos, en la l¨®gica del thatcherismo puro y duro-, dos escenarios posibles se dibujan en el horizonte inmediato del Ejecutivo. Por una parte, una l¨ªnea orientada a la desactivaci¨®n del pacto entre UGT y CC OO mediante concesiones pol¨ªticas a Nicol¨¢s Redondo (como el cese de alg¨²n ministro especial mente reacio al reconocimiento del papel central de su sindicato). El escenario admite diversas variantes -incluida la de tratar de dividir a UGT-, pero todas ellas determinadas m¨¢s por la voluntad de romper la unidad sindical que por el deseo de otorgar a las centrales un mayor protagonismo en la definici¨®n de las prioridades socioecon¨®micas y de asociarlas, en particular, al proyecto de redistribuci¨®n de la riqueza y vertebraci¨®n social sobre nuevos t¨¦rminos. Ese escenario resulta: ut¨®pico en la medida en que ello implicar¨ªa una improbable complicidad de UGT, la cual dejar¨ªa en manos de la central comunista una capacidad de bloqueo social similar a la que ejerce hoy la CGT en Francia, por ejemplo; arriesgado, por sus previsibles efectos divisionistas en las filas del PSOE, y contradictorio con el impulso reformista que necesita ahora el Gobierno para recuperar el terreno perdido.
La otra salida posible es tambi¨¦n pol¨ªtica, pero atender¨ªa preferentemente a la redefinici¨®n del papel otorgado a las asociaciones intermedias que constituyen la base social del proyecto socialdem¨®crata. La constituci¨®n del consejo econ¨®mico social previsto por la Carta Magna ser¨ªa el eje de esa redefinici¨®n, pero habr¨ªa de manifestarse tambi¨¦n en un cambio de actitud ante el problema de la concertaci¨®n. No s¨®lo deber¨ªan cambiar los representantes del Gobierno en la negociaci¨®n, sino el discurso pol¨ªtico que la recubre. Es incierto que la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobier no -acertada en t¨¦rminos generales- no admita modulaciones diferentes, compatibles con algunas de las reivindicaciones concretas de las centrales.
La jornada de ayer tambi¨¦n ha tenido de positivo la apertura de un debate social y de una discusi¨®n pol¨ªtica a la que no se asist¨ªa desde hace a?os, y que ha sacado al pa¨ªs de una modorra aletargante. A diferencia con el debate sobre la OTAN, ahora se ha observado una considerable receptividad de los opinantes a los argumentos del contrario, de tal manera que lo que hace un mes era presentado como evidente -desde el Plan de Empleo Juvenil hasta los salarios de los funcionarios- se considera ahora simplemente probable, opinable en todo caso. Si este talante llega ra a generalizarse -y que as¨ª sea, y por ambas partes, era tal vez la reivindicaci¨®n m¨¢s sentida por quienes ayer secundaron la huelga-, la jornada del 14 de diciembre habr¨¢ resultado un esfuerzo del que podr¨¢n sacarse mimbres para el futuro. Ahora falta el primer gesto.
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