Todos contra todos
Las subvenciones agr¨ªcolas otorgadas a los granjeros de Estados Unidos y a los agricultores de la CE ascendieron en 1987, respectivamente, a 25.000 millones y 33.000 millones de d¨®lares, sin contar que Jap¨®n protege m¨¢s a¨²n su agricultura. As¨ª las cosas, los pa¨ªses del Tercer Mundo no pueden exportar granos, carnes, grasas, aceites, az¨²car y otros productos a los pa¨ªses industrializados.
A medida que la competencia comercial internacional se hace m¨¢s aguda entre las naciones, que luchan por la defensa de sus mercados nacionales y por la mayor participaci¨®n en el comercio mundial, esa continua guerra econ¨®mica, a pesar de las bellas declaraciones a favor del libre cambio, insin¨²a actualmente tendencias proclives al proteccionismo: elevaci¨®n de las tarifas aduaneras, contingentaci¨®n de productos, establecimientos de licencias previas de importaci¨®n, tipos de cambio diferenciales de las monedas, prohibiciones sanitarias y otras medidas, directas o indirectas, de guerra mercantil entre los pa¨ªses.Bajo los auspicios tecnol¨®gicos de la tercera revoluci¨®n industrial, el mundo econ¨®mico, mercantil, financiero e industrial tiende a expandirse hacia los cuatro puntos cardinales del globo terr¨¢queo, constituyendo un todo unido, pero mientras existan los proteccionismos, de complicaci¨®n creciente a causa de que sus partes integrantes (o pa¨ªses) no tienen el mismo grado de progreso, ni cumplen la misma funci¨®n, seg¨²n la poco conocida ley de desarrollo desigual econ¨®mico y tecnol¨®gico de pa¨ªs a pa¨ªs o de regi¨®n a regi¨®n.
Aun viviendo en el mismo tiempo, no todos los pa¨ªses est¨¢n igualmente desarrollados, sino que unos se hallan muy adelantados y otros muy atrasados.
Como consecuencia de ello, unos pa¨ªses, altamente industrializados, produciendo con m¨¢quinas de elevada productividad, controladas en buena parte por ordenadores, pueden ofrecer en el mercado mundial mercanc¨ªas muy competitivas, de mejor calidad y m¨¢s bajo precio, que las que pudieren ofertar los pa¨ªses atrasados, con industrias o maquinarias de baja productividad. Y adem¨¢s, en los mercados nacionales de esos pa¨ªses subdesarrollados, sin ser protegidos por una elevada tarifa arancelaria, sus industrias incompetitivas perecer¨ªan en un mercado de libre cambio. As¨ª las cosas, aunque el proteccionismo se presenta como un mal para los pa¨ªses industrializados, es un bien para los subdesarrollados. En este orden de ideas, las tendencias a la unidad o integraci¨®n del mundo, en una era planetaria, son contrarrestadas por los desarrollos desiguales entre el mundo industrializado (EE UU, CE y Jap¨®n), por un lado, y Asia, ?frica y Am¨¦rica Latina, por el otro.
Sin embargo, por muy elevadas que sean las murallas arancelarias de los pa¨ªses afro-asi¨¢ticos y latinoamericanos, las empresas multinacionales europeas, norteamericanas y japonesas, con sus inversiones directas vistiendo el ropaje de las naciones donde se radican, las saltan para explotar los mercados nacionales s¨®lo protegidos contra las mercanc¨ªas que vienen desde fuera, pero no frente a las que producen las multinacionales. El proteccionismo es burlado para operar en mercados altamente retributivos, donde la tasa de ganancia de las multinacionales establecidas es mucho m¨¢s elevada que en sus metr¨®polis.
Proteccionismo camuflado
El proteccionismo en nuestro tiempo est¨¢ muy disimulado: la CE denuncia como competencia desleal (dumping) muchos productos provenientes de Jap¨®n, particularmente autom¨®viles y electr¨®nicos, o producidos por empresas multinacionales japonesas en pa¨ªses de la CE, como el coche Bluebird, en el Reino Unido, en gran parte armado con piezas de origen japon¨¦s. Para evitar la competencia comercial desleal, Francia ha exigido que el Bluebird sea fabricado en un 80%. en la CE. De lo contrario, se tomar¨ªan medidas antidumping para defender el mercado.
En el mismo sentido, la CE ha denunciado el dumping de los fletes mar¨ªtimos de Corea del Sur un 20% m¨¢s baratos que los ofertados por barcos europeos. En igual medida, la CE acusa de dumping a la URSS en fletes mar¨ªtimos, fibra de madera, motores el¨¦ctricos, relojes mec¨¢nicos de pulsera, pianos, urotropina polietileno, n¨ªquel, aluminio, vidrio y otras mercanc¨ªas.
Por otra parte, en el mercado de productos agropecuarios, la CE y EE UU prodigaron a sus agricultores, respectivamente en 1987, 25.000 y 35.000 millones de d¨®lares en subvenciones, lo que permite exportar barato y comprar caro en los mercados exteriores e interiores. Dicho de otra manera, un agricultor europeo protegido vende a doble precio en el interior de su pa¨ªs que en el exterior. As¨ª las cosas, los pa¨ªses del Tercer Mundo, exportadores de productos agrarios (cereales, oleaginosos, az¨²car, etc¨¦tera) no encuentran mercados exteriores f¨¢ciles para exportarlos a causa de la competencia desleal de europeos, norteamericanos y tambi¨¦n japoneses. En estas condiciones poco equitativas, los pa¨ªses afroasi¨¢ticos y latinoarnericanos, cargados de deuda externa con los pa¨ªses industrializados, no pueden ganar divisas suficientes para pagarla. Y si a ello se adiciona el hecho de que han subido los tipos de inter¨¦s de esa deuda, se comprender¨¢ que los pa¨ªses acreedores tratan a los deudores bajo la ley del embudo.
El mundo, impulsado por la revoluci¨®n cient¨ªfico-tecnol¨®gica, tiende a ser uno o ninguno para hacer posible la paz y la prosperidad para todos, pero el proteccionismo, con su guerra sucia comercial, hace m¨¢s ricos a los ricos y m¨¢s pobres a los pobres, agudizando as¨ª las contradicciones entre Este-Oeste y, sobre todo, entre Norte-Sur. Ello desestabiliza la econom¨ªa mundial planetaria con los ego¨ªsmos proteccionistas de todo tipo, lo cual conducir¨ªa a una gran depresi¨®n como la de 1929-1933, en la que los pa¨ªses ricos no correr¨ªan mejor suerte que los pa¨ªses pobres. Y es que en el mundo de la era espacial, cuando los sat¨¦lites y los misiles no encuentran fronteras, no es l¨®gico que, despu¨¦s de la II Guerra Mundial, haya m¨¢s de 150 mercados, monedas y fronteras en una Tierra, ya peque?a, en que uno debiera ser para todos y todos para uno. Hegel dec¨ªa, en su Filosofia de la historia, que la raz¨®n gobernaba al mundo. ?A qu¨¦ mundo?
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