Vieja / nueva pol¨ªtica represiva
La Prensa se ha hecho eco estos d¨ªas del giro que podr¨ªa producirse en Italia en el tratamiento penal de las drogas. La represi¨®n, limitada hasta ahora a las conductas de tr¨¢fico, pasar¨ªa a incidir directamente sobre el consumo, as¨ª penalizado en s¨ª mismo.La nueva frontera tiene antecedentes americanos y ya hab¨ªa sido anticipada por el socialista italiano Acquaviva en t¨¦rminos bien elocuentes. Vino a decir: si no se puede acabar con la oferta, persigamos la demanda.
Habida cuenta de la matriz del nuevo paradigma y del car¨¢cter expansivo y contagioso de ciertas actitudes pol¨ªticas, no faltar¨¢ quien ya piense que tal escalation pan-penalizadora podr¨ªa viajar a Espa?a en cualquier momento.
Sin embargo, desde nuestra experiencia, y a fuer de realistas, habr¨ªa que decir que el punto de vista no es nuevo, y adem¨¢s ya est¨¢ aqu¨ª. Esto ¨²ltimo, de manera informal, pero ciertamente activa.
En efecto, hace mucho tiempo que el solo consumo -incluso presunto- es objeto de sanci¨®n. De penas at¨ªpicas que se imponen de hecho, de manera expeditiva, en virtud de procesos m¨¢s que sumar¨ªsimos que integran un curioso derecho de polic¨ªa de generalizada vigencia.
As¨ª resulta que cualquier persona cuyo aspecto sea evocador de alg¨²n tipo de adicci¨®n ser¨¢, con un alto grado de probabilidad, detenida y registrada s¨®lo por eso, y de hallarse en posesi¨®n de una simple dosis, privada materialmente de libertad por un tiempo que entre el paso por la comisar¨ªa y el juzgado de guardia puede muy bien alcanzar las 72 horas. Una vez y otra vez...
Desnudez integral
Tampoco es ya extra?o que, m¨¢s que patrullas urbanas, aut¨¦nticos cuerpos expedicionarios allanen establecimientos more Far-West. Es decir: todos contra la pared, manos arriba, cacheo y, si se estimara conveniente, desnudez integral con imposici¨®n de alg¨²n ejercicio gimn¨¢stico para provocar la evacuaci¨®n de lo que de prohibido pudiera llevarse oculto en las partes pobres.
Todo esto para buscar unas papelinas, que es al fin lo que suele encontrarse.
Tal semejante tipo de actuaciones son ya de curso habitual y se producen en virtud de criterios discrecionales y sin que nadie solicite, para acceder a la intimidad personal, la autorizaci¨®n judicial que tambi¨¦n nadie dudar¨ªa en pedir para entrar, por ejemplo, en una f¨¢brica de gaseosas. Ello con la particularidad de que no faltan casos en los que la pesquisa llega a convertir incluso el ano y la vagina en zonas francas de un nuevo espacio policial,, que engloba sobre todo a quienes se ven obligados a desarrollar su precaria privacidad en la calle.
Hubo tiempo en que para legitimar las pautas represivas excepcionales ante la opini¨®n se invocaban razones de efectividad. Ahora dir¨ªase que no hacen falta. La eficacia radica en el acto mismo, en cada uno de esos actos, en que se concreta cierto uso m¨¢gico del derecho, o mejor de esa suerte de no derecho que ocupa cada vez mayor terreno.
A las aberraciones -como el fen¨®meno de las drogodependencias- hijas naturales, es decir, productos de la misma aberrante naturaleza del tipo de relaciones que impone esta sociedad, se a?ade ahora otra: el progresivo envilecimiento de la conciencia ciudadana. Y es que ¨¦sta parece dispuesta cada vez m¨¢s a entrar en toda suerte de complicidades, a causa de una variada gama de temores -cuya espontaneidad, si fuera el caso, se induce cuidadosamente-, y por la necesidad de atribuir a alguien la responsabilidad de tanta miseria. Dispuesta a dar acr¨ªticamente por buena cualquier cosa que se ofrezca en nombre de alg¨²n tipo de seguridad. Ese valor tan en alza, el mantenimiento de cuya cotizaci¨®n requiere sospechosamente la perpetuaci¨®n de una creciente tasa de inseguridad en lo cotidiano.
Cobertura legal
Por eso, todo parece hacer temer que una panacea como la que en la apoteosis de la involuci¨®n penal-reaccionaria ofrece en Italia Craxi podr¨ªa llegar a encontrar en breve terreno abonado en el solar hispano. Aqu¨ª, al fin y al cabo, se tratar¨ªa de dar cobertura legal a lo que ya est¨¢ bastante bien emp¨ªricamente instalado.
Nada m¨¢s lejos de esta reflexi¨®n, por otra parte, que el menor intento de restar un ¨¢tomo de su gravedad al fen¨®meno que concita tanta justa preocupaci¨®n. Por el contrario, preocupaci¨®n toda, pero en este caso en una doble vertiente: por la creciente expansi¨®n de la incidencia de las drogas; pero no menor tambi¨¦n por ese inexorable caminar todos juntos hacia el abismo de siempre nuevas formas de irracionalidad represiva, en nombre de cualquier se?uelo que se nos ofrezca como forma de luchar contra aqu¨¦llas.
Las drogodependencias constituyen, desde luego, una lacra espantosa, pero tambi¨¦n, objetivamente, una fuente de beneficios astron¨®micos y un terrible instrumento de disciplina social. Por eso, mientras los m¨¢s amplios sectores sociales s¨®lo sufren las consecuencias negativas, los hay que, en unos casos directa y en otros indirecta, pero nada inocentemente, se lucran. En ocasiones, aunque s¨®lo sea de un cierto modelo de orden global que la amenaza del adicto contribuye a hacer cada vez m¨¢s compacto.
Pues bien, a los muchos motivos que ya existen para el desasosiego vendr¨ªa ahora a sumarse otro ciertamente no desde?able: cuando, dentro de poco, la propuesta Craxi se haya mostrado tambi¨¦n insuficiente, ?a d¨®nde nos llevar¨¢ el pr¨®ximo paso?
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