Poderosa voz ¨¢fona
Llevaba a?os anunci¨¢ndolo: "Me muero, estoy que no puedo m¨¢s"... La voz de Consuelo Berges llegaba ¨¢fona y como sin resuello desde el otro lado del hilo telef¨®nico, aunque desment¨ªa de inmediato su alegada condici¨®n de agonizante desbordando instrucciones y consignas de lucha en cualquier nuevo frente que se abriera y donde los traductores hubieran de resistir a pie firme. Ayer, 23 de diciembre, con un poco de adelanto -seguro que le habr¨ªa gustado irse un d¨ªa de Inocentes, o retrasarlo un poco m¨¢s hasta el Poisson davyil- su mala salud de hierro se ha quebrado. Aunque, como todas las vidas plenas, no se ha ido del todo. De Consuelo cabr¨ªa decir, como de Giner de los R¨ªos, pues para m¨ª era una mujer de la Instituci¨®n pese a no haber pisado nunca sus aulas: "Lleva quien deja y vive el que ha vivido".Consuelo Berges dej¨® mucho -ense?anza, ejemplo, entusiasmo- y vivi¨® intensamente. Una se?orita de provincias que en lugar de instalarse en un Chag¨¢ll se instal¨® primero en la aventura y, luego en la revoluci¨®n, para terminar de perpetua conciencia cr¨ªtica, record¨¢ndonos que la funci¨®n del intelectual -y ella lo era eminentemente- es batallar sin desmayo.
Conoc¨ª a Consuelo a finales de los a?os setenta, cuando- un grupo de j¨®venes traductores empez¨¢bamos a preocuparnos por los poblemas de esta profesi¨®n -te¨®ricos y pr¨¢cticos- y busc¨¢bamos unirnos. De la Berges conoc¨ªamos las espl¨¦ndidas traducciones de Stendhal, pero, como a la mayor¨ªa de los nombres que aparec¨ªan en los libros de Aguilar -D¨ªaz Canedo, Rivas Cheriff- la cre¨ªamos exifiada en tierras americanas. A trav¨¦s de alg¨²n amigo com¨²n -Jaime Salinas, Gregorio Gallego supimos que Consuelo viv¨ªa su exilio interior en un pisito de Modesto Lafuente, donde trabajaba como una forzada para ganarse la vida con los magros emolumentos de sus traducciones. All¨ª la vimos, y Consuelo nos revel¨® que nuestra asociaci¨®n ya estaba fundada, aunque enclenque, y que bastaba resucitarla. Y, a la muerte de Marcela de Juan (de quien C. B. se autodefin¨ªa "la eminencia gris roja") fue nuestra presidenta una temporada.
Al hilo de conversaciones siempre estimulantes, surgi¨® su vida: autodidacta de ni?a, Escuela Normal de joven, primeros pinitos en el periodismo, aventura americana -Per¨², Buenos Aires-, regreso a Espa?a en 1931, trabajo en dos frentes, el feminista y el cultural, y otros dos amores ideol¨®gicos que parecen contrapuestos pero que ella llevaba con desparpajo, anarquismo y socialismo; y, tras la derrota, el destierro en Francia, donde vive clandestina cuatro a?os -as¨ª de f¨¢cil-, hasta que en 1943 los alemanes la repatr¨ªan con todos los pronunciamientos desfavorables porque, adem¨¢s de espa?ola republicana, la tomaron por jud¨ªa. Pero Consuelo sali¨® adelante con incre¨ªble suerte. Con el regreso muere la Berges escritora -ten¨ªa publicados un par de libros- y nace la traductora. Incapacitada por el franquismo para hablar con voz propia, e incapaz de renunciar a una voz, comenz¨® as¨ª, como por casualidad, a darnos las espl¨¦ndidas versiones en las que tanto aprendimos.
Los derechos de traducci¨®n
Traductora por segunda vocaci¨®n, Consuelo fue tambi¨¦n una infatigable luchadora por nuestros derechos. En cuanto,ve¨ªa un libro de un traductor amigo sin el copyright de la traducci¨®n se agarraba al tel¨¦fono y te echaba la bronca. En adelante, vamos a echar de menos su voz ¨¢fona y como sin resuello.
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