La ¨¦tica de la igualdad
La eclosi¨®n de la huelga del 14 de diciembre, entre otras muchas cosas, permite reabrir la cuesti¨®n de cu¨¢les son las exigencias sociales de una ¨¦tica de la igualdad.No est¨¢n lejos los tiempos en que los proyectos sociales de la izquierda se sustentaban en una filosof¨ªa de la historia que parec¨ªa inequ¨ªvocamente a su favor. Tanto las leyes econ¨®micas de las sociedades industriales como las tendencias hist¨®ricas actuantes aparec¨ªan como aliadas incondicionales de sus propuestas de cambio y transformaci¨®n. Y todav¨ªa m¨¢s, un nuevo concepto de ciencia avalaba con sus pron¨®sticos sus perspectivas revolucionarias. Empujados por el impulso imparable que significaba la convergencia perfecta de la historia, la ciencia y la nueva teor¨ªa econ¨®mica, resultaba probada la supremac¨ªa de los ideales socialistas sobre los opuestos. En alas de este optimismo hist¨®rico, el factor ¨¦tico ejerc¨ªa s¨®lo una funci¨®n subordinada, corroborada la raz¨®n moral del pr¨®ximo e ineludible triunfo de la igualdad.
Hoy, por el contrario, se encuentran en bancarrota ¨¦sta y todo tipo de metaf¨ªsica de la historia; las ciencias sociales dominantes no acreditan tales utop¨ªas, y las leyes definidas por la econom¨ªa oficial se orientan hacia otros objetivos. En este panorama, muy diverso del anterior, cobran una relevancia nueva y m¨¢s vigorosa las convicciones morales en cuanto definitorias de la identidad de la izquierda.
La reivindicaci¨®n de la ¨¦tica de la igualdad como resistencia ¨¦tica a las pr¨¢cticas sociales de la desigualdad adquiere un mayor significado cuando se trata de oponerse a las relaciones sociales que dominan las sociedades desarrolladas. Es un s¨®lido punto de Arqu¨ªmedes para combatir la insolidaridad inscrita en las formas econ¨®micas establecidas. Pues parecer¨ªa que las exigencias de la econom¨ªa al uso siguen reclamando el beneficio de los privilegiados y la subordinaci¨®n de los trabajadores.
Es tambi¨¦n plausible que la asimetr¨ªa en el interior del sistema sea la consecuencia obligada de los modelos de producci¨®n consagrados. Pero, frente a los h¨¢bitos morales que segrega este estado de cosas, la defensa de la igualdad marca la diferencia y la superioridad ¨¦tica que es patrimonio y herencia de la cultura de la izquierda.
Adem¨¢s, la ¨¦tica de la igualdad es garant¨ªa necesaria para que el otro gran principio de la conciencia moderna, la libertad, no sufra interpretaciones reduccionistas, que en la pr¨¢ctica lo lesionan profundamente. Cuando la libertad por antonomasia vuelve a ser casi en exclusiva la libertad del empresario, del mercado y de la obtenci¨®n de beneficios, s¨®lo la ¨¦tica de la igualdad se muestra capacitada para rescatar toda la densidad del concepto moderno de libertad. ?sta significaba la capacidad de los individuos y de los colectivos de ser due?os y sujetos de su destino. Su hondo sentido como libertad de la opresi¨®n, su tradici¨®n como emancipadora de toda servidumbre, s¨®lo pueden ser reivindicados desde la defensa de la igualdad. Hoy observamos el ascenso de una suerte de falacia naturalista, en su versi¨®n econ¨®mica, seg¨²n la cual las leyes de la econom¨ªa son inexorables, las condiciones sociales que producen tienen car¨¢cter ineludible, y, por tanto, la buena pol¨ªtica se reduce a la gesti¨®n obediente de sus exigencias. Si el marxismo en su degradada versi¨®n economicista asfixiaba el espacio de la libertad, an¨¢logamente los nuevos deterministas ahogan cualquier aliento de transformaci¨®n y rebeld¨ªa. El nuevo ¨ªdolo, la multiplicaci¨®n de excedentes s n inflaci¨®n, tritura cualquier otra exigencia ideol¨®gica o moral. S¨®lo el impulso que propicia una ¨¦tica de la igualdad puede hacer recobrar a la libertad su dignidad mermada. De otra forma, las sociedades acaban siendo siervos de los sistemas que ellas mismas producen. No restan resquicios para el deber ser; ¨¦ste pierde su car¨¢cter de tensi¨®n innovadora, de posibilidad de cambio sustancial, y queda sometido y absorbido por aquello que de hecho es. Retorna el viejo principio totalitario de que lo real es racional y correspondientemente la oposici¨®n moral practicada es irreal e irracional. Con distintos fines, pero de igual manera que en la vulgata marxista, el concepto de libertad se agota en la virtud intelectual de percibir y comprender la necesidad para plegarse a ella.
Es, pues, la ¨¦tica de la igualdad, un eje central de la cultura de la izquierda. En una ¨¦poca en que los ideales socialistas se hallan a la defensiva, el componente moral permite asentar la propia identidad. Su acopio es aun susceptible de dinamizar proyectos pol¨ªticos como respuesta a lo que parecen imperativos de los hechos, llamados pol¨ªticas conservadoras en su ropaje neoliberal. La huelga del d¨ªa 14, m¨¢s all¨¢ de las demandas inmediatas, ha representado una intensificaci¨®n colectiva de rebeli¨®n ante la injusticia y la reivindicaci¨®n moral de la igualdad. Fueron los sindicatos de clase los que convocaron a todos los ciudadanos para que defendieran que mucho de lo que pomposamente se dice que no "puede ser", sin embargo, debe ser. S¨®lo ¨ªmpetus seinejantes permiten a la pol¨ªtica superar lo que tiene de gesti¨®n de lo dado -desvirtuada en tecnocracia- para recuperar su capacidad creativa, como arte de transformaci¨®n.
Cuando la pol¨ªtica de la izquierda pierde su herencia de ¨¦tica de la igualdad, una vez debilitados sus ideales hist¨®ricos tradicionales y sin inequ¨ªvocos refrendos a sus proyectos por parte de las ciencias sociales, se cumplen las condiciones para que de hecho no haya nada que se parezca tanto a un pol¨ªtico de derechas como un pol¨ªtico de izquierdas. El desvanecimiento moral de la izquierda, despu¨¦s de su agnosticismo te¨®rico, es el ¨²ltimo escal¨®n para su disoluci¨®n. La pol¨ªtica es concebida entonces como un instrumento de acceso al poder por el poder, el cargo p¨²blico es estimado como trampol¨ªn para mejores retribuciones en cmpleos privados y el discurso pol¨ªtico se degrada en ret¨®rica.
De este desmoronamiento moral poca resistencia puede ofrecerse al ¨²nico valor que se impone en sustituci¨®n de la igualdad: la virtud de la competitividad, que obliga a sus adictos a correr hasta perder el aliento, empujando con los codos, en pos de la abundancia que s¨®lo alcanzan los pocos elegidos. Al pueblo, en este espect¨¢culo, se le adjudica el papel de trabajar -si hay suerte- y mirar.
Firman tambi¨¦n este art¨ªculo Javier Alfaya, Manuela Carmena, Antonio Elorza, Diego L¨®pez Garrido, Juan Jos¨¦ Rodr¨ªguez Ugarte y Jaime Sartorius.
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