El enterrador busca vivienda
Inquietud entre las 12 familias que viven en el cementerio de la Almudena por su pr¨®ximo traslado
En las dos torres que flanquean la entrada del cementerio de la Almudena -declarada recientemente de inter¨¦s hist¨®rico- art¨ªstico- viven 12 familias: enterradores, electricistas, administrativos, el sacerdote y una empleada de la limpieza. La funeraria les ha comunicado su traslado provisional a otras viviendas para comenzar las obras de rehabilitaci¨®n del conjunto. Los vecinos manifiestan su inquietud y temen que ya no van a volver. "Hay quien dice que no quiere un piso aqu¨ª ni regalao, pero yo, mire usted, regalao s¨ª que lo quiero. Con el precio al que est¨¢n los pisos...", afirma una vecina.
Aunque por su aspecto exterior parece la casa de la familia Munster, un reclamo publicitario hablar¨ªa de pisos de 250 metros cuadrados, totalmente exteriores en un edificio de inter¨¦s hist¨®rico-art¨ªstico con jard¨ªn, garaje, vigilancia nocturna y luz y calefacci¨®n por cuenta del Ayuntamiento. Y adem¨¢s, gratis."Lo ¨²nico", dicen los vecinos, "es el comentario del taxista cuando le dices d¨®nde vas; o la cara de p¨¢nico con la que llaman a la ventana los que se han quedado dentro cuando cierran la puerta y se echa la noche encima; o cuando te traen un paquete, que se van a Vic¨¢lvaro y vuelven sin encontrar la casa". "O el cachondeo de los amiguetes", a?ade un joven.
"Pero aqu¨ª no tememos a los de dentro sino a los de fuera". "Tuvimos que poner verjas con llave porque se llenaba el portal de drogadictos y se met¨ªan hasta en la escalera". "Hombre, s¨ª que vemos gente rara; saltan por la noche y no van a robar, se dedican a hacer cosas raras entre las tumbas". "Tanto es as¨ª que tuvieron que poner vigilancia en el interior hace unos a?os, con perros y todo, porque esto era un cachondeo".
Ricos y pobres
Tradicionalmente, el Ayuntamiento ced¨ªa gratuitamente estas viviendas a trabajadores del cementerio. Cuando les llegaba la jubilaci¨®n ten¨ªan que abandonarlas. La funeraria anuncia ahora la restauraci¨®n del conjunto y ofrece una vivienda provisional a los habitantes. La mayor¨ªa de ellos est¨¢n dispuestos a marcharse, incluso definitivamente, siempre que se les ofrezca algo que puedan pagar. Denuncian que les intentaron echar "por las buenas", y que si la cosa se pone fea resistir¨¢n "hasta el final".Dec¨ªa el poeta Jorge Manrique que la muerte nos iguala a todos, ricos y pobres. Sin embargo, entre los vecinos de las torres gemelas del cementerio -y a pesar de que la muerte cruza su puerta a diario- hay sus diferencias. En la torre de la izquierda seg¨²n se entra viven a sus anchas los administrativos, los electricistas y el cura. Tienen calefacci¨®n y muchas mejoras en el edificio. En la planta baja estan las oficinas de la funeraria.
En la torre de la derecha viven los enterradores; dos familias por casa. Tres viviendas est¨¢n abandonadas por inhabitables. Alonso y su mujer, que viven en el ¨²ltimo piso, muestran una sala enorme llena de cubos para recoger las goteras. Alonso, que lleva all¨ª m¨¢s de 14 a?os, se queja de la humedad, de la inexistencia de calefacci¨®n y del estado de abandono en el que viven: "All¨ª viven los ricos; aqu¨ª, los pobres".
"No nos importa irnos a otros sitio", sigue Alonso, "siempre que nos den una casa donde sea, algo que podamos pagar poco a poco y con facilidades. Si nos dicen que volvamos, pues volvemos. Lo ¨²nico que queremos es que no nos dejen en la calle despu¨¦s de tantos a?os".
Alonso, como corresponde a su trabajo y a su posici¨®n, es un hombre serio. "Mire usted, se va acostumbrando uno a todo. Bien visto es un piso estupendo, muy alegre. Quiero decir con mucha luz". Y a?ade una frase que har¨ªa reflexionar al poeta Jorge Manrique: "A m¨ª enterrar no me importa, lo malo es la costumbre que hay hoy d¨ªa de andar revolviendo a los muertos".
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