Una desgarrada dualidad
A la ma?ana siguiente, el decorado de ¨®pera segu¨ªa all¨ª; sin embargo, el sentido de la distancia que comenz¨® a manifestarse gracias a la multitud en movimiento de la calle de Vaci era ya imposible perderlo. ?Durar¨ªa esa blancura de nieve y niebla tanto como mi estancia? Mi hotel estaba en Buda, junto a la iglesia de San Mat¨ªas, que con la catedral de Albi son las dos ¨²nicas que conozco ¨ªntegramente pintadas por dentro, ¨¦sta con abundancia de motivos geom¨¦tricos en los que predomina un c¨¢lido fondo rojo oscuro que le otorga una acogedora belleza. Bien, pues asomado a la ventana pens¨¦ que si la perspectiva no nos acompa?aba en el espacio habr¨ªa que bajar a buscarla entre la gente que caminase sobre la tierra.En Hungr¨ªa hay que leer el peri¨®dico todos los d¨ªas porque todos los d¨ªas, desde el Parlamento, se da alg¨²n paso en alguna direcci¨®n. La sensaci¨®n es la de que todo el mundo se est¨¢ moviendo. No hay censura, de modo que se puede leer de todo en la prensa, y, adem¨¢s, est¨¢n surgiendo revistas como Kapu o Cr¨¦dito -una referencia a la obra central del gran reformador Szechenyi-, que se venden como rosquillas en cuesti¨®n de horas. En Cr¨¦dito publican destacados intelectuales como Esterhazy Peter, a quien conoc¨ª en Francfort hace un par de a?os por cuestiones editoriales; es un lejano descendiente de Istv¨¢n Esterhazy, el gran pr¨ªncipe de la Ilustraci¨®n h¨²ngara cuya colecci¨®n de arte -reunida en aquel Versalles magiar que fue el palacio Esterhasa- constituye hoy el n¨²cleo del Museo de Bellas Artes; por cierto, que hay en ¨¦l una excelente colecci¨®n de pintura espa?ola, desde Juan de Juanes o Mateo Cerezo a Murillo, Vel¨¢zquez y varios Grecos; entre ellos, una Anunciaci¨®n que har¨ªa las delicias de la escuela neofigurativista madrile?a.
Hay en este pa¨ªs una gran tradici¨®n de intervenci¨®n en la vida p¨²blica por parte de los intelectuales; poetas como V¨®r?smarty, Petofi, Attila Joszef entraron con resoluci¨®n y desgarramiento extremos en el oleaje de la historia de su patria. Dentro de esa tradici¨®n est¨¢n incursos los intelectuales de hoy, como Sandor Cso¨®ri, al frente de la revista Cr¨¦dito, o Esterhazy, que titula ir¨®nicamente su columna Desde mi torre de marfil. Y lo cierto es que desde hace unos a?os hay una clara apertura de la intelectualidad hacia el Gobierno en forma de discusi¨®n abierta; pero tambi¨¦n es cierto que no ocultan el temor a que se trate de una cortina de palabras que vele en realidad un verdadero y efectivo apoyo a la cultura.
Ellos acusan al Gobierno de estar obsesionado con un problema econ¨®mico al que pueden acabar supeditando todo lo dem¨¢s. Desde luego que la obsesi¨®n existe. Desde el Gobierno parece haber un deseo expreso de reconocer los errores anclados en los grandes mitos del pensamiento socialista; as¨ª, por ejemplo, las nacionalizaciones (a finales de los a?os cuarenta acabaron con la empresa privada y aun los peque?os comerciantes) han hecho que el 93% de la renta nacional proceda del sector p¨²blico; por ejemplo, la inversi¨®n en industria pesada se ha convertido hoy en un aut¨¦ntico peso muerto, un lastre del gasto p¨²blico que va a llevar indefectiblemente y con todas sus consecuencias a lo que aqu¨ª en Espa?a conoceinos como reconversi¨®n.
Hay una pregunta que flota en el ambiente, la gran pregunta: si los intereses por la deuda externa ascienden a tanto que s¨®lo su pago requiere de todo el esfuerzo econ¨®mico del pa¨ªs, ?qu¨¦ fue de aquellos millones de d¨®lares que hoy generan estos intereses? La cuesti¨®n se est¨¢ debatiendo ya en el Parlamento, pero todo el mundo cree que ese dinero fue a parar precisamente a la industria pesada, con lo que el cord¨®n al cuello es de doble vuelta.
La cuesti¨®n es: ?puede conseguirse la desaparici¨®n del Estado paternalista sin que desaparezcan con ¨¦l la situaci¨®n de pleno empleo, la atenci¨®n sanitaria completa y gratuita y la escolarizaci¨®n plena? La respuesta es: no. ?C¨®mo va a mantenerse el concepto de justicia social en estas circunstancias? La respuesta: es: no lo sabemos, pero no podemos echarnos atr¨¢s. El Gobierno se muestra tan firmemente decidido a actuar que no dejo de comprender el temor al monstruo del economicismo que muestran muchos intelectuales.
Lo que poca gente recuerda fuera de Hungr¨ªa es que cerca de 200.000 h¨²ngaros abandonaron el pa¨ªs tras el aplastamiento de 1956. Hoy, sin embargo, est¨¢n volviendo muchos de ellos; no son casos espor¨¢dicos, sino que se configura como una tendencia. El representante de la Asociaci¨®n de Editores ha regresado de EE UU, ha abierto una librer¨ªa y va a fundar una editorial. Un hombre tan prestigioso como Faludy Gyorgy, que fue torturado por el siniestro Rackosy, ha vuelto a los 80 a?os. Otto de Habsburgo, el hijo del ¨²ltimo rey Carlos, ha sido entrevistado cuatro veces por la televisi¨®n y se ha referido a s¨ª mismo en un correct¨ªsimo h¨²ngaro diciendo: "Nosotros ' los h¨²ngaros...". La verdad es que se habla abiertamente en p¨²blico de todo cuanto les interesa, pero hay siempre un ¨²ltimo punto de recelo que quiz¨¢ no pertenezca s¨®lo al aqu¨ª y ahora por el que tan duramente han peleado ' sino tambi¨¦n a la conciencia hist¨®rica. ?Acaso la desgarrada dualidad del h¨²ngaro reaparece, como tantas veces en el curso de su historia?
El gran poeta V¨®r¨®sinarty dijo de su pueblo que "es una rama separada y hu¨¦rfana de su g¨¦nero". Para un rom¨¢ntico como ¨¦l, el sentimiento de soledad es un motor, el gran tema de su obra, pero no lo ser¨ªa tan intensamente si no fuera unido al de disgrega ci¨®n, de dispersi¨®n, cuyo precio ha pagado siempre el pueblo h¨²ngaro.
Cuentan que una vez el pueblo h¨²ngaro hubo de separarse; unas tribus emprendieron camino y otras decidieron permane cer. Los que emigraron hallaron nuevo asentamiento en la actual Hungr¨ªa, pero nunca olvidaron a los que quedaron all¨¢, al este de los C¨¢rpatos. La nostalgia era tan persistente que mucho tiempo despu¨¦s un fraile llamado Giulianus decidi¨® dirigirse hacia ellos y, perdida la localizaci¨®n por el gran tiempo transcurrido desde la separaci¨®n, anduvo hasta dos a?os vagando aqu¨ª y all¨¢ y encontr¨¢ndose con diversos pueblos que hablaban lenguas in comprensibles para ¨¦l. Hasta que un d¨ªa, hall¨¢ndose en un mercado, comprendi¨® lo que all¨ª se hablaba: entonces pregunt¨® a aque lla gente y ellos, descendientes de las antiguas tribus sedentarias, le condujeron hasta los h¨²ngaros del Volga, los hermanos separados. A su vuelta no s¨®lo trajo no ticia de ellos, sino otra que con mover¨ªa a la Europa cristiana: la inminente llegada de las avanza dillas de la invasi¨®n mongol.
La disgregaci¨®n, producto de tantos rotos y recosidos en la piel de este territorio fronterizo entre el Este y el Oeste, alimenta secularmente la inquietud por la suer te de los hermanos que quedan fuera de la frontera tras cada conmoci¨®n. hist¨®rica. Hoy eso es un hecho dolorosamente real en Transilvania: la actual situaci¨®n creada por las decisiones culturalmente genocidas de Ceaucescu ha puesto en pie, por en¨¦sima vez, el sentimiento de amenaza ante una nueva eliminaci¨®n de h¨²ngaros. Estuve preguntando hasta qu¨¦ punto la URSS no tiene capacidad de ejercer su influencia ante una decisi¨®n tal como la de arrasar las aldeas de la minor¨ªa mag¨ªar en la Transilvania rumana y el traslado geogr¨¢fico de sus habitantes -una operaci¨®n que recuerda, no sin escalofr¨ªos, la b¨¢rbara mutilaci¨®n a que someti¨® Pol Pot a las mismas ra¨ªces de su pueblo-. Pero la pregunta no dejaba de suscitar alguna sonrisa entre mis interlocutores. Aqu¨ª, en Hungr¨ªa, son muchos los que piensan que los h¨²ngaros transilvanos ser¨¢n liquidados de un modo u otro y m¨¢s de uno cree que los sovi¨¦ticos, bajo el viejo lema Divide et impera, no har¨¢n nada para evitarlo.
Soledad, frustraci¨®n, dualidad... V?r?smarty dice en uno de sus poemas: "El h¨²ngaro ( ... ) mira en vano hacia el Oeste y en vano ( ... ) se vuelve tambi¨¦n hacia el Este". ?Se volvieron los ojos de este pueblo hacia el Oeste en 1956? De ser as¨ª, no cabe duda que una vez m¨¢s la conciencia de haber sido vendidos en favor de intereses de imperios siempre m¨¢s poderosos pudo hallar alimento para sus emociones. Ahora, 32 a?os m¨¢s tarde, cuando lo que hizo correr sangre h¨²ngara sobre suelo h¨²ngaro se revela hoy como el primer y m¨¢s poderoso intento de avanzar hacia lo que hoy se llama glasnost, mucha gente piensa respecto a los sovi¨¦ticos que, adem¨¢s de ser la actual una situaci¨®n geopol¨ªtica irreversible, existe un deseo de convivencia y entendimiento que puede ayudar a la hungaridad, tanto a los de dentro como a los de fuera: es una verdadera cuesti¨®n pol¨ªtica. Como me dijo un intelectual cuando le pregunt¨¦ acerca de sus sentimientos de amor u odio hacia los sovi¨¦ticos: "Bueno, creo que no enfoca usted correctamente el problema; esto no es una cuesti¨®n de amor. Esto es un matrimonio".
Esa misma tarde alguien dijo -y lo record¨¦ de pronto, estremecido- que quiz¨¢ el sentimiento de frustraci¨®n de los h¨²ngaros estuviera presente en el hecho, no f¨¢cil de entender, de que son el pa¨ªs con mayor ¨ªndice de suicidios, abortos y divorcios de Europa. Una Hungr¨ªa con un 60% de mayor¨ªa cat¨®lica.
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