Reagan entroniz¨® a los conservadores
El presidente m¨¢s ignorante de EE UU alter¨® por completo los t¨¦rminos del debate ideol¨®gico
El pol¨ªtico que ha paralizado en seco el impulso liberal en Estados Unidos -algo que Dukakis y los dem¨®cratas han pagado con cuatro a?os m¨¢s sin la Casa Blanca- ha conseguido incluso lo jam¨¢s so?ado: contaminar de reagan-thatcherismo a los socialdem¨®cratas europeos. Y su ¨¦xito, ideol¨®gico sobre todo, le ha permitido hacerse suceder por George Bush al incre¨ªble grito de campa?a de "Nosotros somos el cambio".Ocho a?os de reaganismo han conseguido en todo el mundo, incluido el Este, aunque por distintas razones, que los conservadores dominen el debate ideol¨®gico. En el interior de Estados Unidos, el presidente m¨¢s desinformado e ignorante de su historia ha provocado un revolc¨®n pol¨ªtico desconocido desde Franklin Roosevelt y ha alterado por completo los t¨¦rminos del debate ideol¨®gico.
Lleg¨® a decir, en una de las incontables barbaridades que han dado para editar libros rojos con sus disparates, que los misiles intercontinentales, una vez lanzados, pod¨ªan ser llamados de nuevo y recuperados. Y confundi¨® Bolivia con Brasil, y se durmi¨® en una entrevista con el Papa. Hay quienes piensan que s¨®lo fue un tonto amable que gobern¨® por control remoto recitando un gui¨®n. Esta simpleza, con ser cierta en parte, no puede explicar el ¨¦xito hist¨®rico de su presidencia.
?C¨®mo es posible que un actor mediocre de Hollywood, que lleg¨® a la Casa Blanca el 20 de enero de 1981, ya con 70 a?os de edad, haya sido capaz de presidir una revoluci¨®n? En una de sus ¨²ltimas entrevistas televisadas, Ronald Reagan, que como es costumbre, sobre todo ¨²ltimamente, balbuceaba imprecisiones sobre las gran des cuestiones de su mandato, tuvo un rasgo de lucidez cuando el periodista le pregunt¨® si le hab¨ªa ayudado su pasado de actor. "No s¨¦ c¨®mo se puede ser un buen presidente sin ser un actor", respondi¨® Reagan, definiendo perfectamente su entendimiento de la presidencia.
Otro irland¨¦s genial, el ex speaker (presidente) del Congreso Tip O'Neill, enemigo pol¨ªtico del presidente, ha escrito en sus memorias que Reagan ha sido un mal primer ministro pero un fant¨¢stico rey. Durante ocho a?os, delegando el gobierno en equipos de buenos profesionales -cuando los activistas mesi¨¢nicos, los Ollie North, Poindexter o Casey, se hicieron con el tim¨®n, la Casa Blanca descarril¨® con el Irangate-, Ronald Reagan ha actuado de genial maestro de ceremonias con el objetivo, logrado, de restaurar la confianza de los norteamericanos en s¨ª mismos.
Sustituyendo la sustancia por el estilo, la percepci¨®n por la realidad, jugando con la magia de los s¨ªmbolos, Reagan ha logrado que los norteamericanos se sientan bien, satisfechos consigo mismos. El grado de optimismo sobre el futuro es mayor que nunca seg¨²n sorideos publicados estas Navidades. El pa¨ªs est¨¢ optimista y, pese a que las grandes cuentas nacionales no cuadran, la anunciada recesi¨®n no se ha producido y ya se habla de que tampoco llegar¨¢ en 1989. Pero el ¨¦xito del reaganismo es m¨¢s psicol¨®gico que real.
Reagan, el primer presidente desde el paternal Ike Eisenhower que acaba un doble mandato, ha sacado a EE UU del malestar de los a?os de Jimmy Carter, cuando el moralista predicador de Georgia le dijo a una ciudadan¨ªa programada para el triunfo que sufr¨ªa una "crisis de confianza que afecta al mismo coraz¨®n y al alma de nuestra voluntad nacional". Y Reagan hereda la Casa Blanca con una Am¨¦rica humillada por el gran Sat¨¢n Jomeini, un 14% de inflaci¨®n y un 10% de paro que sumaban un ¨ªndice de miseria del 24%. Hoy no llega al 11%.
?Vive usted mejor que hace ocho a?os?, ha preguntado George Bush a los ciudadanos, utilizando la misma f¨®rmula reaganiana. Y la respuesta ha sido afirmativa, aunque luego pueda matizarse con las dudas de c¨®mo est¨¢ repartida la prosperidad. La instituci¨®n de la presidencia, debilitada por Vietnam y el Watergate, ha sido reforzada en estos ocho a?os de reaganismo. Reagan, haciendo caso a su antecesor Teddy Roosevelt, ha sido sobre todo un maestro en la utilizaci¨®n de la Casa Blanca como un p¨²lpito desde el que ha vendido una visi¨®n de Am¨¦rica y del mundo extremadamente simple, pero atractiva al mismo tiempo.
Ha sido el Gran Comunicador, utilizando, gracias a sus dotes profesionales, actor y locutor de radio, la televisi¨®n como ning¨²n otro presidente anterior y confirmando que Estados Unidos es una democracia, por encima de todo, electr¨®nica. El ¨¦xito de Reagan -regresa a una casa de 2,5 millones de d¨®lares, comprada por sus ricos amigos californianos, en el exclusivo y hollywoodense barrio de Bel Air, en Los ?ngeles, con un ¨ªndice hist¨®rico de popularidad que ronda el 60%- se debe, sobre todo, a que ha defendido s¨®lo un pu?ado de ideas.
Pocas, pero claras. Los ¨¢rboles, como le ocurri¨® a Jimmy Carter, que en su amor por el detalle hasta se preocupaba de qui¨¦n jugaba en la pista de tenis de la Casa Blanca, le han dejado ver el bosque. Reagan lleg¨® a Washington como un outsider a una capital federal que vive por y para la pol¨ªtica. En su cabeza impresionista registra an¨¦cdotas, no categor¨ªas; ten¨ªa muy claro que quer¨ªa reducir el peso y la importancia del Gobierno federal. ?sta es la filosof¨ªa esencial que ha determinado su era.
Ocho a?os despu¨¦s, lo ha conseguido s¨®lo a medias. Al final de su segundo mandato ha creado un nuevo ministerio federal, para los veteranos, y no cumpli¨® su promesa de acabar con los departamentos de Educaci¨®n y Energ¨ªa. Pero aunque en t¨¦rminos econ¨®micos el peso del Gobierno federal sea aproximadamente el mismo, o quiz¨¢ incluso mayor, el reaganismo ha logrado alterar la tendencia. Ya nadie, ni los dem¨®cratas, defienden el gran Gobierno capaz de actuar como ingeniero social, gastando grandes sumas, nivelando el pa¨ªs y solucionando problemas. El debate es sobre c¨®mo utilizar mejor recursos menguantes. Se ha encogido lo p¨²blico, lo estatal, en beneficio de la sociedad civil, lo privado, la iniciativa individual.
Ronald Reagan prometi¨® al subir al poder media docena de cosas que casi ha cumplido en su totalidad. Reducir impuestos, recortar la inflaci¨®n y el paro, abaratar el precio del dinero reduciendo los tipos de inter¨¦s y lograr el mayor rearme de la historia en tiempo de paz, colocando a Estados Unidos como la primera potencia militar incontestada. Todo esto lo ha logrado.
Pero tambi¨¦n prometi¨® en su discurso de toma de posesi¨®n equilibrar el presupuesto para 1983. Y ¨¦ste es su principal fracaso, que, para muchos, deshar¨¢ a medio plazo un legado positivo. Deja como herencia un doble y gigantesco d¨¦ficit presupuestario (150.000 millones de d¨®lares) y comercial (otros tantos), y su conservadurismo fiscal ha a?adido m¨¢s de 1,5 trillones de d¨®lares a la deuda nacional, que Reagan ha doblado en ocho a?os.
La competitividad norteamericana est¨¢ seriamente amenazada. El pa¨ªs ha perdido terreno respecto a Jap¨®n y a la Europa integrada que viene. Y la org¨ªa de consumo de los norteamericanos, gastando m¨¢s de lo que producen, viviendo a cr¨¦dito, ha sido posible gracias a la inyecci¨®n de 531.000 millones de d¨®lares en la econom¨ªa estadounidense por los aliados occidentales desde 1980. Tambi¨¦n Reagan se apunta el dudoso tanto de haber convertido a EE UU de la primera naci¨®n acreedora en la primera deudora. Pero con la importante diferencia con el Tercer Mundo de que este pa¨ªs genera recursos para pagar el principal y los intereses.
Reagan nos dijo que "nos mantuvi¨¦ramos tiesos y orgullosos en la silla" -este s¨ªmil vaquero ha sido utilizado por un presidente que es lo m¨¢s parecido al cowboy del anuncio de Marlboro- "y luego hipotec¨® el caballo", explica Jeff Faux, el presidente del Instituto de Pol¨ªtica Econ¨®mica, una instituci¨®n liberal. "Es como el tipo que pierde su empleo, pero no se lo quiere decir a su mujer y va al banco todos los viernes y saca su salario a cr¨¦dito. Los vecinos ven que todav¨ªa tiene su coche, su casa, su barco y que todo marcha bien. Salvo que no tiene trabajo y todo es a base de empe?arse".
Reagan, el presidente con mayor carga ideol¨®gica de este siglo, ha salido bien parado porque puso siempre por delante de sus instintos ultraconservadores el pragmatismo, la b¨²squeda del consenso. Nombr¨® ide¨®logos fan¨¢ticos en puestos claves, como, por ejemplo, William Casey al frente de la CIA. Pero cuando le empujaban a dar lecciones militares a los enemigos comunistas en medio mundo, Reagan consultaba con Nancy -la mayor influencia pol¨ªtica de su presidenc¨ªa-, pensaba en su puesto en la historia y dec¨ªa que no.
Apenas dispar¨® primero
Contra todos los pron¨®sticos, Reagan, caricaturizado como un vaquero con las pistolas siempre humeantes, s¨®lo dispar¨® primero y sin avisar contra dos peque?os e inofensivos enemigos. La invasi¨®n de la min¨²scula isla caribef¨ªa de Granada y el l¨ªder libio Gaddafi, a quien los F-111, a los que Espa?a y Francia se negaron a dejar pasar por sus espacios a¨¦reos, no cogieron por milagro isl¨¢mico en su tienda beduina de su casa-cuartel de Tr¨ªpoli.
Pero estas manifestaciones baratas de fuerza militar le sirvieron a Reagan y al pa¨ªs para recargar las pilas de un patriotismo que ha sido recuperado durante su mandato hasta extremos patol¨®gicos. "EE UU, 2; Libia, 0", rezaban los letreros en las gasolineras cuando los F-14 Torricat acababan en el golfo de Sidra con dos Sukoi libios en una desigual batalla tecnol¨®gica. Ahora ya van 4-0. Este pa¨ªs ha sido ramborizado por su presidente y se ha pasado gran parte de los ¨²ltimos ocho a?os golpe¨¢ndose el pecho satisfecho.
Reagan ha conseguido todo esto, y lo que no ha logrado -cuadrar las cuentas de la Rep¨²blica, mejorar la competitividad norteamericana, pafiar la degradaci¨®n del sistema educativo, evitar el nacimiento de una subclase social en los guetos urbanos y acortar las distancias entre pobres y ricos-, trabajando de diez de la ma?ana a cinco de la tarde, disfrutando del cargo. Y sin envejecer demasiado en un puesto que ha acabado, de una forma o de otra, con todos los presidentes desde Lyndon Johnson. Ha demostrado que la Casa Blanca es manejable. Y a pesar de un tiro en el pecho y una seria operaci¨®n de c¨¢ncer, ha mostrado tambi¨¦n que el peso de la p¨²rpura s¨®lo agobia realmente a dirigentes pol¨ªticos m¨¢s mediocres. Y por encima de todo, que Estados Unidos, como le gustaba repetir, es el pa¨ªs donde todo es posible.
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