25 a?os sin Carmen Amaya
Ha pasado 25 a?os en que muri¨® Carmen Amaya. Se cumplieron el mes pasado, un 19 de noviembre de 1963 en que un denso manto de pena, llanto y luto cay¨® sobre el arte flamenco espa?ol al privarle de la -quiz¨¢- m¨¢s genial bailaora de todos los tiempos. 25 a?os es mucho o poco tiempo, seg¨²n se quiera ver. Mucho porque durante todo ¨¦l han salido bailaoras a pu?ados autoproclam¨¢ndose la sucesora de Carmen Amaya, en cuanto se desmelenaban y pataleaban furiosamente vestidas con pantalones; mucho porque casi todas ellas pasaron y se las olvid¨® enseguida, pues el baile de Carmen Amaya no era eso, no era s¨®lo eso; mucho porque no ha habido una sucesora de Carmen Amaya, ni parece posible que pueda haberla. Poco porque parece que fue ayer, o anteayer, y la recordamos con su enjuta figurita -40 kilos de peso- recorriendo en clamor los escenarios, su genio enduendado haciendo locuras en el baile, cosas que nadie se hab¨ªa atrevido a hacer antes, ni ha hecho despu¨¦s.
Carmen Amaya pertenec¨ªa a una de esas casi inacabables familias gitanas en que todos cantan, o bailan, o tocan la guitarra, como su padre El Chino. Familia oriunda del Sacromonte grana¨ªno, pero asentada en el inframundo suburbano de las grandes ciudades catalanas.
A los cuatro, a los cinco, a los seis a?os, ya se ganaba la vida cantando y bailando por las calles, en las tabernas, en cualquier lugar donde pudieran despu¨¦s sacar unas pesetas pasando la gorra o el plato. M¨¢s a¨²n, era ella quien ganaba casi todo para la familia, porque era tan chiquitilla y bailaba ya de forma incre¨ªble, los se?oritos era a ella a quien llamaban para sus fiestas.
Con el baile dentro
Vicente Marrero escribi¨®: "Naci¨® con el baile dentro, un baile hecho de oro a?ejo". Y era as¨ª, y la gente lo descubr¨ªa en cuanto la ve¨ªa bailar la primera vez. Esa especie de bohemia art¨ªstica continu¨® hasta que Carcell¨¦ la contrat¨® para aIgunos de sus espect¨¢culos. Enseguida tuvo compa?¨ªa propia y, recorri¨® el mundo una y otra vez, y muchas veces, en triunfo permanente y apote¨®sico. Bail¨® para el presidente Roosevelt en la Casa Blanca y para la reina Isabel de Inglaterra. Fue quiz¨¢ la ¨²nica artista del flamenco que conquist¨® portada en Life. En Buenos Aires coincidi¨® con Stokouwsky, y como los horarios de los dos espect¨¢culos coincid¨ªan el maestro pag¨® una actuaci¨®n para ¨¦l solo de Carmen Amaya a la que dijo despu¨¦s: "?Qu¨¦ clase de diablo ser¨¢ el que llevas en el cuerpo!...".Hizo var¨ªas pel¨ªculas, desde Mar¨ªa de la O hasta Los Tarantos. Muchas de ellas en Hollywood, pero a ella no le gustaba verse en cine: "Ve¨ªa que aquella era yo, pero otra yo, no yo misma".
Su generosidad fue legendaria. No daba valor al dinero. "De verdad que. nunca he manejado plata -confes¨¦ a Leocadio Mej¨ªas-; me estorba. Hay muchas desgracias por el mundo y si por casualidad lo tengo, al primero que me lo pide se lo doy, o sino me lo pide nadie, pago por un paquete de pitillos diez veces m¨¢s lo que vale, pero ya me voy sin la preocupaci¨®n de no tener ni una perra y me duermo a gusto".
Y muri¨®, seg¨²n su marido, Juan Ag¨¹ero, endeudada y pr¨¢cticamente sin nada. Fue hace 25 a?os.
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