Legalizaci¨®n, una propuesta que choca frontalmente con la realidad
?ltimamente algunos sectores han apostado, a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, por la despenalizaci¨®n del tr¨¢fico de cualquier tipo de drogas. Tambi¨¦n se ha suscitado una pol¨¦mica sobre las posibles ventajas que podr¨ªa presentar una pol¨ªtica tendente a la legalizaci¨®n de la oferta de determinadas drogas, basada en la argumentaci¨®n de que ello permitir¨ªa la desarticulaci¨®n del tr¨¢fico il¨ªcito, as¨ª como controlar la calidad de la sustancia y su distribuci¨®n. Los argumentos son muy conocidos y se repiten desde distintos frentes, centr¨¢ndose en los aspectos delictivos, econ¨®micos y sociales que definen la situaci¨®n actual.Como todos los problemas colectivos, con imbricaci¨®n de cuestiones culturales, econ¨®micas y psicosociales, el de la drogadicci¨®n no puede encararse de forma unilateral. Es cierto que su soluci¨®n no depende, en exclusiva, de los Estados y de sus aparatos represivos. Pero ello no autoriza, en buena l¨®gica, a defender que, puesto que los Estados no pueden erradicar este problema, lo mejor es que se desentiendan de ¨¦l. Ante esta pol¨¦mica, parece pertinente exponer algunas cuestiones que creemos pueden facilitar el necesario debate y reflexi¨®n.
En primer lugar, legalizar el tr¨¢fico de ciertas drogas no implica necesariamente la eliminaci¨®n del negocio econ¨®mico ligado al actual mercado il¨ªcito. Podr¨ªa hablarse de una reducci¨®n de los beneficios, pero no de su extinci¨®n. Lo que existir¨ªa ser¨ªa una readaptaci¨®n de las redes clandestinas del tr¨¢fico a la nueva disciplina de mercado, cuya finalidad se orientar¨ªa hacia la consecuci¨®n de una oferta competitiva que se lograria vendiendo la droga m¨¢s barata, diversificando y ampliando la producci¨®n. No parece l¨®gico deducir que se puede eliminar el tr¨¢fico il¨ªcito por el mero control legal de la venta de drogas, como bien lo demuestra la existencia de organizaciones mercantiles clandestinas en actividades perfectamente l¨ªcitas y regladas (metales preciosos, juego, armas, obras de arte, etc¨¦tera).
En segundo lugar, la posible legalizaci¨®n y distribuci¨®n libre de determinadas sustancias que generan una gran dependencia entrar¨ªa en contradicci¨®n con principios inspiradores y art¨ªculos de todas las constituciones occidentales referida al derecho de la salud individual y p¨²blica.
En tercer lugar, en una hip¨®tesis de legalizaci¨®n deber¨ªa existir el establecimiento de determinados l¨ªmites, entre otros, el l¨ªmite de edad. Si as¨ª fuera, se generar¨ªa de forma inmediata un tr¨¢fico il¨ªcito dirigido a los ciudadanos que no alcanzaran los l¨ªmites prefijados. Estar¨ªamos, en consecuencia, ante una nueva forma de tr¨¢fico il¨ªcito.
En cuarto lugar, entrar¨ªa en clara contradicci¨®n con la actual legislaci¨®n internacional sobre seguridad, prescripci¨®n y uso de determinados medicamentos en general. Ser¨ªa injustificable mantener la actual fiscalizaci¨®n de productos psicoactivos frente a una venta libre de estupefacientes.
En quinto lugar, parece claro que una medida de tales caracter¨ªsticas no podr¨ªa realizarse en un solo pa¨ªs, sino que deber¨ªa tener un consenso y acuerdo internacionales, cosa dif¨ªcilmente pensable ante las orientaciones que se est¨¢n adoptando internacionalmente y el contenido del nuevo proyecto de convenci¨®n que las Naciones Unidas han elaborado y que se espera sea aprobado en los pr¨®ximos d¨ªas.
En sexto lugar, facilitar el uso y consumo de drogas puede producir el incremento del n¨²mero de personas dependientes del mismo, y si aceptamos que esas sustancias generan da?o a la salud, la consecuencia de lo anterior ser¨ªa un aumento de la poblaci¨®n insana, y ello est¨¢ en contradicci¨®n con el contenido fundamental del Estado social, que se halla integrado por la promoci¨®n y protecci¨®n de la salud individual y colectiva. Dif¨ªcilmente cabe hablar de tal promoci¨®n o protecci¨®n cuando es precisamente lo contrario lo que se hace posible, al menos en materia de uso y consumo de sustancias que generan dependencia.
Colectivo marginal
Desde el punto de vista social, los drogodepen dientes son un colectivo marginal. Los alcoh¨®licos, por el contrario, seg¨²n las estad¨ªsticas menos radicales, superan los cuatro millones de cr¨®nicos. ?Qu¨¦ suceder¨ªa en un pa¨ªs donde hubieran varios millones de heroin¨®manos habituales?
Es oportuno destacar una vez m¨¢s que nos encontramos ante sustancias que afectan gravemente a la salud, que generan un conjunto de efectos -tanto f¨ªsicos como psicol¨®gicos- que tienden a una degradaci¨®n de la persona corno ser libre y solidario, que a nivel colectivo provocan alrededor de aqu¨¦llos que est¨¢n inmersos en este mundo situaciones de ansiedad, desorientaci¨®n e incertidumbre, y que no parece comprensible que se defienda la libertad en funci¨®n del uso de sustancias que, si algo provocan, es justamente la p¨¦rdida de lo que se quiere defender.
En resumen, cualquier tipo de no prohibici¨®n o legalizaci¨®n controlada no solucionar¨ªa los problemas ya existentes y, por el contrario, posiblemente crear¨ªa otros nuevos o desarrollar¨ªa alguno de los que hoy s¨®lo est¨¢n insinuados. Quienes tienen la responsabilidad de gobernar han de calibrar muy bien los riesgos que toda decisi¨®n comporta y facilitar a mayores y menores el mejor mundo posible.
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